Viernes, 4 de junio de 2010 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Daniel Goldman *
La gran mayoría de los judíos nos hemos educado en la idea de la centralidad de Israel como eje espiritual y como concreción de un sueño milenario. Desde la antigua época de los profetas, quienes predicaban sobre la justicia social y la redención, hasta el contemporáneo filósofo Martin Buber aseveraban que el vigoroso núcleo del pueblo judío debía estar dispuesto a retornar a su antigua tierra y construir allí una vida basada en el trabajo independiente, desarrollándose como el elemento orgánico de una nueva humanidad, sin desplazar ni dominar a ningún otro pueblo.
La forma colectiva de la vida socialista del kibutz fue un intento de ello, del mismo modo que el ejemplo de la Histadrut, organización sindical obrera israelí, que diera solución en su forma política cooperativa a caminos de utopía. Y es así que el sionismo como movimiento de liberación brindó el recurso para que cientos de miles de sobrevivientes de la Shoá pudieran encontrar refugio ante un mundo hostil.
Muchos de estos valores han encontrado la gran dificultad de su desarrollo en un conflicto, cuya incapacidad de solución se cuenta por décadas, y que como capas de tierra acumulan sedimentos de frustraciones diplomáticas, lógicas de acción política inconducentes, incomprensiones, desconfianza, cálculos erróneos, razonamientos equivocados, y que en estas horas eclosionaron coyunturalmente en el acontecimiento del “Mavi Marmara”.
Evidentemente son días difíciles para todos aquellos que creemos, apoyamos y estamos comprometidos con todo intento de proceso de paz en el Medio Oriente. En este sentido, los sectores intelectuales y progresistas de la sociedad israelí –con quienes me siento identificado y cuento con la amistad de muchos de sus protagonistas– se han movilizado para protestar ante esta lamentable decisión del gobierno israelí. Una vasta cantidad de académicos y artistas se resisten a la tentación de dejarse llevar por las respuestas impulsivas de una derecha que juega con la emotividad y los miedos para reforzar ciertos prejuicios. Escritores de la talla de Amos Oz y David Grossman interpretan que Netanyahu, secundado por figuras que no han puesto al diálogo como prioridad de sus agendas, se niega a pensar de otro modo. Mi amigo Raanan Rein, reconocido profesor de la Universidad de Tel Aviv, cargado de preocupación, acaba de escribirme en estas aciagas horas que lo que quiere el actual gobierno israelí es hundir una esperanza de un acuerdo de paz con los palestinos que implique el establecimiento de un Estado soberano al lado del Estado de Israel.
Analistas del prestigioso diario Haaretz sostienen en los últimos días que el contexto histórico y geopolítico actual, puesto de manifiesto en, por ejemplo, el viraje político de Turquía y en las posiciones de un presidente como Obama, le exigen al liderazgo político israelí en su totalidad que debe, ante todo, interpretar y comprender la realidad de un modo distinto, y no como hace una década. Este es un momento que demanda de mucha lucidez y objetividad. Actuar frente a los nuevos y múltiples desafíos que el mundo presenta requiere de creatividad diplomática, madurez política, grandeza moral y audacia espiritual (como predecía A. J. Heschel). No hay posibilidad de dar pasos reales y ciertos si no hay estrategias de largo plazo ni decisiones firmes. A la par de esto, en esta saga tumultuosa resulta evidente que todo acto terrorista realizado por Hamas y otros grupos debe ser enfáticamente condenado.
Ahora, es difícil saber la dimensión del impacto de este triste incidente en el proceso de paz recién renovado, así como la señal en las relaciones de Israel con la comunidad internacional y en el vínculo entre árabes y judíos dentro de Israel. “Lo que sí sabemos –sostiene Jeremy Ben Ami, presidente del prestigioso grupo J. Street– es que hoy hay un clavo más en el ataúd de las anhelos de concluir con el conflicto palestino-israelí de manera pacífica. Por ello instamos a los líderes internacionales y regionales a que tomen la terrible noticia de estas jornadas como una oportunidad para trabajar, aún con más energía, en los esfuerzos inmediatos para poner fin al vínculo hostil.”
* Rabino.
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