Domingo, 15 de diciembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › LANUS, DE LA CRISIS Y EL DESCENSO A LO MAS ALTO DEL FUTBOL NACIONAL
El campeón de la Copa Sudamericana que hoy comienza a ilusionarse con la chance de ganar otro título avanzó en tres décadas y media lo que otros clubes no pudieron en cien años. Las claves de un crecimiento sostenido.
Por Gustavo Veiga
En varias de sus acepciones la palabra modelo significa “lo que ha de servir de objeto de imitación”. Descubrimos hace tiempo, hace tiempo y a lo lejos, que Lanús es un modelo de club al que casi nadie emula. ¿Cuál es la razón de su éxito entre tantos fracasos? Y no nos referimos sólo a los deportivos? Podríamos establecer dos principios rectores: la coherencia y también la continuidad de una escuela a la hora de gobernar esa asociación civil sin fines de lucro.
Lanús acaba de sumar un segundo título internacional a sus vitrinas. Es la consecuencia y no la causa de su bonanza económica y saludable estado institucional. Casi, casi lo logró en el triste aniversario de una fecha que podría considerarse su piedra basal. El 25 de noviembre pasado se cumplieron 35 años del descenso a la Primera C. El escalón más bajo de su historia.
Pero desde ahí, desde una situación bien diferente de la que pinta este presente –las deudas superaban los dos millones de dólares, había casi doscientos juicios en contra y apenas 2000 socios en sus registros– esta institución hoy prestigiosa surgió fortalecida y renovada. Hoy se nota con frecuencia. Sobre todo, por la tierra arrasada que se observa a su alrededor. No hace falta mencionar los malos ejemplos. Si hace mucha falta una bocanada de aire fresco en un fútbol argentino que se ha vuelto irrespirable por un sinfín de razones.
“Lanús es un paraíso, un club al que los jugadores que llegan no se quieren ir más. Sí acá hasta hubo algunos futbolistas que cobraron plata adelantada. Por eso solamente debemos preocuparnos por trabajar y, en mi caso, lo único que busco cuando viene un chico a probarse es que juegue bien”, declara Ramón Cabrero, el entrenador campeón del torneo Apertura 2007, un viejo sabio que hasta tiene una calle interna con su nombre en el polideportivo del club.
El fútbol es como la marquesina y la razón de ser entre la mayoría de los clubes argentinos. Lanús tiene esa matriz que arrastra desde el fondo de la historia. Si bien ocupa un lugar capital en su estructura, hace 35 años sus dirigentes decidieron que el fútbol no se comería todo. El básquetbol también importa y hasta hubo una época –en la década del ’70– que amortiguaba con sus excelentes campañas el declive pronunciado en que empezaba a caer el principal deporte.
Se hablaba más del uruguayo Víctor Hernández, Pellandini, Messina, Prato y Ucha que del arquero Sánchez, Nanni, Moralejo, Giachello y Benejú. Lanús se destacaba más por los clásicos contra Obras Sanitarias en el básquetbol, que por un equipo abonado al subibaja entre la Primera y Segunda División. En noviembre de 1977 descendió a Primera B después de una serie interminable de penales y al año siguiente bajó un escalón más, hasta la C. Con una curiosidad. Las dos veces jugó aquellos partidos decisivos con Platense y Villa Dálmine en el Viejo Gasómetro de San Lorenzo.
El ’78 de los argentinos derechos y humanos, el título mundial y las desapariciones de la dictadura genocida encontraron a Lanús en la tercera categoría del fútbol argentino que nunca había transitado desde 1931, cuando se instauró el profesionalismo. El club había tocado fondo. Pasó tres años en la C, se empezó a sanear de a poco y guiado por un presidente clave de su historia, el fallecido Carlos González, inició los años de siembra que arrojarían cosechas productivas, una tras otra.
A diferencia de muchos clubes donde cuentan los títulos antes que las obras, donde endeudarse es la norma e invertir la excepción, donde un balance es puro maquillaje y los números explican un desenlace de quiebra o convocatoria de acreedores, Lanús, como la nave de Fellini, va.
Desde las presidencias de González, Néstor Díaz Pérez y Héctor Solito a las de Emilio Chebel, Nicolás Russo y Alejandro Marón, puede que hayan cambiado los estilos de conducción, la relación con la AFA o las campañas deportivas, pero nunca se modificó el trazo grueso de la política. La política entendida como una herramienta para capitalizar los ingresos de una asociación civil en un estadio modelo; una infraestructura desarrollada en beneficio de los socios; una inserción en la comunidad que lo rodea que fluye desde su orientación social. Podrían enumerarse más obras, aunque no hace falta. Hay que ir al club y verlas.
Lanús no se quedó anclado en el tiempo, ni en el predio yermo que recibió durante la presidencia de Lorenzo D’Angelo en 1975. Lo llenó de contenido a lo largo de cuatro décadas, con más o menos ayuda del municipio, con más o menos convocatoria de socios, con más o menos éxitos deportivos. Creció y se modernizó en la sede social, amplió sus metros cuadrados con un anexo y está por comprar una nueva propiedad ubicada en Sitio de Montevideo 1547/51, de Lanús Este. Sus números tampoco son una entelequia. El último balance comprendido entre el 1º de septiembre de 2012 y el 31 de agosto de 2013 arrojó un superávit de 25.574.560,74 pesos, un incremento en el activo de un 21 por ciento y una suba del patrimonio neto de un 17 por ciento.
“Acá se trabaja con mucha tranquilidad y ganas de superarse para ser un club aún más importante de la Argentina”, dice Guillermo Barros Schelotto, el técnico campeón de la Copa Sudamericana. El Mellizo llegó durante la presidencia de Russo y continuó durante la de Marón. Dos dirigentes que tienen sus diferencias, pero que no modificaron por eso un proyecto donde lo que más importa es el club.
Tampoco cambió la forma de concebir al fútbol como una polea de transmisión para el crecimiento. Siempre se apostó al semillero y los resultados están a la vista. Lanús ha sido un buen vendedor, antes que un comprador compulsivo de jugadores. Transfirió por sumas millonarias a Ariel Ibagaza, Ariel López, Sebastián Leto, Diego Valeri, Eduardo Salvio, Sebastián Blanco, Lautaro Acosta, por nombrar tan sólo a un puñado de los valores que se formaron en el club. Pero también hizo muy buenos negocios con futbolistas que llegaron desde otros clubes: José Sand, su goleador en el primer y único título conseguido hasta ahora en Primera División, fue transferido al Al-Ain de los Emiratos Arabes por diez millones de dólares.
El desarrollo de Lanús hace comprensible el último título ante el Ponte Preta, que es como un higo maduro que se cayó del árbol. Nadie apuró su gestación. En todo caso, se trata de la consecuencia lógica de un proceso. Igual que en el cine, debe observarse como un plano secuencia, sin cortes, igual que si una cámara filmara una escena donde la acción nunca pierde continuidad. Lanús, un club ejemplo, una escuela de dirigentes, con tres niveles de educación, una reciente fundación y cantera inagotable de talentos (Junior Benítez es la figura emergente de este momento), es todo eso junto y mucho más. Cuesta entender por qué no tiene demasiados imitadores.
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