Domingo, 14 de junio de 2015 | Hoy
EL MUNDO › EL EX PRESIDENTE DENUNCIO UNA CAMPAÑA PARA DESTRUIR AL PARTIDO EN EL CONGRESO DEL PT
Buena parte de la alocución ante los delegados partidarios del líder petista fue dedicada a recordar cómo los medios habían dado por muerto al partido varias veces durante su presidencia. El congreso le dio un fuerte respaldo al gobierno de Dilma.
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
“El pueblo no es bobo, abajo la red Globo” corearon los participantes en el Congreso del PT concluido ayer en Salvador, capital de Bahía. Luiz Inácio Lula da Silva interrumpió por unos segundos su discurso, el más aplaudido de la noche, en implícito apoyo a la consigna sobre Globo siempre voceada en las manifestaciones populares desde la década del ’80 durante la transición hacia la democracia vigilada por los generales y los medios.
Ante Dilma Rousseff, la conducción del PT y funcionarios del gobierno, Lula abrió su exposición aclarando que algunos temas le revuelven el “hígado”. Seguramente se refería a los sabotajes contra él y su partido maquinados por la prensa privada con la complicidad de la derecha neoliberal de Aécio Neves y la integrista del ascendente titular de Diputados, el evangélico Eduardo Cunha: un híbrido de Sarah Palin (Tea Party) y José María Aznar.
Como siempre ocurre, la palabra del ex presidente es el momento fuerte de cualquier reunión petista aunque el discurso de cierre le correspondió a Dilma. La mandataria debió acortar un viaje oficial a Europa para llegar a la inauguración del Congreso, un gesto que fue valorado por los delegados petistas que, a pesar de las críticas al ajuste económico, brindó un respaldo claro a su gobierno.
Este fue el quinto congreso del PT la mayor fuerza de izquierda latinoamericana con 1,7 millones de afiliados y otros 200 mil cuya adhesión será formalizada en breve, según Rui Falcao.
El presidente del petista, Falcao, afirmó ayer, último día del evento, que “la militancia fue la gran vencedora pues pudo debatir, externar sus ideas y, como siempre, prevaleció la voluntad de la mayoría”. Fundado en 1980 por militantes e intelectuales de izquierda el PT surgió al calor de las huelgas encabezadas por Lula, el joven metalúrgico que desafió a la dictadura desde fines de los años ’70.
El partido celebra periódicamente “encuentros” pero sólo convoca a “congresos” en circunstancias que exigen definiciones de fondo. El primer congreso se realizó en 1991, dos años después de la derrota en las elecciones presidenciales de 1989 y la caída del Muro de Berlín ante la que se imponía actualizar el debate ideológico y revisar el mapa de ruta político.
Seis de los 28 minutos de la intervención de Lula el jueves pasado (se excluyen los saludos protocolares) fueron dedicados a “la más sórdida campaña de difamación sufrida por un partido” culpa de la mala praxis de los medios. “El 19 de junio (2005) una revista que era considerada muy importante en aquel tiempo publicó en la tapa una foto mía deformándose, y luego publicó una tapa con la foto del PT partiéndose. ¿Y qué pasó? Un año después fui reelecto”, reseñó Lula.
“El día 30 de agosto de 2007 un periodista que se considera el profeta de la política escribió un artículo diciendo que el partido estaba mortalmente herido y en 2010 elegimos a la compañera Dilma. En 2013 volvieron a escribir que el PT había acabado, el 1º de mayo de 2014 un bloguero bocón escribió ‘El PT comenzó a morir, ¡qué bien!’. El 7 de mayo un historiador que no conoce la historia escribió ‘adiós PT’ y meses después elegimos una vez más a Dilma. Hace diez años que anuncian la muerte del PT y seguimos aquí... golpeados pero vivos”, remató Lula, quien nunca había dedicado tanto tiempo a los medios en un congreso petista.
A ese pormenorizado recuento hecho por Lula se podrían agregar otros hitos. Como una portada casi circense de la revista Veja, de 2005, asegurando contar con pruebas, no aparecidas en la nota, sobre el financiamiento dado por la guerrilla colombiana de las FARC a las campañas del PT. Paréntesis: este año Veja escribió la alocada historia sobre Irán, Argentina y supuestas bancarias que nunca existieron. En octubre de 2014, a tres días del ballottage, ese mismo órgano opositor escribió que la candidata a la reelección, Dilma, estaba mezclada con la corrupción en Petrobras, basándose en declaraciones inciertas de un traficante de divisas reincidente. Noticia intoxicada de la que se hicieron eco Globo y el resto del mercado comunicacional, cómplices de un intento de golpe electoral fallido, por poco. Pues la falsa vinculación de Dilma con el escándalo de la petrolera dominó los noticiosos televisivos y diarios, causando una sangría de votos al PT que sólo se impuso por menos de 4 puntos sobre Aécio Neves en el segundo turno del 26 de octubre de 2014.
Y desde el lunes 27 de octubre a las diez de la mañana, cuando comenzó la ronda de negocios de la Bolsa de Valores de San Pablo el canal Globo News y las radios de Globo comenzaron a machacar sobre el disgusto del “mercado” ante la cuarta victoria consecutiva del PT.
Asediada, la presidenta reelecta, que había arrancado su primer mandato en 2011 plantando cara a los aprietes financieros, se vio obligada a nombrar al frente del ministerio de hacienda a Joaquim Levy, cuadro del mercado y ex funcionario del FMI, donde aplaudieron su designación. Siempre con Globo como comisario político el arco opositor enfiló hacia la campaña destituyente, al uso de la que se gestan en Venezuela, Argentina y, desde la semana pasada, también en Ecuador.
Agitados y propagandizados por Globo comenzaron a repetirse los actos por el impeachment de Dilma desde del domingo posterior a su reelección.
Ese discurso fue creciendo como un virus hasta desembocar en dos marchas, una de cientos de miles de personas celebrada en marzo, y otra menos convocante en abril, en las que se convocó a las fuerzas armadas para expulsar a los “corruptos” y “comunistas” instalados en el Palacio del Planalto (presidencia). Si bien esa prédica extremista muestra señales de agotamiento nadie puede descartar que resurjan nuevos brotes de cólera para debilitar más a la gestión de Dilma.
Como subproducto de este plan golpista surgieron patotas ultras. El Movimiento Brasil Libre o Vení a la Calle conquistaron la simpatía de jóvenes de clase media blanca como los que viajaron a Salvador la semana pasada para provocar a militantes del PT generando un roce en la plaza Brigadeiro Faria Rocha, cerca del hotel donde sesionaba el Congreso con sus más de 500 delegados. Fue ante semejante escenario que evoca el “nacimiento del nazismo y el fascismo” que Lula decidió iniciar su alocución refiriendo en extenso a la andanada mediática: pieza central de la realidad política brasileña.
Es cierto, como dice el líder petista, que hubo otros intentos para acabar con el partido. Pero también lo es que se ha desgastado el capital simbólico acumulado durante décadas por el PT debido a pertinaz hostilidad de los aparatos privados de hegemonía, con Globo como referencia. Y que en 12 años de gobiernos petistas no se alteraron las relaciones de producción informativas: a pesar del consenso existente en el PT no fue impulsada ninguna ley que imponga límites a la propiedad cruzada de medios ni a la concentración oligopólica.
Tampoco se alentó la formación de medios masivos privados para formular un relato que se contraponga a la versión dominante ante la cual sólo presentan resistencia algunos portales independientes y un grupo de blogueros embarcados en una guerrilla contrainformativa. Muy poco para hacer frente a Globo y los suyos. De todos modos el PT sigue contando con una base militante muy superior a cualquier otra fuerza brasileña y con Lula, un animal político y un león comunicacional que logró proezas como haber desmontado las campañas para el golpe blanco de 2005.
Ahora el ex mandatario deberá volver al ruedo no sólo para dar respaldo al gobierno de su compañera Dilma, sino para mantener vivo el anhelo de la mayoría del PT: ser candidato a un tercer mandato en las elecciones presidenciales de 2018.
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