Domingo, 12 de febrero de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
La controversia desatada en el progresismo por las caricaturas del Profeta Mahoma, acoplada a los ruidos nucleares cada vez más amenazantes provenientes de Teherán y los decadentes resultados de la invasión estadounidense de Irak, pueden oscurecer un dato fundamental: que fue el fundamentalismo islámico de derecha el que lanzó esta guerra contra el iluminismo y no al revés. Puede considerarse de mal gusto mostrar a Mahoma con una bomba en el lugar del turbante; sin embargo, la prensa árabe publica regularmente caricaturas de los israelíes enteramente dignas de un diario nazi, sin que los judíos de todo el mundo se lancen a quemar embajadas árabes en todo el mundo. Del mismo modo, una cosa es demandar respeto a los tabúes musulmanes –como mostrar al Profeta– dentro del mundo musulmán, y otra muy distinta exigirla en sociedades abiertas y laicas como las europeas. Dentro de estas manifestaciones donde poco hay de espontáneo y mucho de espoleado –una cumbre árabe en Arabia Saudita en diciembre decidió la propagación del odio antioccidental por medio de la difusión de las caricaturas, las auténticas y otras que no lo eran– subyace la muy seria decisión de exportar la Guerra Santa en posición de ofensiva a las sociedades occidentales; por eso, acatar en sociedades abiertas la prohibición de mostrar al Profeta se parece un poco a la incrustación de parte de la sharia –ley islámica fundamentalista– en las Constituciones de esas sociedades, y por eso parte de la prensa progresista europea, por provocativa que pueda parecer la decisión, resolvió reimprimir las caricaturas como forma de afirmar su identidad; “yo como cerdo y eso no me hace un antisemita”, como escribió el columnista Andrew Sullivan en el último número de la revista Time.
Lo que nos lleva a la crisis con Irán. El nuevo gobierno de línea dura de Mahmud Ahmadinejad, como varios que lo predecieron, aunque con intensidad renovada, está persiguiendo un programa nuclear que dice que tiene fines pacíficos, de suministro de electricidad. Esto viene de un país que tiene las segundas reservas petroleras comprobadas del mundo, y cuyo presidente se juramenta borrar a Israel del mapa casi todas las semanas. Esta semana, las cosas alcanzaron un estadio aparentemente crítico cuando la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) resolvió plantear el tema iraní ante el Consejo de Seguridad de la ONU. La posible amenaza de sanciones, dicen, podría disuadir a Irán de avanzar con su programa. Este columnista tiene un puente en Brooklyn para venderle a cualquiera que pueda creer en esta perspectiva. Para empezar, el acuerdo en la AIEA fue condicional al requerimiento de Rusia y China –dos miembros con derecho a veto del Consejo– de que el traslado del asunto a la ONU no derivara en sanciones; para seguir, Rusia –como China con Corea del Norte– es el principal suministrador de tecnología nuclear a Irán, y para rematar, también esta semana Moscú anunció que procederá con acuerdos preexistentes para suministrar a Teherán misiles antiaéreos diseñados para proteger sus instalaciones nucleares. El desenlace de este ajedrez puede preverse fácilmente: en marzo, el asunto iraní llega al Consejo de Seguridad; allí se estanca en interminables discusiones de fraseo; Estados Unidos y Gran Bretaña terminan proponiendo sanciones; el asunto va a votación; Rusia y China vetan las sanciones, y entonces Estados Unidos y/o Israel terminan bombardeando las instalaciones nucleares iraníes, de un modo parecido al que Israel destruyó en 1980 el reactor nuclear Osirak, en el Irak de Saddam Hussein. O algo bastante parecido.
Esto debería ocurrir bastante pronto, muy posiblemente en el curso de este año. Al revés que en Irak, la sospecha de la presencia de programas de armas de destrucción masiva en Irán ha sido suficiente como para que un cuerpo de más de 30 países como la Junta de Gobernadores de la AIEA admita llevarlo a la ONU (con Irak, el presidente de la AIEA, Mohammed ElBaradei, había sido consistentemene escéptico), y si la Inteligencia norteamericana prevé la adquisición iraní de armas nucleares en cuatro a10 años, la israelí teme que se materialice en uno. Ya hay planes en marcha. Los estrategas israelíes prevén bombardeos selectivos con bombas rompebúnkeres a las facilidades nucleares iraníes de Natanz e Isfahán; con eso, el programa nuclear iraní no quedaría destruido para siempre, pero sí seriamente devastado. El único problema técnico parece ser que los F-16 de la fuerza aérea israelí no tienen la suficiente autonomía de vuelo para llegar a Irán sin atravesar territorios árabes (el Océano Indico sería una ruta) y sin reabastecerse quién sabe donde, y el problema de fondo, que la guerra entre el Islam y Occidente está para quedarse.
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