Domingo, 16 de julio de 2006 | Hoy
EL MUNDO › ESCENARIO
Por Santiago O’Donnell
Hugo Chávez y Alvaro Uribe no tienen mucho en común. Uno es el cuco de Bush, el otro su mejor súbdito o aliado, según como se quiera interpretar la relación de fuerzas en los tratados de libre comercio o los programas antidroga como el Plan Colombia. No tendrán mucho en común, pero el otro día se mostraron muy juntos al anunciar la construcción de un gasoducto que unirá la costa colombiana sobre el océano Pacífico con la principal refinería de petróleo en Venezuela.
Colombia pone el gas. Venezuela, por una inversión de 200 millones de dólares, será la dueña de los caños. Para darle un marco regional al asunto fue invitado a la inauguración Martín Torrijos, el presidente de Panamá. La idea es usar el gasoducto para vender combustible barato a los empobrecidos países de América Central. El gasoducto está diseñado para que fluya en ambas direcciones, por lo que Venezuela tendrá por primera vez una boca en el Pacífico para venderles combustible a los gigantes de oriente. El problema es que Pdvsa, la petrolera estatal venezolana, no encuentra gas, así que por ahora lo trae de Colombia.
En los tiempos que corren, energía mata ideología. Alan García le ofrece gas peruano a Chile y Brasil, pero no tiene más reservas para exportar que las que ya le prometió a México. Bolivia apura a Brasil, Chile se enoja con Argentina, Venezuela se acerca a Colombia, Colombia se amiga al fin con Panamá, y todo por un tubo.
Mientras esto sucede, el policía duerme. Adam Isaacson, director de programas del Centro para las Políticas Internacionales, con sede en Washington, lo explica así en un artículo publicado por El Espectador de Colombia: “El gobierno de los Estados Unidos no está muy preocupado por la construcción de un nuevo gasoducto entre Venezuela y Colombia. Asimismo, no se quejó públicamente después de la nacionalización del gas en la Bolivia de Evo Morales. La razón es sencilla: Estados Unidos no vive de las importaciones de gas...Estados Unidos sólo importa el 15% del gas que utiliza, casi todo de Canadá. De hecho, Estados Unidos le exporta su gas a México”.
Muy distinta sería la situación si en vez de un gasoducto, Uribe y Chávez construyeran un oleoducto con el mismo trazado. El proyecto existe. “Estados Unidos importa 4 millones de barriles diarios de petróleo latinoamericano, principalmente de Venezuela, Ecuador y México. Esto representa el 30 por ciento de las importaciones y más del 20 por ciento de todo el petróleo que el país utiliza”, explica Isaacson, antes de lanzar desde Washington algo muy parecido a una amenaza. “Si los planes para construir este oleoducto logran avanzar, podemos esperar fuertes presiones desde Washington para dar fin al proyecto”, advierte. En otras palabras, no jodan con el petróleo.
Antes, para atraer la atención de Estados Unidos hacia algún país de la región alcanzaba con una revolución o algún desastre natural de proporciones bíblicas. Ahora hay que construir un oleoducto. Todos tenemos un costado sensible. Es la energía, estúpido.
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