Miércoles, 19 de julio de 2006 | Hoy
La violencia entre las etnias sunnita y chiíta está fuera de control. Un atentado en una mezquita ayer causó 59 muertos.
Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
Una guerra civil entre los sunnitas y los chiítas musulmanes se está expandiendo rápidamente por todo el centro de Irak. Cada comunidad busca venganza por la última masacre. Un terrorista suicida manejando una camioneta llena de explosivos se inmoló ayer en la puerta de la mezquita con el domo dorado de Kufa, matando a por lo menos 59 e hiriendo a 132 chiítas. En los últimos diez días, mientras el mundo ha estado absorto con la guerra en el Líbano, las masacres sectarias ocurren casi a diario, y los observadores empiezan a temer porque el nivel de matanzas se acerque al de Ruanda inmediatamente antes del genocidio de 1994. En un lugar preciso de la ribera occidental del río Tigris en el norte de Bagdad, entre 10 y 12 cuerpos son devueltos a la playa todos los días.
En Kufa, una ciudad sobre el Eufrates al sur de Bagdad, el terrorista suicida condujo su vehículo hacia una polvorienta plaza a treinta metros del santuario chiíta, a las 7.30. Sabía que se reunían ahí jornaleros en busca de trabajo. Dijo: “Necesito jornaleros” y se treparon todos a su camioneta que explotó pocos minutos más tarde, matándolos y a los otros trabajadores que estaban parados ahí. “Cuatro primos míos murieron”, dijo Nasir Feisal, que sobrevivió a la explosión. “Estaban parados al lado de la camioneta. Sus cuerpos quedaron desparramados lejos por la explosión.
La escalada dramática en las matanzas sectarias comenzó el 9 de julio, cuando hombres chiítas vestidos de negro acordonaron el distrito mayormente sunnita de Al Jihad, en el oeste de Bagdad, y asesinaron a cada sunnita que identificaron y mataron a más de 40 después de mirar sus tarjetas de identidad. Desde entonces, todos los días la masacre fue ojo por ojo. El fracaso del gobierno recientemente formado de Nouri al Maliki para detener las matanzas masivas, lo ha desacreditado rápidamente. Las milicias chiítas y sunnitas –en el último caso los insurgentes luchando contra los estadounidenses– se están fortaleciendo a medida que la gente los busca para obtener protección. Después de la explosión en Kufa, multitudes furiosas le tiraban piedras a la policía exigiendo que los hombres de la milicia del Ejército Mehdi, seguidores del clérigo nacionalista Muqtada al Sadr, se hicieran cargo de la seguridad de la ciudad.
En gran parte de Bagdad, las milicias se han hecho cargo y están matando o echando a los grupos minoritarios. Es muy fácil que a uno lo maten en cualquier lugar en Irak central, donde un tercio de los 27 millones viven, si pertenece a la secta equivocada. Mucha gente lleva dos tarjetas de identidad, una falsificada a un costo de 60 dólares, de manera que pueden afirmar ser sunnitas en los puestos de control sunnitas y chiítas en los puestos de control chiítas. Aún esto puede no ser suficiente para permanecer con vida. Conscientes de la cantidad de papeles de identidad falsificados, los puestos de control del Ejército Mehdi en el distrito mayormente chiíta de Shu’ala en la parte occidental de Bagdad han comenzado a hacerles preguntas a los conductores sobre la teología chiíta a la que un sunnita no sabría responder. Un hombre, que era en realidad chiíta, pasó la prueba pero luego fue ejecutado porque estaba manejando un auto con la patente de Anbar, una provincia totalmente sunnita.
Mientras la Casa Blanca y Downing Street todavía se niegan a usar la frase “guerra civil”, los iraquíes en el centro del país están seguros que esto es lo que está pasando.
*De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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