Decenas de miles de manifestantes de la oposición liderada por el grupo chiíta libanés Hezbolá continuaban paralizando ayer el centro de Beirut por segundo día consecutivo. El objetivo: derrocar al gobierno del primer ministro Foud Siniora, al que califican de prooccidental. Los manifestantes, miembros de los grupos chiítas proiraníes Amal y Hezbolá y de la Corriente Patriótica Libre del cristiano Michel Aoun, ocupan desde el viernes el centro de Beirut, donde instalaron unas 50 carpas después de la multitudinaria manifestación en la que algunos grupos bloquearon la entrada al palacio del gobierno. La mayoría de los negocios, restaurantes y bares mantenían sus puertas cerradas, así como los bancos e instituciones financieras de esa área. Los manifestantes continuaban debajo de las ventanas de la sede del Gobierno y estaban determinados a quedarse hasta obtener su objetivo. “Los problemas no pueden ser resueltos en la calle por amenazas y presiones, sino a través de la reanudación del diálogo”, afirmó el premier Siniora ayer para intentar abrir el diálogo, en su primera aparición pública desde el inicio de las protestas. Pero los manifestantes rechazaron ese llamamiento, e insistieron: “No negociaremos”. Los manifestantes continuaban coreando los mismos eslóganes que la víspera: “Siniora, vete”, “Siniora, Ali Babá, es un ladrón, que se vaya”, “queremos libertad, un gobierno árabe y nacional”. El diálogo fue interrumpido tras la renuncia de seis ministros prosirios, que rechazaron apoyar la creación de un tribunal internacional para el juzgamiento de los acusados del asesinato del ex premier libanés antisirio Rafik Hariri. Hariri murió en un atentado en febrero de 2005, del cual todas las sospechas apuntan a Siria. Además de estar en contra de ese tribunal, Hezbolá acusa al gobierno de Siniora de no haberlo apoyado durante la guerra no declarada de Israel contra el Líbano, entre julio y agosto, y de no haber dado el dinero prometido a las familias que perdieron sus casas.