Domingo, 20 de mayo de 2007 | Hoy
EL MUNDO › LA REACCION ISRAELI A LA VIOLENCIA EN LOS TERRITORIOS OCUPADOS
Mientras un millonario israelí financia la evacuación de la asediada ciudad fronteriza, en Gaza los civiles no pueden salir a la calle.
Por Sergio Rotbart
Desde Sderot
Las fuentes oficiales vinculadas con el Ministerio de Defensa tienen una explicación de los ataques con cohetes Qassam que volvieron a alterar la rutina de los poblados israelíes lindantes con la Franja de Gaza. Los medios se encargaron de difundirla: se trata de un intento del movimiento Hamas destinado a desplazar la atención concentrada en la violencia intrapalestina hacia una nueva ronda del combate contra el “principal enemigo”, Israel.
Ciertamente, los lanzamientos de proyectiles contra Sderot y otros blancos israelíes próximos a la localidad sureña se reanudaron en el momento en que los enfrentamientos entre Hamas y Fatah parecían convertir a todos los habitantes de Gaza en rehenes de la mortal dinámica de ajuste de cuentas de sus bandas armadas. Así lo percibieron los periodistas que, ante el asedio de militantes de Hamas al edificio en que se hallaban, durante algunas horas encontraron refugio forzado en una de sus oficinas. Instalados en el techo del mismo edificio, francotiradores disparaban contra hombres del Fatah, mientras que en la calle otros milicianos del movimiento islamista detenían y revisaban la documentación de los pocos transeúntes, conductores y hasta ciclistas que, pese al revuelo infernal, transitaban por la zona.
La “contención” adoptada y exhibida por el gobierno israelí ante la situación de Gaza duró mientras las noticias estaban focalizadas en la sangrienta escalada en el conflicto entre los dos movimientos palestinos rivales, esta vez guiada por la firme decisión del Hamas de golpear duramente al Fatah antes de que éste logre rearmarse. Cuando los ataques contra Sderot con cohetes Qassam pasaron a ocupar el lugar central de la pantalla de televisión, la no intervención quedó descartada. Ante las críticas de la oposición y las exigencias de reacción provenientes de los habitantes de la ciudad atacada, el gabinete de Defensa encabezado por el premier Ehud Olmert dio orden de realizar ataques de la fuerza aérea contra blancos de Hamas en Gaza. Además, blindados y tropas terrestres se posicionaron en el norte de la franja, por el momento sin intención de ingresar de manera profunda en su interior.
Los bombardeos israelíes acrecentaron la paralización de la vida cotidiana en Gaza. La gente, en su gran mayoría, no sale de sus casas. No hay clases ni concurrencia al trabajo, ni siquiera por parte de aquellos que cuentan con alguno. El que sale a la calle arriesga su vida. Uno de los periodistas atrapado en el edificio tomado por Hamas cuenta ante la cámara de un colega: “Muchos habitantes de Gaza quieren abandonar la franja, pero no tienen cómo hacerlo. ¿Cómo hacen para llegar al paso fronterizo de Rafah, si no hay automóviles? Y si llegaran hasta allí, la frontera con Egipto está cerrada”.
En Sderot, la localidad israelí próxima a Gaza, cientos de personas fueron evacuadas de manera temporal ante el peligro a sus vidas y la amenaza contra su seguridad que implican los lanzamientos continuos de cohetes Qassam. El megaempresario Arcadi Gaydamak financió el viaje y la estadía en hoteles de cerca de 800, en tanto que, presionado por las circunstancias, el Ministerio de Defensa imitó esa iniciativa y alojó a alrededor de 1500 ciudadanos en colonias de vacaciones. Pese a que los ataques a la zona comenzaron en 2001, tras el inicio de la segunda intifada, las casas de los habitantes aún no han sido equipadas con la protección adecuada, como lo prometió Ehud Olmert el pasado febrero. El presupuesto para tal fin, hasta el momento, no ha sido aprobado. Ninguno de los 58 refugios públicos de Sderot cuenta con las condiciones propicias para albergar a personas durante un período prolongado. De acuerdo con el oficial de seguridad de la localidad, “en 30 de esos refugios no hay instalaciones básicas como electricidad, y no es posible permanecer en ellos más de cinco minutos”. En el marco de la ausencia del presupuesto estatal, sobresalen las iniciativas privadas como la de Gaydamak, que propuso un proyecto de construcción de infraestructura defensiva para Sderot, y la emprendida por el Fondo de la Amistad, sustentado por donaciones de evangelistas norteamericanos, con la intención de restaurar los refugios del lugar.
La vez anterior que el magnate (hay quienes lo llaman “oligarca”) ruso-israelí Arcadi Gaydamak intervino en la evacuación parcial de los habitantes de Sderot, en noviembre del año pasado, Olmert decidió pactar, sin dilaciones, un cese de fuego que pusiera fin a la expuesta incapacidad del gobierno para eliminar por la vía militar la amenaza de los cohetes Qassam. La lluvia de proyectiles disparados desde Gaza mermó, por cierto, pero no cesó completamente. La organización Jihad Islámica continuó con las agresiones, argumentado que lo hacía en respuesta a la ejecución de sus miembros por parte del ejército israelí en Cisjordania, donde el cese de fuego nunca fue aplicado. A ella se sumaron, luego, Hamas y Fatah, que ya no aceptaban la separación entre Gaza y Cisjordania creada por Israel desde la retirada unilateral de la primera, donde se cuidaría la calma relativa, pero que le permitía continuar el accionar militar en la segunda.
La intensificación de los ataques desde Gaza a Israel, ahora, coloca al gobierno israelí ante un dilema difícil: por un lado, es muy poco probable que alguna autoridad palestina pueda imponer una tregua en el caos reinante y, por el otro, la dirigencia israelí, que sobrevive a una aguda crisis de credibilidad tras la guerra del Líbano, carece del respaldo necesario para decidir un ingreso masivo y prolongado de tropas terrestres al territorio palestino.
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