Viernes, 1 de junio de 2007 | Hoy
EL MUNDO › LOS OBISPOS LATINOAMERICANOS FIJARON SUS METAS EN APARECIDA
El documento final de los obispos en la V Conferencia de la Celam, de la que participaron diez representantes de Argentina, pone el acento en los “católicos alejados que no conocen a Jesucristo”. También reivindica la opción por los pobres y la cultura indígena.
Por Washington Uranga
Al finalizar ayer la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que estuvo reunida durante tres semanas en Aparecida (Brasil) y de la que participaron aproximadamente dos centenares de obispos católicos más asesores e invitados, la jerarquía de la Iglesia reafirmó “nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres”, respaldó el derecho de los pueblos indígenas de defender sus valores, llamó a combatir la corrupción, el enriquecimiento ilícito, las guerras, el aborto, el secuestro, la violencia armada, el terrorismo, la explotación sexual y el narcotráfico. En el mismo texto los obispos se comprometieron a “contribuir para garantizar condiciones de vida digna: salud, alimentación, educación, vivienda y trabajo para todos” y convocaron a “la gran misión continental” que “nos impulse, de manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo”. Del encuentro participaron diez obispos argentinos.
Las deliberaciones de la asamblea episcopal, que fue inaugurada el pasado día 13 de mayo por Benedicto XVI, fueron clausuradas por el cardenal Giovanni Batista Re, prefecto (máxima autoridad) de la Congregación de los Obispos del Vaticano. Según Re, “esta conferencia ha sido vivaz, creativa y profundamente comprometida con el bien de América latina. La misa de clausura fue presidida por el cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
Al terminar sus deliberaciones, los obispos católicos emitieron un mensaje “a los pueblos”, de apenas cuatro páginas, y difundieron un resumen de lo que será el documento final de la Conferencia con sus principales conclusiones. Este último, que antes de conocerse públicamente será revisado por el Vaticano y por Benedicto XVI, es un texto cercano a las cien páginas en el que se hace un análisis crítico de la realidad latinoamericana en sus aspectos sociales y eclesiales, una reflexión cristiana sobre la misma y se proponen líneas de acción para la Iglesia.
El documento final es el resultado de la producción colectiva y de profundos debates, a tal punto que en su última redacción recibió 2097 sugerencias de enmiendas (“modos”, en el lenguaje eclesiástico) de los participantes. Algunos momentos de tensión se produjeron cuando varios de los obispos señalaron que el texto que se sometía a aprobación no reflejaba todos los trabajos de las comisiones y subcomisiones. Ciertas cuestiones como el compromiso de la Iglesia con los más pobres y excluidos, algunos conceptos que los sectores más conservadores relacionaban con “la teología india” e incluso el esquema general del documento, finalmente ordenado bajo el esquema de “ver, juzgar, actuar”, fueron el centro de los debates. Otros participantes denunciaron que, por directa intromisión de la delegación vaticana, párrafos enteros aprobados en las comisiones desaparecieron de los borradores que luego eran sometidos a la asamblea para su aprobación. Por reacciones de los propios obispos, muchos de estos párrafos se reinsertaron en el documento final. La comisión de redacción del texto estuvo presidida por el cardenal argentino Jorge Bergoglio.
“Las agudas diferencias entre ricos y pobres nos invitan a trabajar con mayor empeño en ser discípulos que saben compartir la mesa de la vida, mesa de todos los hijos e hijas del Padre, mesa abierta, incluyente, en la que no falte nadie”, dicen los obispos al reafirmar “nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres. Hay también una invitación “a todos los dirigentes de nuestras naciones a defender la verdad y a velar por el inviolable y sagrado derecho a la vida y la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta la muerte natural”.
El documento episcopal incorpora una perspectiva ambientalista al invitar a “cuidar nuestra casa común, la Tierra, amenazada de destrucción”, mientras que la Iglesia se compromete a “favorecer un desarrollo humano y sostenible, basado en la justa distribución de las riquezas y la comunión de los bienes entre todos los pueblos”.
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