Domingo, 3 de junio de 2007 | Hoy
El ejército libanés bombardeó durante 36 horas seguidas a las milicias de Fatah al Islam en un campamento de refugiados palestinos con el visto bueno de la OLP. Murieron seis soldados.
El gobierno libanés está determinado a conseguir la rendición del grupo palestino radical Fatah al Islam por la vía militar. El Ejército reanudó los ataques contra el campo de refugiados palestino Nahr al Bared y ya lleva más de 36 horas ininterrumpidas de bombardeos y al menos 18 muertos –seis soldados libaneses y doce civiles (todavía no se sabe cuántos son refugiados y cuántos milicianos)–. Anoche, el Ejército libanés se había desplegado en todas las entradas del campo, lo que generó rumores sobre una posible intervención militar. Después de los primeros enfrentamientos, la Organización de Liberación Palestina (OLP), la única que tiene autoridad legal dentro del territorio de Nahr al Bared, ya les dio autorización a los militares libaneses.
El primer ministro libanés, Fuad Siniora, fue muy claro ayer. “La batalla continuará hasta erradicar a los terroristas”, aseguró el mandatario, mientras los disparos y las hélices de los helicópteros libaneses sonaban sobre el campo de refugiados. La respuesta de los islamistas fue igual de contundente. “No nos rendiremos y combatiremos hasta la última gota de sangre”, aseguró el portavoz de Fatah al Islam, Abu Salim Taha. Ayer el gobierno anunció que detuvieron al menos a 10 milicianos desde que retomaron los ataques y, según sus cálculos, sólo quedarían unos 250 en armas.
El problema de Siniora es que junto a los 250 milicianos también habría unos tres mil palestinos refugiados dentro del campo –según la agencia de Naciones Unidas para la Ayuda a los Refugiados Palestinos serían cinco mil–. En total, el gobierno estima que cerca de 37 mil refugiados palestinos lograron escapar, aprovechando los días de tregua. Muchos de ellos aún caminan al costado de las rutas en el norte libanés. Según Beirut y las organizaciones humanitarias, los pocos que siguen en el campo estarían siendo obligados por los milicianos de Fatah al Islam a quedarse como escudos humanos.
Pero la situación de los milicianos es cada vez más débil, después de casi dos semanas de asedio. Todos los accesos al campo están bloqueados por el Ejército. Nahr el Bared está rodeado al oeste por el mar, donde cada vez hay más naves de la Marina libanesa, y al este por la ruta que lleva a la frontera siria. La puerta principal, en las afueras de la ciudad de Tripoli, está vigilada por unos 50 tanques y vehículos blindados. Lo único que falta es que el gobierno tome la decisión de entrar en el campo. “El Ejército está a punto de efectuar una operación quirúrgica para extirpar a los 250 combatientes de Fatah al Islam de Nahr al Bared”, informó el premier.
Las palabras de Siniora fueron interpretadas en el Líbano como una última advertencia para que los islamitas se rindan y entreguen sus armas. Al comienzo del conflicto era impensado que el Ejército ingresara en el campo de refugiados. Hace 40 años, el gobierno libanés y las autoridades de la OLP firmaron un acuerdo que aseguraba que los campos como el de Nahr al Bared quedaran bajo control de la organización palestina. Frente a los duros combates de la última semana y a las diferencias entre la conducción de la OLP y Fatah al Islam, la organización creada por Yasser Arafat decidió autorizar el ingreso de las fuerzas libanesas.
Fatah al Islam se hizo conocido recién en noviembre de 2006. Demuestra abiertamente su cercanía ideológica con la red terrorista Al Qaida y está acusada por el gobierno libanés de estar relacionado con los servicios secretos sirios. Aunque se cree que su cúpula es palestina, en sus filas predominarían otras nacionalidades. La reanudación de los ataques, tanto de un lado como del otro, rompió un proceso de negociación que tenía como intermediador a la Liga de los Ulemas palestinos, un movimiento cercano a la fuerza islamita Hamas. Las posiciones expresadas ayer tanto por el gobierno como por los milicianos de Fatah al Islam hacen muy difícil presagiar un nuevo acercamiento. En lo que va del conflicto, el mayor desde la guerra civil, ya habrían muertos casi cien personas.
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