Domingo, 17 de octubre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › PIDE INVESTIGAR LAS CAUSAS DEL DERRUMBE
Por Emilio Ruchansky
Desde Bahía Inglesa
Hay un par de cuestiones que tienen pasado de revoluciones a este sobreviviente, “hiperventilao”, como se dice en Chile. “¿Qué es lo que realmente se sabe del derrumbe? ¿Qué publican los diarios?”, pregunta. Paulina Palazzo Rojas, la voluntaria, le aclara que al principio, en agosto, se hablaba más sobre las fallas de seguridad pero ahora no se menciona el tema. Este cronista le relata lo que sabe sobre lo hecho por su abogado y el de otros 28 mineros sobre el juicio a la empresa y al Estado por no controlarla. Juan Illanes suspira. Las respuestas no lo conforman. Entiende que hay un cerco mediático en su país. Entiende que la empresa bien pudo haber borrado pruebas. Entiende también que tal vez le ofrezcan dinero en alguna mediación para evitar juicios contra el Estado.
“Nada de eso. Yo quiero justicia, quiero llegar al fondo de todo esto. ¿Cuándo se junta nuestro abogado con el fiscal? ¿El martes? Antes voy a hablar con nuestro abogado. Yo vi muchas cosas pero no sé si servirán de pruebas”, dice en un momento. El fiscal a cargo, Héctor Mella Farías, declaró que va a esperar un tiempo antes de llamar a declarar a los sobrevivientes. “Pero si yo estoy listo para hablar”, insiste Illanes y pide el block del cronista para explicar una de sus hipótesis. “Yo creo que la mina se derrumbó por la forma en que los dueños la estaban trabajando, no fue un accidente como ellos quieren hacer creer”, asegura.
Entonces dibuja un zigzag que representa los túneles de la mina. Anota, cerca de la boca mina, en el nivel 430, una pequeña desviación y un túnel paralelo. “Ellos hicieron ese túnel paralelo pensando que había mineral, pero como no había lo llenaron con piedras de baja ley (poco valor). Es algo que se hace por seguridad, para estabilizar la mina. Pero después, más abajo, en el nivel 180, se dieron cuenta de que había mineral debajo de todas esas rocas que tiraron y vaciaron ese túnel paralelo. Sacaron el mineral que encontraron y no lo volvieron a llenar. Cuando el cerro cruje y caen rocas desde el nivel 430, al estar vacío ese túnel paralelo, caen más pesadas y desmoronan los túneles”, explica.
–¿Qué otras cuestiones de seguridad no se cumplían?
–La más importante es la que habría previsto el derrumbe: un aparato para medir la actividad sísmica del cerro y no por los terremotos... La empresa dejó armada la cabina donde va el aparato pero nunca instaló el aparato. Con eso se hacen registros sísmicos porque, al estar sobreexplotada la mina, siempre hay movimientos dentro, la roca se va acomodando. Con esa máquina se puede alertar cuando hay mucha actividad y prevenir los accidentes.
–Hubo un conductor de camión que logró salir de la mina cuando fue el derrumbe, Raúl Villegas. El dice que le contó de inmediato al gerente de la mina (Pedro Simunovic) pero le contestó que sólo se habían caído “unos planchones”.
–¡Cómo iba a saber eso el gerente! Ojalá no cambien el escenario, no toquen nada. Porque si vuelven abajo van a ver que esa máquina no está instalada. Y es una medida de seguridad básica para trabajar.
–Gabriel Mesa, el fiscal jefe de Caldera, dice que no hace falta por ahora bajar para tomar pruebas, porque además las condiciones son inseguras debajo de la mina...
–(Se ríe, menea la cabeza.) Ojalá que nuestros testimonios sean suficientes. Entre los 33 que nos quedamos abajo, algunos saben las cosas que hacía la empresa y van a testificar en contra. De todas formas, si colocan ese aparato para medir los movimientos sísmicos dentro de la mina, se puede hacer una estadística que arroja los momentos seguros para bajar y hacer las pericias.
–Otro tema que ya no se menciona es que no estaban terminadas las escaleras de la chimenea de ventilación. Ustedes podrían haber huido por ahí.
–Carlos Barrios y Florencio Avalos lo intentaron. Estaba a tres metros del principio de la escalera. Lograron subir. Pero la escalera termina cuando toca el túnel que tiene arriba y ahí empieza de nuevo. Pasaron dos túneles y ya no había escaleras. ¿Sabe dónde estaban esas escaleras que no habían colocado? Estaban guardadas, ¡escondidas!, dentro del edificio de la bodega. No terminaron de ponerlas, pero bien pueden presentar en el juicio las facturas de que las compraron... Me imagino que ya debe haber alguna medida judicial para que no toquen nada, ni el Estado ni los dueños.
–Todavía no.
–(Mira a un costado.) ¡Hijo! Se hizo tarde para llamar al abogado, ¿no? Me haces acordar que lo llame mañana cuando me levante. No te olvides.
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