Desplazarse es un desafío. Algunos afortunados que van en bici zumban junto a los peatones que levantan el brazo en un intento por parar un taxi, casi siempre en vano.

Cuando Margarita Seeber, enfermera, ve que se detiende un taxi, se echa a correr a toda velocidad para alcanzarlo. Su novio, Francisco Albistor, de 30 años y argentino como ella, lo sigue de cerca. Para esta pareja que viene por primera vez a Nueva York, las vacaciones quedaron algo arruinadas por la tormenta. “Llegamos aquí el domingo por la mañana, no habíamos escuchado nada (de Sandy) antes de salir de Buenos Aires. Estamos en el hotel Mondrian de Soho, donde no hay ni luz ni agua. Distribuyeron botellas de agua. No hay casi nada para comer. En el desayuno sirvieron frutas, pero anoche sólo nos dieron un trozo de pan y queso que repartió una mucama”, explica Margarita.

Los dos van a intentar encontrar un café abierto para comer algo. Luego tienen previsto pasear en Central Park, pero todavía no saben que lo encontrarán cerrado.