Jueves, 13 de julio de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Pablo González Casanova *
Si razonamos y hablamos con exactitud podemos decir que ésta no es democracia. A lo más es un camino en que si el pueblo se organiza y lucha pacíficamente en defensa del sufragio efectivo puede lograr que se reconozcan las irregularidades de las elecciones del 2 de julio y que éstas se revisen e incluso que las elecciones se anulen.
Más difícil parece que se esclarezcan de tal modo que no haya lugar a dudas sobre López Obrador como el candidato triunfante y que así lo acepten el PRI y el PAN, la Presidencia de la República, la patronal y las antiguas y nuevas metrópolis de Washington y Madrid, con poderosos aliados y subordinados, y con los “medios de masas” que ya proclamaron su gloriosa victoria.
Las elecciones de 2006 no son unas “elecciones de Estado” como las anteriores, sino el nuevo tipo de elecciones del Estado-Mundo, trasnacional y emergente, que cuenta entre sus “nódulos” o colaboradores asociados y subordinados a numerosos estados y regímenes políticos de las metrópolis y de las periferias.
Todos los estados y regímenes políticos del mundo se encuentran desde 1972-80 (desde Pinochet, Reagan y la Thatcher) en proceso de desestructuración y reestructuración funcional. El objetivo final del nuevo modo o modelo de dominación y acumulación es lograr algo que combina lo funcional con lo dialéctico y con lo práctico y a lo que los nuevos “expertos” llaman “gobernanza”. Por “gobernanza” entienden el arte de construir estados, gobiernos y elecciones funcionales al Estado Trasnacional emergente, el cual integra a los complejos empresariales- militares que lo crean para asegurar su dominación y acumulación. La “gobernanza” se hace efectiva con “estrategias de largo alcance” que se aplican entre luchas, enfrentamientos y negociaciones, escogiendo con un sentido práctico las medidas que se toman en un momento y lugar dados para alcanzar los objetivos de sus “valores e intereses” en forma inmediata, o en varias etapas, cuando sea necesario.
Al mismo tiempo, la “izquierda” (en un sentido más amplio) está dividida. Una parte importante considera que el proyecto de López Obrador es insuficiente y que la composición del frente que ha formado hace inviable que cumpla sus ofrecimientos, dada su política de alianzas con fuerzas que participaron en la contrarreforma al derecho agrario en regímenes anteriores, que rechazaron en el actual la ley sobre derechos de los pueblos indios y que aprobaron por unanimidad la ley Televisa, que concentra aún más el control de los medios de comunicación. Otra posición en la (amplia) izquierda, entre los “grandes intelectuales”, numerosos obreros y cuadros de sindicatos y representantes genuinos de pueblos, y maestros y estudiantes, empleados, marginados urbanos y semiurbanos, pequeños propietarios, trabajadores de la cultura y de los medios es la que apoya a López Obrador en el proceso electoral y considera que AMLO va a ser un gran gobernante, y que “sí le va a cumplir al pueblo”.
Hoy claramente toda la izquierda debe tomar una medida de efectos prácticos e inmediatos, a reserva de que cada vez sean más gentes quienes construyan tanto una política de corto como de largo plazo y que sin olvidar los principios ni negociar con ellos, muestren su firmeza y moral pública en la verdadera defensa de la lucha legal y pacífica de los pueblos, los ciudadanos y los trabajadores de México. Si el razonamiento anterior parece mera retórica o mera “opinión”, no lo es. Corresponde a un apremio práctico que podemos hacer efectivo.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
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