El miércoles en Irlanda Blair hará el anuncio formal de su renuncia a la jefatura partidaria, activando el mecanismo de elección interna del líder del Laborismo, quien asumirá en unas siete semanas como primer ministro. Blair es el primer líder laborista que gobierna diez años seguidos y el segundo luego de Margaret Thatcher en permanencia en el poder en los últimos 100 años. Esto es objetivo, cuantificable. El legado de su década en el poder es mucho más difícil de medir. Haciéndose eco sobre el debate que ha habido sobre este tema, el semanario satírico Private Eye mostró esta semana en su portada a Tony Blair con una lupa gigantesca diciendo con asombro, como si hubiera encontrado algo minúsculo después de una búsqueda afanosa, “Oh look it’s my legacy” (oh, miren mi legado). Una encuesta publicada antes de las elecciones de este jueves decía que, a pesar de los logros en Irlanda y a haber sobrevivido una década en lo más alto del poder, haga lo que haga, el primer ministro será recordado por una cosa: la guerra de Irak y su alianza incondicional con George W. Bush.