Domingo, 19 de octubre de 2008 | Hoy
EL PAíS › PRIMER JUICIO ORAL Y PUBLICO POR CRIMENES DE LA ULTIMA DICTADURA EN SAN LUIS
Los acusados son dos militares y tres ex comisarios de la policía provincial. Serán juzgados por cuatro secuestros y tormentos, dos desapariciones y un asesinato. Un obispo que pidió hacer desaparecer a un cura, entre los testigos.
Por Diego Martínez
Con dos militares y tres ex comisarios de la policía provincial en el banquillo, comenzará mañana en San Luis el primer juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad de la región de Cuyo, sexto del interior del país durante 2008. El Tribunal Oral Federal puntano juzgará a los represores por cuatro secuestros y tormentos, dos desapariciones forzadas y el asesinato de Graciela Fiochetti. Entre el centenar de testigos sobresale el obispo emérito Juan Rodolfo Laise, que en 1976 encomendó al coronel Miguel Angel Fernández Gez “hacer desaparecer” a un cura que había dejado los hábitos y pretendía casarse. Para evitarle el mal trago, el abogado del obispado de San Luis, Jorge Marcelo Shortrede, solicitó que Laise declare por escrito desde su residencia en Foggia, Italia. Ante la posibilidad de que los jueces Raúl Rodríguez, Jorge Burat y Roberto Naciff no se dejen amedrentar e indiferente a la división Estado/Iglesia, el militante Shortrede (ver recuadro) hizo “expresa reserva de cursar comunicación al Nuncio Apostólico, monseñor Adriano Bernardini”.
Los acusados son Fernández Gez, el capitán Carlos Esteban Plá y los ex comisarios Víctor David Becerra, Juan Carlos Pérez y Luis Alberto Orozco. Fernández Gez era en 1976 jefe del Comando de Artillería 141 y del área militar 333. El Chueco Plá era el subjefe de la policía provincial, participaba en persona de los secuestros e interrogatorios bajo tortura y está sindicado como autor material del asesinato de Fiochetti. Fue detenido en 2007, tras dos años prófugo. Becerra, Pérez y Orozco eran jefe, subjefe y encargado de la división investigaciones (D2) de la policía provincial.
El 20 de septiembre de 1976 los subordinados de Plá detuvieron a Pedro Valentín Ledesma. Durante la madrugada del 21 secuestraron en la localidad de La Toma a Graciela Fiochetti y Víctor Fernández, militantes de la Juventud Peronista. Tras las torturas de rigor, Fernández fue liberado. Cuando familiares de Fiochetti se presentaron ante Plá e invocaron saber que la joven estaba en su poder, el capitán ordenó volver a detener a Fernández, que fue torturado durante 28 días y sobrevivió para contarlo.
Pedro Valentín Ledesma supo que habían detenido a su hijo la misma madrugada del 20 de septiembre, cuando Plá y sus muchachos fueron a dar vuelta su casa. Recién el 22 logró que el militar lo recibiera.
–En unos días va a poder ver a Pedro –prometió Plá–. ¿En qué se moviliza? –quiso saber.
–En bicicleta –respondió el hombre.
–Busque un amigo con auto. Es peligroso –le advirtió.
Ledesma buscó al jefe de la Policía Federal para informarle pero la esposa le explicó que estaba reunido con los provinciales “porque detuvieron a subversivos”. Al llegar a su casa supo que Plá quería hablarle. Fue con un amigo.
–¿En qué anda? –insistió Plá.
–En auto. Seguí su consejo.
Plá ordenó que el amigo, que era el dueño del auto, se fuera.
–Ledesma se tiene que ir sólo con su hijo. Y no pase a la noche por la casa –le advirtió.
Cuando quedaron solos, Plá le dijo a Ledesma que “el pibe no tiene nada que ver”. Le sugirió que por quince días no saliera de su casa y que no pisara la universidad, donde estudiaba Pedagogía. Padre e hijo se abrazaron. El joven firmó el acta de liberación.
–¿Puedo llamar un taxi? –pidió Ledesma.
–No, el teléfono no es para particulares.
Caminaron tres cuadras y vieron aparecer un Falcon. Bajaron dos personas con el rostro oculto y agarraron de los pelos al joven.
–Somos montos. Te largaron porque cantaste todo. ¡Te vamos a hacer bosta! Ledesma intentó reaccionar pero le pusieron una pistola en la cabeza y lo obligaron a tirarse al piso, desde donde alcanzó a ver a Plá adentro del auto. Al día siguiente se presentó ante el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 141. Contó todo excepto que había identificado a Plá, que una hora después volvió a citarlo para recriminarle la denuncia al GADA. “Estás hablando macanas. Te vamos a hacer un buraco así de grande”, intervino el comisario Becerra, entonces a cara descubierta.
El mismo 22 de septiembre, en la pensión donde vivía, fue secuestrado Santana Alcaraz. Tenía 21 años y había emigrado de La Toma a San Luis para estudiar Farmacia. Al día siguiente operarios de una fábrica de sal denunciaron haber visto autos extraños en Salinas del Bebedero. Hicieron excavaciones y encontraron dos cadáveres quemados con las falanges cortadas. La mujer era Fiochetti. En 1985 el ex chofer del D2 Jorge Velázquez relató que la torturaron, la obligaron a firmar un acta de liberación y la llevaron con otro secuestrado a la salina. “¿Van a hablar o no van a hablar?”, gritó Plá. Ante el silencio, el militar disparó a la nuca de la mujer de 21 años. Ledesma y Alcaraz permanecen desaparecidos.
Tras su detención en 2007, sin que nadie le apuntara, Plá habló seis horas. Dijo que los asesinos eran subordinados de Fernández Gez y dio sus nombres: teniente coronel Juan Carlos Moreno como autor intelectual, tenientes Horacio Angel Dana, Guillermo Daract, Jerácimo Dante Quiroga y Raúl Benjamín López como ejecutores. Agregó que se reunió con ellos en un bar porteño mientras estaba prófugo. Días después, patrocinado por el mismo abogado, Fernández Gez reiteró el relato y agregó que los tenientes fueron a apretarlo al departamento porteño donde cumple arresto domiciliario.
El juicio tendrá más de cien testigos. Como sucede en todo el país excepto en el Tribunal Oral Federal N° 5 de Capital Federal, la audiencia inicial, alegatos y sentencia se transmitirán por TV. Igual que Fernández Gez (82), Becerra (74) esperó el juicio en su casa. Plá, Orozco y Pérez, todos sub-70, en la cárcel provincial. Fernández Gez pidió alojarse durante el juicio en el convento del colegio San Luis Gonzaga al cuidado de la madre superiora. El tribunal ordenó verificar si esperaban al huésped, pero nadie lo conocía.
Monseñor Laise no es el único interesado en evitar preguntas molestas. El mismo privilegio de declarar por escrito solicitó Carlos Pereyra González, hoy juez de la Cámara Federal de Mendoza y en 1976 secretario del juzgado federal de San Luis, ubicado en el mismo edificio donde la policía provincial torturaba. El chofer del D2 que relató el crimen cometido por Plá, Jorge Velázquez, contó que a Pereyra González lo llamaban Rabanito y que presenció las torturas a Fiochetti y a Nolasco Leyes, otro desaparecido. Del tribunal depende la posibilidad de que víctimas y familiares puedan mirar a los ojos de estos singulares testigos cuando declaren.
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