Alberto Fernández ya lleva más de cuatro meses alejado del poder, pero quiere seguir haciendo política y sin sacar los pies del plato kirchnerista. Aunque es evidente que intenta dejar a un costado de ese plato los ingredientes que no le gustan. Afirma que no tiene planes para el 2009, pero alrededor de él aseguran que trabaja con el objetivo de que en 2011 el oficialismo se fortalezca y pueda pelear con chances las elecciones presidenciales.

Cuando algunos le aconsejan que salga a hacer su propio juego y a tomar distancia del Gobierno, Fernández se niega. “Nunca voy a decir o hacer algo que perjudique a Néstor y a Cristina”, les dice a sus seguidores. Sin embargo, para buscar una elipsis para la crítica, señala que él quiere regresar a las fuentes del kirchnerismo, a un “kirchnerismo ortodoxo”, como lo define con algo de mordacidad cuando le endilgan su supuesta pretensión de encarnar un neokirchnerismo.

“Hay que volver al kirchnerismo que escuchaba a la gente y hacía lo que la sociedad reclamaba. Estaba en sintonía perfecta. Recuerdo que algunos columnistas de diarios le cuestionaban a Kirchner que no era estadista porque no sabía decir no a las demandas sociales y, contrariamente, yo creía –y sigo creyendo– que ésa era una gran virtud, no un defecto”, suele decir.

Aunque quienes lo escuchan sean hoy menos que cuando estaba en la cúspide de la toma de decisiones, a Fernández le da satisfacción que algunos dirigentes desencantados con la cada vez más fuerte supremacía peronista en el armado del oficialismo lo busquen como referente. Al menos eso dicen sus amigos, quienes, además, aseguran que también algunos peronistas disidentes lo llamaron, luego de entusiasmarse y rápidamente desistir de un liderazgo que les proponía el ex gobernador bonaerense y actual diputado nacional Felipe Solá.

El ex jefe de Gabinete –aseguran en su entorno– sigue hablando con varios funcionarios y también lo hace esporádicamente con Néstor Kirchner, de quien fue ladero en los últimos diez años, hasta el 23 de julio, cuando renunció al cargo, anticipándose por horas o minutos al pedido de dimisión que le estaba por hacer la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Aquella mañana hicieron eclosión las diferencias cada vez más grandes que se fueron planteando a lo largo del conflicto con las cámaras empresariales agropecuarias, a pesar de que seis días antes esa pelea había quedado cerrada con el voto del vicepresidente Julio Cobos en contra de las retenciones móviles a las exportaciones del sector.

Desde entonces, Kirchner y Fernández están mutuamente dolidos. Y cuando hablan, ya no lo hacen con la confianza ciega que supieron tenerse.

Por lo pronto, cuando Fernández dice que no tiene planes para 2009 hay un punto en común con Kirchner. El presidente del Partido Justicialista tampoco parece tener planes inmediatos para el ex jefe de Gabinete.

En la Capital Federal, donde Alberto Fernández es presidente el PJ, el kirchnerismo tiene muy pocas posibilidades de ganar las legislativas del año que viene, al menos teniendo en cuenta la fotografía electoral de hoy. Para acrecentar esas chances, a Kirchner lo seducen otros nombres antes que el de Fernández, entre ellos el del ex jefe de Gobierno porteño Jorge Telerman y el del ex ministro de Economía Roberto Lavagna. Pero nada indica que haya habido algún avance en ese sentido y, ni siquiera, del total convencimiento de Kirchner por alguno de ellos, ni de ellos por acercarse al oficialismo.

En cambio, Alberto Fernández –quien cree que el oficialismo ganará en el conteo nacional de las legislativas de 2009– no pierde la fe para el 2011 y cree que Kirchner puede volver a ser candidato. Pero, también, aseguran sus amigos, el ex jefe de Gabinete sostiene que para seguir en la Presidencia el kirchnerismo tiene que “cambiar el rumbo y volver a los orígenes”. Con esto quiere decir no sólo “escuchar a la gente” para gobernar, sino en la práctica del armado político “abrirse en vez de encerrarse”, que el peronismo sea un eje, pero no excluyente, y que sume más transversales, en vez de empujarlos a la salida.

No incluye en esta queja la salida de Romina Picolotti de la Secretaría de Medio Ambiente. No cree que su reemplazo haya sido un tiro por elevación hacia él. “Yo mismo, cuando le propuse a Cristina que renovara parte del gabinete, incluía a Romina entre quienes habían cumplido un ciclo”, le contó a alguno de sus confidentes.

Sus allegados afirman que Fernández está satisfecho porque las encuestas lo ubican con una imagen más positiva que cuando estaba en el Gobierno, pero lo adjudica al desgaste que produce el cargo. Al respecto, dicen que en estos días suele mostrar una encuesta donde Sergio Massa, así, por su solo nombre y sin aditamento del cargo que ocupa, tiene una imagen positiva muy alta. Y cuando la encuesta se refiere a la imagen como jefe de Gabinete, baja notablemente.

No sólo habla con funcionarios, también con empresarios, diplomáticos y gobernadores, entre ellos, Daniel Scioli, a quien Fernández acostumbra a calificar de “gran tipo”.

Algunos de sus interlocutores le endulzan los oídos diciéndole que en 2011 debería ser candidato a presidente. Entre ellos con seguridad no debe estar Scioli, que naturalmente se preserva como eventual alternativa de Kirchner para 2011. Según diversas fuentes, Fernández contestó: “Les agradezco el concepto que tienen de mí, pero yo no tengo pasta para eso. Yo admiro a quienes llegan a ser presidente. Para serlo hay que tener muchas y variadas condiciones, y yo carezco de muchas de ellas”.