Domingo, 31 de octubre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Lila Pastoriza
20 de marzo de 2004. “Kirchner se emocionó al visitar la ESMA”, tituló La Nación. Alrededor de treinta sobrevivientes de la Escuela de Mecánica de la Armada volvíamos a entrar al sitio donde habíamos permanecido como detenidos desaparecidos. Lo hacíamos junto con el entonces presidente de la Nación, Néstor Kirchner, su esposa Cristina Fernández, el jefe de Gobierno de la Ciudad Aníbal Ibarra y otros altos funcionarios gubernamentales. El Estado nos amparaba. La iniciativa correspondía a Néstor Kirchner. Poco antes, a principios del mes, lo había anunciado en la Casa Rosada a varios integrantes del movimiento de derechos humanos. “Recuperaremos la ESMA. Pero antes yo iré a recorrerla con los sobrevivientes”, dijo entonces y por instantes yo dudé: ¿Sería cierto? No sólo lo fue sino que la actitud de Kirchner apareció como señal inequívoca de que algo estaba cambiando. Aquella visita, que anticipaba el anuncio del 24 de marzo de transformar el predio en un espacio de Memoria, constituyó para nosotros, los sobrevivientes, un invalorable acto de reparación y justicia hacia las víctimas.
A poco más de seis años de aquellos hechos, y ya en marcha un proceso que profundiza las transformaciones efectuadas, el país se conmociona por la inesperada muerte de Néstor Kirchner. A la incredulidad inicial, a la bronca y la tristeza, el pueblo argentino suma una explosión de reconocimiento a los logros de la gestión kirchnerista y de afecto al ex presidente muerto susceptible de transformar el dolor en energía colectiva.
“Gracias Néstor por darnos tanto. Por acompañarnos a la ESMA cuando nadie se animaba. Por hacernos soñar otra vez. Trataremos de corresponderte”, decía el mail enviado por dos ex compañeros de cautiverio ese miércoles 27. Hicimos nuestro ese reconocimiento. Al día siguiente varios sobrevivientes de la ESMA fuimos a despedir a Néstor Kirchner a la Capilla Ardiente instalada en la Rosada. Allí, frente al cajón y a una Cristina desolada pero firme, le agradecimos a viva voz aquel gesto inolvidable y generoso, su reivindicación de la militancia, el fin de la impunidad, la puesta en marcha de las políticas de memoria y justicia. Por eso y por mucho más, Néstor vive en nuestros corazones y en el de esa amalgama inmensa de argentinos que con su ¡Fuerza Cristina! expresó su voluntad de que este proceso de transformación siga adelante.
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