Domingo, 29 de septiembre de 2013 | Hoy
La sesión de Diputados, el Senado se prepara. Negar quórum, un derecho transformado en imperativo moral. Extrañas lecturas sobre el Congreso. Recuerdos del pasado, que condenan. Oler sangre, una confesión. El futuro del Congreso, bifurcaciones. Cambios de camiseta: ayer, hoy y siempre. Y algo más.
Por Mario Wainfeld
Con la actual integración del Congreso, el Senado es la cámara más amigable para los proyectos del oficialismo. De ahí que, cuando puede, la elige como iniciadora, lo que tiene sus ventajas si la otra propone alguna corrección. La Constitución manda que el Presupuesto y las normas impositivas entren por Diputados. Así sucedió el miércoles, con prolongación a la madrugada del jueves. El Frente para la Victoria (FpV) consiguió (con garra, sentido de equipo y sudor) el quórum y las mayorías necesarias, incluyendo la especial en la “ley de cheque”. Con un poquito más de lo necesario, sin que sobrara mucho.
En la Cámara alta, el kirchnerismo calcula tener un tránsito más aliviado aunque también remando y sumando votos a pulso. Si no media un insólito imprevisto o un cataclismo, confía en sacar dictamen de comisiones entre el miércoles y el jueves próximos y contar con la aprobación en recinto la otra semana. Esto es, apenas después del River-Boca y una quincenita antes de las elecciones.
El tributo al cheque, explican en el aliviado y eufórico bloque de diputados K, es la quinta fuente de ingresos del fisco nacional. Es de cobro inmediato, va goteando día a día, vale agregar. En el sistema fiscal argentino (que clama por reformas importantes), ése es un valor agregado.
La oposición política y mediática despotrica contra el Presupuesto, según su canon. Los dirigentes que formaron parte de gobiernos anteriores deberían ser más modositos: un cachito de introspección no les vendría mal. Durante sus gestiones la Ley de Leyes se tramitó de modo mucho más irregular que en la década kirchnerizada. Se aprobaron tarde y mal, a veces ya ejecutados. Además, la concordancia entre las cifras proyectadas y las reales ejecutadas poco tuvo de ejemplar o de serio. Como en tantos debates, el FpV puede alegar en su favor la burlona premisa del presidente Juan Domingo Perón: “No es que no-sotros hayamos sido tan buenos, es que los otros fueron peores”.
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Las herramientas están: la Casa Rosada, todo lo indica, contará con las herramientas que eligió para gobernar el año próximo, o los dos que vienen para algunas leyes. No acepta que sean sus adversarios quienes le impongan su menú.
El Presupuesto es discutible, como todo en este valle de lágrimas, pero es forzoso apuntar que es homólogo con la cartilla que viene rigiendo desde 2003. Es un presupuesto “kirchnerista”: no demarca un cambio de rumbos ni de criterios, prima la congruencia. También es así con las normas que vienen en combo.
Ojo al piojo: la calle está dura y la realidad también. Contar con los instrumentos no equivale a haber logrado los objetivos ni a plasmarlos más adelante. La coyuntura económica es más peliaguda que en otros momentos (acaso con la sola excepción del bienio 2008-2009). La holgura fiscal es menor, la inflación acumulativa es un karma, el déficit energético y la merma de reservas son dos pesadas mochilas de época. Remontar esa cuesta es un arduo desafío, contar con las herramientas es un requisito imprescindible que, ay, no garantiza el éxito.
En paralelo, no será posible la re-reelección de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, una privación severa en la esfera política. El oficialismo deberá sustanciar su candidato pari passu con la gestión, de la que dependerá su legitimidad futura, determinante para sus chances en 2015 y para el modo en que se vaya armando la sucesión.
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Previsiones y malos perdedores: el score final en el tablero electrónico era previsible, acaso por un margen apenas menor. Muchas coberturas mediáticas lo anticipaban, incluyendo esta columna la semana pasada. Los anticipos preveían el apoyo de fuerzas aliadas (más o menos perdurables), que el salteño PRO Alfredo Olmedo diera quórum, también que se sentara al efecto el peronista en tránsito Rubén Sciutto. Sin embargo (¿o por eso?), los medios dominantes estallaron en cólera culpando a la oposición de falta de unidad y hasta de dignidad. Vale la pena dedicar una líneas a ese discurso, revelador de cómo se lee la política desde los poderes fácticos.
Tal vez sirva para iluminar que, quién sabe, los dirigentes políticos hayan escarmentado la lección de años atrás, cuando se dejaron conducir a la catástrofe electoral de 2011 por los estrategas del Grupo Clarín. Puede que ahora eviten reincidir, lo que incrementaría sus chances. La historia jamás se repite como un calco absoluto, menos cuando los protagonistas tienen memoria y aprenden.
Volvamos a los retos encolerizados desde el multimedios, en particular. Los medios y los profesionales “independientes” y “formadores de opinión” proponen un mensaje incoherente, plagado de dobles estándares. Hablemos, hoy y aquí, del Congreso que es un ejemplo dentro de un conjunto vasto.
Dar quórum o retacearlo es una táctica posible. Admisible, entiende el cronista, aunque sometida a los juicios de valor, mérito y oportunidad aplicables a cualquier acción política. Cuando el oficialismo, colgado del travesaño de su arco, negaba quórum crecía la furia “republicana”. Se los imputaba de antidemocráticos cuando no de inmorales. El entonces vicepresidente tránsfuga Julio Cobos mocionó imponer multas a los faltadores. Ese manejo delator (en ejercicio de la mayoría transitoria, más vale) fue saludado como un acto de coraje cívico, una prueba de la condición de estadista.
Para los opositores, se echa mano a otra vara. No se propugna que tienen eventual derecho a no facilitar el quórum, sino que están obligados a hacerlo. Un despropósito, por donde se lo mire.
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Un caso y algo más: el caso de Sciutto es ilustrativo, solo y nada menos porque viene de ocurrir. Es diputado por Tierra del Fuego, elegido en la boleta del FpV. Fue desairado en la interna palaciega para candidatearse a senador en octubre. Se enojó, decidió alejarse del bloque, alegando también otros disensos que no esgrimió mientras disputaba el curul senatorial. Los compañeros peronistas son pragmáticos, muchos de sus ex pares de bancada le reconocen en voz baja que mereció mejor trato. Como fuera, el hombre se apartó y anunció que se pasaría al massismo. Hasta ahí, lo suyo es una deserción aunque desde ciertas tiendas se lo ensalzó como a un adalid republicano. Los comentarios se aderezaron con sorna, acudiendo al sonsonete “los peronistas se agitan cuando huelen sangre”. Metáfora que, como tantas, habla un poco sobre su objeto y mucho sobre las calidades literarias, interpretativas y hasta éticas de sus emisores.
Hete aquí que Sciutto decidió dialogar sobre su partida con las autoridades de su bloque y con el presidente de la Cámara, Julián Domínguez. Y acordó con este acotar el daño, comprometiéndose a dar quórum pero votando en contra. Tal conducta, negociada y si se quiere respetuosa, es equiparada a alguna forma de delincuencia o amoralidad.
Por cierto, no hay tal.
Sciutto formó un bloque unipersonal, franquicia que la praxis legislativa admite en exceso, premiándola en los hechos.
Son tácticas, con las que cada cual busca su mejor provecho. El sistema mejoraría, cree el cronista, con menos permisividad y menos escisiones.
En la dinámica de juego actual se entreveran los (valiosos e irrenunciables) intereses de las provincias, los de los bloques y los propios de los legisladores. Que todo esté sujeto a negociación, tratativas es tan sano como inevitable. Por ahí, no lo son las proporciones.
El cronista, confiesa, es partidario de la existencia de partidos más orgánicos, con mayor disciplina de bloque. Lo que le cuesta internalizar es cómo razonan aquellos que claman por un sistema de partidos serio mientras apostrofan contra la organicidad de los legisladores. En Alemania o España serían vistos como delirantes, acá son apóstoles del civismo. En fin.
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Libro de pases: los desplazamientos de apoyos favorecieron en la Cámara al FpV, ma non troppo: bastante en consonancia con lo sucedido en los dos años recientes. Esa correlación puede cambiar, lo consuetudinario son los cambios de camiseta en tanto las contingencias históricas delinean cuáles priman en cada período.
Si el intendente de Tigre Sergio Massa gana en octubre, máxime si amplía la distancia (circunstancias bien factibles), el escenario será otro. Su bloque tendrá gravitación propia, desplazará en atractivo, desde ya, al de PRO y al del diputado Francisco de Narváez. Y no es neutral que parte de los adherentes al Frente Renovador sean desgajamientos del kirchnerismo.
En el fútbol local el libro de pases está abierto demasiado tiempo, sin réditos observables en la mayoría de los casos. En el Congreso, la situación es permanente. Por eso mismo, es muy fluida. No se decolora de blanco a negro, ni se dirime en un día, ni de una vez y por siempre jamás. Los reacomodamientos, tributarios de un cúmulo de variables, tienen su cadencia, indescifrable para los traductores apocalípticos que huelen sangre. O que la anhelan o que tratan de derramarla.
Entre tantos factores, cabe computar los recursos del gobierno nacional en materia legislativa. La elección es a fin de octubre, el período ordinario termina el 1o de diciembre. Es verosímil que el kirchnerismo aproveche ese trance para impulsar nuevas leyes, aunque no se las atisba en el horizonte cercano.
Luego, es potestad constitucional del Ejecutivo ampliar el plazo de las sesiones ordinarias o convocar a extraordinarias, fijando su temario. O sea, tiene la llave de apertura o cierre del Congreso. Si le cuadra (ya lo hizo antes) puede mantenerlo total o parcialmente desactivado hasta el 1o de marzo, cuando arranque el próximo período de sesiones ordinarias. Serían cuatro meses, en cuyo transcurso “la realidad” efectiva no se detendrá. El dato forma parte del paisaje e incidirá, si se confirma, en el juego parlamentario.
Si consigue la sanción de las leyes que mentamos el oficialismo avanzará varios casilleros. Lo hizo apelando a su bloque, el mayor de Diputados, a su espíritu de cuerpo. También a la iniciativa presidencial.
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Gobernar y resistir: las urnas definirán en octubre si el kirchnerismo conserva su preeminencia en las dos Cámaras o si se reduce. Es un dato esencial, que no lo privará de sus demás ventajas comparativas respecto de sus adversarios. Pero que signará otra etapa, como ya se enunció, muy ardua en lo político y en lo económico. En ella, Cristina Kirchner seguirá siendo presidenta, ejerciendo el cargo como sabe y gusta hacerlo, no como ejecutora del programa de sus adversarios. Conservará legisladores fieles y varias ideas fuerza sobre gobernabilidad.
Los datos de esta semana sugieren que la tesis de fin de ciclo automático o ya ocurrido peca de voluntarista o de lineal por la parte baja. La disciplina del bloque en el Congreso más el liderazgo mostrado por la Presidenta en las Naciones Unidas hablan de una fuerza que resistirá desde el Estado, buscando sostener sus posiciones. Resistir desde el estado suena exótico pero, parafraseando libremente al periodista y escritor Martín Rodríguez, el kirchnerismo ha ensayado esa práctica (o está convencido de haberlo hecho) desde sus albores. Está inscripto en su ADN, desplegado en su performance. Y en el “relato”, desde ya.
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