EL PAíS › FALLECIO LA MADRE DE PLAZA DE MAYO AURORA ZUCCO DE BELLOCCHIO

Aurora, una Madre que no se resignó

Era la mamá de Irene Inés Bellocchio y abuela de Carlos Pisoni, militante de H.I.J.O.S. y actual subsecretario de Promoción de Derechos Humanos de la Nación. Hoy a las once será despedida en la capilla del cementerio de la Chacarita.

“Nuestros hijos nos parieron”, repiten las Madres de Plaza de Mayo para explicar el quiebre que las militancias y el terrorismo de Estado imprimieron a sus vidas. Aurora Zucco de Bellocchio, que crió a siete hijos y a su nieto desde que tenía 37 días, escribió en su autobiografía que la dictadura implicó “el fin de la resignación”. Al libro con su historia, que publicó cuando tenía ochenta años largos, lo tituló Pelar la vida. Ayer, a los 93 años, murió Aurora, integrante de Madres Línea Fundadora y abuela de Carlos Pisoni, militante de H.I.J.O.S. y actual subsecretario de Promoción de Derechos Humanos de la Nación.

“Desde la Secretaría homenajeamos y reivindicamos la lucha de Aurora. Todas nuestras políticas están inspiradas en las enseñanzas de las Madres y Abuelas”, informó la dependencia que encabeza Martín Fresneda. Los restos son velados en el auditorio Emilio Mignone de la Secretaría. Hoy a las once será despedida en la capilla del Cementerio de la Chacarita.

El 5 de agosto de 1977 un grupo de tareas del Ejército secuestró a Irene Inés Bellocchio y a su compañero Rolando Pisoni. Irene era delegada gremial del Banco Galicia y militaba en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Rolando era dibujante, estudiaba ingeniería en la UBA y militaba en la JUP. “Me traen a mi nieto dos mujeres, una era policía, y como decían que no podían tener hijos se quería quedar con el bebé”, recordó años atrás. Contó que se lo dieron “de mala gana” y le dijeron que había llorado toda la noche. “Lo tuve en los brazos, pegado al corazón. Se durmió y se calló. Yo dije, porque es la verdad, que ese bebé nunca se iba a separar de mi corazón”. Las mismas palabras usó en 2009 al declarar en el juicio a un grupo de represores del Primer Cuerpo de Ejército. Ese día se sentó ante los jueces con su pañuelo blanco y contó que poco después de los secuestros recibió un llamado de Rolando para preguntarle si le habían dado a su hijo. “Estoy tranquila porque sabemos que mamá tiene al nene”, le dijo Irene a un sobreviviente que la ubicó en los 80. Aurora diferenció dos caras de la Iglesia: su asesor espiritual Fernando Carballo le dijo: “El que las hace las paga”, en cambio el cura Jorge Aguiar aceptó dar una misa por desaparecidos pero desapareció antes de concretarla. “Al tiempo me contó que se despertó en un psiquiátrico del sur bonaerense”, recordó. “No pensaba que este momento iba a llegar”, confió a los jueces.

Aurora se fue del país con su nieto en 1981. Volvió con la democracia, en 1984, y se sumó a las Madres. “Ante la desaparición de Irene no me resigné”, contó orgullosa en su libro. “Y el corte con la inercia de la resignación me permitió también llevar adelante, progresivamente, otras rupturas. Desde la actitud de búsqueda y lucha por encontrar a Irene y de hacerme cargo de Carlitos, hasta asumir el deterioro real y definitivo de mi relación con Piri (su marido). Desde mi radical cambio en cuando a la visión de la Iglesia como institución –sin perder mi fe– hasta una reacción mucho más firme de enfrentamiento con las actitudes de mi familia. Y, especialmente, el fin de la resignación implicó transformarme de madre abnegada de siete hijos en Madre de Plaza de Mayo”.

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Aurora Zucco de Bellocchio, junto a su nieto, Carlos Pisoni, y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
 
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