EL PAíS › SE REALIZO UN ACTO DE RECONOCIMIENTO AL PERIODISTA HORACIO VERBITSKY EN EL MUSEO MALVINAS

Homenaje a un “compañero” y “maestro”

“Un acto de reparación, pero también un acto de amor”, presentó el acto Jorge Giles, director del museo. Participaron miembros de distintos organismos de derechos humanos, quienes le pidieron a Verbitsky que siga luchando por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

 Por Alejandra Dandan

Horacio Verbitsky, acompañado por miembros de distintos organismos de derechos humanos.

Mientras los que iban llegando se asomaban a la explanada de entrada del Museo Malvinas destinado a expresar la memoria colectiva del pueblo argentino sobre las islas, Jorge Giles, director del espacio y cálido anfitrión del encuentro, hizo una brevísima introducción con las palabras necesarias. Horacio Verbitsky estaba ahí, su esposa, uno de sus nietos, el canciller Héctor Timerman y el abrazo de los integrantes de los organismos “hermanos” de derechos humanos, como él mismo los llamó. “Esto es un acto de intercambio y de reconocimiento que hace tiempo queríamos hacerle a un querido compañero –dijo Giles–, al querido Horacio, son caricias en el alma que nos permitimos los militantes del campo popular, un acto de reparación, pero también un acto de amor.”

El Museo Malvinas, con sus explanadas que construyen la larga historia de soberanía sobre ese espacio, fue el escenario escogido por los organismos de derechos humanos para homenajear al periodista y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales por “su trayectoria periodística, su compromiso con los derechos humanos y la causa Malvinas”, como lo sintetizó la placa entregada por Giles durante un acto. En este contexto político, escenario de transición, con su testimonio vilipendiado por quienes empujan proyectos de reconciliación y concordia, Verbitsky no se detuvo ni siquiera en uno de esos puntos de forma directa. Lo hicieron otros. El retomó sus escritos de hace treinta años, un libro de 1984 sobre Malvinas llamado La Ultima Batalla de la Tercera Guerra Mundial con el que trazó un puente entre pasado y presente. Línea de continuidad y compromiso a modo de respuesta. “Cuando me transmitieron la propuesta se me ocurrió releer un libro que tiene ya treinta años”, dijo. El libro recargado de datos tiene esos acentos que no abandonó. Una escena del presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Adolfo Tortolo, haciendo el anuncio del golpe de Estado ante una auditorio de empresarios en el Hotel Alvear. Los empresarios como tribuna habitual de los discursos de los jefes militares. El uso que las Fuerzas Armadas hacían del ejercicio de la religión para fomentar compatibilidad con el pueblo. Las negativas consecuencias del espíritu de cruzada que impide percibir las relaciones reales y la ubicación en el mundo del interés nacional. La evocación de los jefes militares a los santos. Un mayor que dijo: “Dios siempre estuvo de mi lado en esta guerra entre cristianos y protestantes”. El uso “tan” obsceno de las muertes engañando al propio pueblo. La acción psicológica de las Fuerzas Armadas en Malvinas distinta a la de los ingleses. “Mientras ellos apuntaban a engañar al enemigo argentino, la Junta Militar usó la acción psicológica para engañar al propio pueblo, no para engañar a los ingleses”.

Pero esto no fue el punto central. “En este museo hay una afinidad notable con las cosas que yo vengo planteando en el libro”, dijo él. Uno de los temores de 1984 era que la mirada sobre Malvinas resacralizara a las Fuerzas Armadas y volvieran al poder. Con las políticas de Estado, la desclasificación del informe Rattenbach, las últimas desclasificaciones que muestran los tormentos en Malvinas con las mismas lógicas de los centros clandestinos del continente, ese temor desaparece, dijo él, “sin el riesgo de resacralizar a las Fuerzas Armadas y devolverles un rol que no merecen y no merece el país”. Más adelante agregó: “Por eso siento una gran coherencia entre lo que veo aquí hoy. Lo que le he escuchado decir a Cristina, lo que está haciendo su gobierno, las cosas que me explicó Jorge Giles durante el recorrido y lo que yo investigue y publiqué hace ya 30 años. De modo que hoy siento muy profundamente que este es mi museo”.

El acto central se realizó en el auditorio. Ante la sala, en la mesa central, se sentó Mario Volpe, presidente del Cecim y vicepresidente del museo. Agradeció a Horacio su compromiso con la causa y al CELS por acompañarlos en la presentación que están haciendo ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos contra uno de los perpetradores en las islas. Volpe regaló a esa sala un poema conmovedor de Gustavo Caso Rosendi. “Firmesss grita el teniente –leyó–/ Y los soldados se levantan en mangrullos de huesos frente a la cama del teniente que duerme y lo miran (...) Todas las noches lo soldados se levantan en mangrullos de huesos y lo miran/ qué quieren de mi repite todas las mañanas el teniente con la esperanza de que alguna vez los solados se cansen de estar muertos.” Alejandro Barthe, de la APDH, leyó un comunicado en solidaridad, de repudio al ataque personal y a la vez colectivo. Habló del ataque mediático “falto de ética que intenta instalar todo tipo de falacias infundadas sobre el recorrido y compromiso de Verbitsky”. “El ataque –explicó– es contra todos, te toman como ejemplo porque justamente sos un ejemplo.” Verbitsky fue nombrado como “maestro”, “referente” o “guía”. Laura Conte de Madres de Plaza de Mayo recordó la angustia del último tiempo de Emilio Mignone, su preocupación y el deseo para que el CELS volviera a recuperar su lugar de “incidencia”. Y cómo se tomó la decisión por unanimidad en el CELS de preguntarle a Verbitsky si aceptaba ese lugar. Alejandra Naftal, de Buena Memoria, habló de sus artículos de los domingos. “Espero los domingos el diario pero para saber qué es lo que me pasa a mí”, dijo. “Es un país con contingencias, vicisitudes, acontecimientos de una rapidez y espero el domingo para poder entender lo que pasa, y cuando leo, entender: ‘estoy en el camino justo’”. También mandó un mensaje la presidenta de la Asociación Mares de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. Lita Boitano, de Familiares, todavía conmovida por el poema, retomó aquello que se había dicho. “Yo le pido que siga luchando por la Memoria, la Verdad y la Justicia”. Miró también a la sala. A Timerman que seguía ahí. “Los queremos ver siempre, no queremos no verlos –le dijo–. Por lo menos, yo quiero seguir viéndolos.”

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