EL PAíS
Ovaciones y entusiasmo en un Salón Blanco convocado con mucho secreto
Estuvieron los funcionarios del Gobierno, gobernadores, legisladores, empresarios, gremialistas y referentes de los organismos de derechos humanos.
Por Martín Piqué
Apenas el Presidente terminó de leer la frase, que pronunció con más solemnidad que el resto del discurso, el auditorio se paró en bloque y comenzó a aplaudir. Kirchner acababa de anunciar que el Estado usaría las reservas para el “pago total de la deuda total con el Fondo Monetario Internacional”. La ovación cruzó el Salón Blanco desde la primera hasta la última fila y unió a empresarios, banqueros, funcionarios, gobernadores, intendentes y miembros de organizaciones sociales. A algunos la escena les hizo espejo con la declaración del default de la deuda externa que Adolfo Rodríguez Saá efectuó en el Congreso el día de su asunción. De hecho, algunos de los que aplaudieron aquel día volvieron a hacerlo ayer por motivos exactamente inversos.
“Acá hay mucha euforia”, resumió al finalizar el acto uno de los invitados VIP. Los privilegiados eran gobernadores, ministros, intendentes –algunos duhaldistas que ya iniciaron su rentrée K– y funcionarios cercanos al Presidente. Se habían ido del Salón Blanco por las dos puertas laterales y seguían la reunión a salvo de oídos indiscretos. “Hoy es un día muy importante”, repetían el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. Rodeado por esa clima de entusiasmo, el Presidente repartió su tiempo entre saludos y llamados telefónicos. Una de las llamadas llegó del exterior y fue rápidamente comentada por el propio Kirchner:
–Era Chávez –comentó a quienes lo rodeaban.
El venezolano quería felicitarlo por la decisión de pagar por adelantado la deuda con el Fondo. Kirchner estaba casi acosado por los invitados. Se mantenía más cerca de los más allegados, como el gobernador Felipe Solá, ministros y colaboradores. Ante ese grupo de invitados, el Presidente contó algunos antecedentes de la iniciativa. Dijo que había analizado el tema con el brasileño Lula en la cumbre de Puerto Iguazú. Luego hizo un balance del año, al que consideró “muy positivo” desde el punto de vista económico. Y después se retiró un rato para hacer otro llamado telefónico. No era una llamada cualquiera. Llamó al ex ministro de Economía Roberto Lavagna, con quien no hablaba desde el día en que le pidió la renuncia. “Lo llamó para felicitarlo, porque el desendeudamiento era algo que habían proyectado juntos durante mucho tiempo”, contó a Página/12 uno de los invitados que pudo enterarse de la conversación. Anteayer, Lavagna había felicitado a Lula por cancelar por anticipado la deuda externa que Brasil mantiene con el organismo financiero que preside Rodrigo Rato.
Kirchner hizo el anuncio acompañado por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y la ministra de Economía, Felisa Miceli. Fue una forma de premiarlos, porque los asoció a una de las medidas más trascendentes para el futuro de su administración. El discurso había sido escrito por el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, con aportes del jefe de Gabinete y la senadora Cristina Fernández. Cuando terminó de leerlo, Kirchner fue saludado efusivamente por la mayoría del auditorio. Algunos cantaban “Argentina, Argentina” como si estuvieran en el Mundial.
El primero en acercarse a Kirchner fue el dirigente de los taxistas, Omar Viviani. Estaba al lado de Juan José Zanola, de los bancarios, y a pocos metros del jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto. En esa primera hilera se sentó Cristina Kirchner, acompañada por el senador Miguel Pichetto. A la derecha se veía a Alicia Kirchner, flamante senadora por Santa Cruz, y a los gobernadores Solá, Miguel Saiz (Río Negro), Eduardo Brizuela del Moral (Catamarca), José Luis Gioja (San Juan), Mario Das Neves (Chubut).
El acto tuvo algunos detalles infrecuentes: Kirchner leyó su discurso, al que le había corregido algunos aspectos macroeconómicos, y dejó poco espacio para la improvisación. La mayoría de los invitados fueron convocados a último momento, incluso los de mayor jerarquía para evitar las filtraciones. Así y todo, la convocatoria tuvo una respuesta masiva. Por la expectativa que se había creado, el clima en la Rosada tuvo un toque de triunfalismo épico, propio del entusiasmo de los funcionarios K.