Domingo, 16 de julio de 2006 | Hoy
EL PAíS › ELISA CARRIO, LIDER DEL ARI
Elisa Carrió explica su alejamiento de la conducción del partido que fundó: “Es un acto de confianza para mis dirigentes”. Ratifica su candidatura presidencial para 2007 y compara a Kirchner con Hitler.
“Cuando el poder grita, se exaspera, grita como un loco, es porque ya no puede hablar. Así que hay que acostumbrarse a los gritos finales de un sistema que se demuele por vacío”, dispara la líder del ARI, Elisa Carrió, en dirección al Gobierno. Camino a la aprobación de los superpoderes considera que los campos de concentración “son la única diferencia” entre Néstor Kirchner y Adolf Hitler. Aunque se muestra muy dura con el oficialismo, la diputada habla con un tono calmo, luego de que decidió cortar el cordón umbilical con su partido. Mientras en el ARI buscan acostumbrarse al nuevo escenario, ella se muestra contenta con su decisión. “Es una distancia simbólica que nos hace bien a los dos”, explica, en diálogo con Página/12.
–¿Por qué resolvió separarse de la conducción del ARI?
–Esta es una decisión que yo la venía conversando con algunos dirigentes desde hace seis meses. Siempre construí el partido para que yo me pudiera ir. Yo no tengo ningún cargo. No es una separación, es un salto simbólico. Yo me voy a un lugar de mayor libertad, donde puedo hablar con todos los sectores de la sociedad, donde puedo crear. Yo creo que la vida es poder entregar, que las cosas no son de uno y tienen que caminar solas. He hecho un esfuerzo enorme en estos cinco años. Llevé todo a cuestas. Es mentira que soy autoritaria, pero un liderazgo es pesado. La verdad es que estoy contentísima con esto, porque no puedo estar demasiado tiempo encorsetada.
–¿Va a buscar alianzas con esta libertad?
–No, yo no especulo con estas cosas.
–¿Tiene claro que el resto de la oposición no entiende esta decisión?
–Ah, no. Nunca entienden nada de lo que hago, hasta después de tres meses. Tampoco se entendió en el 2003 cuando decidí no ser diputada. Muchos dijeron que “sin Carrió no hay ARI”. Y el ARI siguió creciendo. Como plantea (el filósofo Hans) Jonas, es interesante. Hay que terminar con el sujeto patrimonial. Somos administradores libres de lo dado. Y lo que construimos tiene que ser una forma de donación. Un mundo distinto es un mundo sin sujetos patrimoniales. Con Jonas estuve trabajando para el proyecto de las ligadura de trompas.
–¿Esa discusión marcó una ruptura con Marcela Rodríguez?
–Yo no quise forzar ninguna posición del bloque. Me parecía que se podía mostrar que en el país se dan esos debates filosóficos y que el ARI demostrara que tenía mayoría de edad y que podía discutir posiciones con su liderazgo y no a escondidas.
–¿Su candidatura a presidente para 2007 sigue firme?
–Por supuesto, yo sigo siendo candidata. Y voy a estar en el bloque, pero es una distancia simbólica que nos hace bien a los dos. No quiero ser un Alfonsín que a los 80 años dirime las internas del partido. Además es un acto de confianza para mis dirigentes. Habrá algunos que se irán, pero pasa en todos los partidos.
–¿Cómo se tomó la salida de Fernando Melillo?
–Yo lo protegí a Fernando para que pudiera tomar una decisión personal. No se puede dar esta pelea tan difícil si no se está convencido. A la gente hay que acompañarla en sus decisiones, no hay que enojarse.
–Otros tomaron el mismo camino, como Graciela Ocaña o Rafael Romá. ¿Hay una lógica expulsiva en el ARI?
–No. Son decisiones libres de personas que buscan poder. Y hay que respetarlas. En el caso de Fernando, lo único que me interesa es que él esté bien personalmente.
–Sin embargo, él se fue planteando que el ARI se corrió hacia un rol testimonial.
–Nosotros creemos en el testimonio. Para nosotros no es lo que es para Fernando, para nosotros es capacidad de entrega. Y de no estar permanentemente pensando en los cargos. Somos testimoniales. Nacimos testimoniales.
–¿No están pensando en llegar a un cargo ejecutivo alguna vez?
–Sólo cambiando la naturaleza del poder. No en este esquema. La tesis de Fernando es que hay que llegar en este esquema para cambiarlo después.
–Por eso, planteaba que Enrique Olivera no es el candidato apropiado para enfrentar a la derecha en la ciudad.
–Tampoco él.
–¿Y Olivera sí?
–El partido no ha definido candidaturas.
–Pero seguramente usted ya tiene una opinión...
–Sí, pero no tengo por qué decirla.
–Desde el entorno de Melillo..
–Melillo no es su entorno.
–Bueno, pero de allí surgió la idea de que el ARI giró hacia la derecha.
–Tanto las tesis emancipadoras liberal como marxista han fracasado. No soy melancólica de las categorías del pasado. Que quede claro que ya no pienso en categorías de izquierda y de derecha. No porque me voy a un pragmatismo, sino a un principismo.
–¿Qué cambia la llegada de Roberto Lavagna a la oposición?
–El problema no es Lavagna, no es Kirchner, el problema somos nosotros, que como sociedad nos compramos en medio de aplausos falsificadores, ladrones, fascistas. Y no nos damos cuenta. El problema no son ellos. Somos nosotros. Yo batallo para que los esclavos dejen de identificarse con el amo. Yo me incluyo: el problema somos los argentinos, que sentimos que somos derechos y humanos siempre de alguna manera. Cuando vos estudiás los regímenes fascistas, sobre todo, la gran pregunta que nunca pudo resolver la humanidad después de Auschwitz no es que existieron los (Adolf) Eichmann, sino qué pasó con una sociedad que viendo no vio. La gente no ve hasta que es inevitable. Parece que la gente tendría que ver que se suprimen todos los diarios y se mata a toda la gente.
–¿No le parece que hay algunas diferencias con Kirchner? Con Hitler había campos de concentración.
–Esa es la única diferencia.
–¿La única?
–Sí. La falta de libertad de expresión, cooptación de organizaciones, compra de dirigentes, el miedo de la sociedad, el uso del espionaje. Hay grados, pero siempre es fascismo.
–¿Cree que la gente tiene miedo?
–Sí, a todo tiene miedo. Y el poder grita, porque no puede hablar. Cuando el poder grita, se exaspera, grita como un loco, es porque ya no puede hablar. Así que hay que acostumbrarse a los gritos finales de un sistema que se demuele por vacío. Yo me pregunto si ahí hay personas. Parecen figuras vacías, como simulacros. Hay un cuento de (Juan José) Saer donde hay personas que tenían que pasar una prueba de si eran simulacros: había que ponerlos al sol, si son de verdad, se ve la sombra; y si no, se desvanecen. No sé si ellos pasan la prueba. Esta sociedad es víctima y en algún momento deberá superar ese trauma.
–Insisto: ¿se puede comparar el trauma después de Auschwitz con el poskirchnerismo?
–No. Esta sociedad tiene el trauma de antes, de la década del setenta. Tiene muchos traumas de víctima y cómplice: las Malvinas, el uno a uno y tiene ahora la humillación en las cárceles y el paco, que es lo obvio del genocidio del conurbano acá a diez kilómetros. Esto Argentina nunca lo resolvió.
–¿Qué implica la aprobación de los superpoderes?
–En realidad, ya está todo jugado: el avance autoritario se consolida con estas leyes. A mí me hace acordar mucho este tiempo a cuando votamos contra los plenos poderes en 2001. Cavallo y Sonia los defendían en ese momento, hoy los defiende Kirchner. Es el mito del eterno retorno de un país que vuelve sistemáticamente al pasado con bijouterie del futuro.
–El Gobierno los acusa de sobreactuar con este tema...
–Yo no sobreactúo. No van a encontrar una sola votación mía que se contradiga, por eso se desesperan. Yo pagué ya el precio de votar en contra de los superpoderes, que me llevó a salir del radicalismo. Tampoco voté la delegación de facultades ni los decretos de necesidad y urgencia. El resto los votó. Con la reforma de la UIF, que se votó en el Congreso, pasa de ser colegiado a hacerse cargo una sola persona, designada por Kirchner. Queda en manos del Poder Ejecutivo y va a formar parte junto con lo que están haciendo en la SIDE del aparato de espionaje y control del Estado: para empresarios, para personas, para quienes se les ocurra. La muerte de la república nace en la convención de 1994.
–Donde estuvo también Raúl Alfonsín.
–Sí, claro. Ahí yo no voté, porque pensaba que así se vaciaba el sistema institucional. Y estamos en el final de ese proceso.
–¿Van a hacer algo para intentar frenar la iniciativa del Gobierno?
–No hay forma de pararlo, porque hay una sociedad que ha votado esto. ¿Cuándo era el momento de frenarlo? En las elecciones del año pasado. ¿Lo frenó la sociedad? No, convalidó esta metodología y estamos en lo inevitable. Como siempre. No hay que dejar de luchar por la libertad, pero yo estoy pensando en la reconstrucción después del fascismo. Y estoy pensando en cómo vamos a reconstruir cuando el exceso de poder los consuma. Tengo la racionalidad necesaria para no sobreactuar, no consentir y no correrme un milímetro.
–El Presidente y su esposa denunciaron a “los medios que apoyaron la dictadura” y los legisladores bonaerenses pidieron una investigación.
–Hablan de los mismos medios que después les bancan las campañas. Yo estoy pensando en el porvenir, los que se quieran quedar en los setenta, que se queden allí.
Reportaje: Werner Pertot.
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