EL PAíS › HABLA BELEN, LA NIETA 88 RECUPERADA POR ABUELAS DE PLAZA DE MAYO

“Voy a empezar a reconocerme”

“Sumo familia y ahora quiero empezar a reconstruir mi historia, a conocerlos”, dijo Belén a Página/12, desde Córdoba, donde dio una conferencia de prensa. Habló de cómo se decidió a buscar su identidad y del encuentro con su familia biológica.

 Por Alejandra Dandan

Belén pensó que podía ser hija de desaparecidos hace dos años, cuando la televisión empezó a hablar más francamente de estas cosas. “Yo particularmente no tenía conocidos que habían pasado por estos temas”, dijo ayer a este diario. Belén presentó su historia por primera vez ayer, en la casa de las Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba. “Creo que al verme se veían en ellos”, contó sobre el encuentro con su familia, que se produjo el lunes en el despacho de la jueza María Servini de Cubría.

Ella nació los primeros días de agosto de 1977 en la maternidad del hospital militar de Campo de Mayo, mientras sus padres estaban secuestrados. Se los habían llevado el 13 de mayo de la casa de Florencio Varela. Horacio Altamiranda y Rosa Luján Taranto se habían conocido en un baile, militaban en el PRT-ERP y a esa altura tenían 21 y 19 años, un hijo de 4 años, una de 2 y a Belén con siete meses y medio en la panza de su madre.

Lo que sucedió con ella y sus padres de allí en adelante ahora es parte de un expediente judicial que conservan las Abuelas, y ella pudo empezar a revisar hace un tiempo. Rosa Taranto estuvo en El Vesubio hasta el momento del parto. Con ocho meses de gestación la trasladaron al hospital militar, para una cesárea. Le arrebataron a su hija apenas nació. Tres meses más tarde, se sabe ahora, el Movimiento Familiar Cristiano –según denunciaron las Abuelas– entregó a esa niña en adopción. Esa niña ahora es la que habla: “Ahora voy a empezar a reconocerme y reconstruir algo que quedó hace 30 años”.

–¿Cuando empezó la búsqueda?

–En realidad fueron varios años de pensarlo, fue plantearlo con mi hermano y mis amigas y un día me tocó tomar la decisión y empecé.

Eso fue para marzo de 2005. Belén ya estaba viviendo en Córdoba, para entonces sabía que había sido adoptada, que quienes la criaron no eran su familia y que no le mintieron.

“Desde que tengo uso de razón –dijo ayer– me lo dijeron, incluso siempre nos dieron la posibilidad de que si teníamos algún tipo de duda nos iban a ayudar.”

Y le dijeron que era hora de que busque sus raíces. En su casa vivía un hermano, también adoptado que acompañó ese proceso. La familia completa vivió en Buenos Aires hasta 1987 cuando se trasladaron a Córdoba. Para marzo de 2005, Belén habló del tema con una de sus amigas. Ella se llama María, fue quien se encontró con el 0800 de las Abuelas en un video clip de la Bersuit, y le pasó el número.

–Con ese número llamé por teléfono –dice Belén ahora–, y después llamé a las abuelas de Córdoba, me presenté. “No me voy a animar a hacerlo después”, me dije, por eso vine y después, de marzo a septiembre no volví, como que también quería esperar un tiempo.

Entre uno y otro momento, murió su padre y eso terminó siendo clave. Un mes más tarde volvió a Abuelas para terminar la búsqueda. Allí, las Abuelas ya la esperaban con una carpeta de documentos. La Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) le dio su partida de nacimiento, el legajo de adopción y pidió finalmente los análisis genéticos para determinar la filiación. Ese camino terminó el lunes pasado, cuando voló a Buenos Aires para reunirse en el despacho de la jueza federal Servini de Cubría con sus tres abuelos, tíos y dos hermanos.

–Es muy fuerte, no lo podía creer, es como que todavía estoy cayendo –dijo–. Llega un momento en que querés saber quiénes son tus padres, a mí me pasó de más grande, a eso de los 23, de chica o de adolescente, tal vez tuve dudas pero por ahí no tenía ganas de saber.

–¿Qué quisiera saber de sus padres?

–En realidad es una suma, sumo familia y ahora quiero empezar a reconstruir mi historia, a conocerlos, son muchos, es una familia muy grande.

En la conferencia de prensa estuvo su hermano y ella habló. No es habitual que quienes pasaron por situaciones parecidas se animen a hacerlo tan recientemente. La situación de legalidad que rodeó a la adopción o a lo que ella sabe de ese momento, parece haber ido preparándola. Sabiendo al menos que había otra parte de su historia que no tenía.

“Que no signifique una ruptura con su familia de adopción también la ayudó”, explica Gaudalupe Ziraldo, de Abuelas de Córdoba, que acompañó ese proceso. “Muchos vienen después de que sus papás adoptivos fallecen, porque tienen miedo de lastimarlos. En el caso de Belén, es distinto porque su búsqueda no significa una ruptura; de hecho su hermano la acompañó y también su madre y esto de poder sumar y que esto no significa un quiebre también importa.”

Como el clip de la Bersuit, las Abuelas hacen circular ese 0800 entre bandas de música, productoras y recitales de todo el país. Saben que sus nietos dejaron de ser niños y ahora están entre los jóvenes. “Con los años, el proceso cambió”, señala Ziraldo. “Ellos son los que ahora protagonizan sus búsquedas, llegan con dudas, sus fechas de nacimiento y son partícipes de todo el proceso. Antes los buscaban las abuelas, con una vía legal que se hacía lentísima.”

Irma Rojas es la abuela de Belén, la madre de su padre. Ella fue quien empezó a buscarla en 1982, a través de la Justicia. Pasaron 25 años de ese momento. Belén tiene una hija de diez años y ahora ella buscó a su abuela y la encontró.

Entre el lunes y martes último cuando se conoció la noticia, los teléfonos de Abuelas en Córdoba volvieron a sonar. Su caso provocó otros seis aportes de datos de otros casos y la presentación de cuatro personas que quieren saber si son hijos de desaparecidos.

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Belén con Sonia Torres, de Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba.
 
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