EL PAíS › EL CANDIDATO TARAPOW

Agua, agua, hundido

Tuvo sus quince minutos de fama como capitán del Irízar, donde la imagen les ganó a los cuestionamientos profesionales. La usó para ser primer candidato de Rodríguez Saá en Capital. Sacó menos de 50.000 votos, muy lejos de su referente.

 Por Nora Veiras

“Varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes.” A Guillermo Alejandro Nelson Tarapow un accidente lo había convertido en el “héroe” que definen los diccionarios. De ahí a la política hubo apenas un saltito. Después de entregar el rompehielos Almirante Irízar, incendiado aunque sin un solo náufrago muerto, el capitán de la Armada creyó alcanzar la gloria. Su imagen en uniforme de combate y con prismáticos al cuello descendiendo del buque remolcado en Puerto Belgrano recorrió el mundo. Alberto Rodríguez Saá cayó rendido ante la estampa hollywoodense: le ofreció el primer lugar como diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires. El marino que había decidido hundirse con su barco se salvó en el mar pero se hundió en la política. Obtuvo apenas 48.214 votos (2,69 por ciento), cien mil menos que “El Alberto”. En la Armada todavía falta concluir el sumario para determinar si su conducta fue la correcta ante el siniestro en altamar.

Apenas lo postularon, Página/12 conversó con el capitán de fragata sobre su retiro y el lanzamiento a la campaña electoral. “Cumplí un ciclo en la Armada. Me di cuenta que es más fácil ganar una condecoración que llevarla a diario. La otra tarea tan noble como la que había desempeñado durante veinticinco años es la política, la única forma de transformar el país es desde la política, la verdad que cuando uno está en la cumbre de una montaña cualquier paso que dé significa bajar. Yo ya había llegado a la cumbre dentro de la Armada. Tener un poquito más de jerarquía tal vez no era ni lo más importante ni lo último de mi vida. Si no querés bajar lo único que tenés es pasarte a otra montaña que sea más alta y continuar trepándola.”

–¿Si no gana, sigue en la política?

–No, no.

–¿Es debut y despedida?

–Claro.

–¿Qué va a hacer?

–Dar charlas, conferencias y trabajar como líder auditor en sistemas de gestión de calidad, que es una habilitación que obtuve en un curso que hice en Paraguay. Me honró el solo hecho de que me hayan considerado –dijo, premonitorio.

El despliegue mediático lo embelesó no sólo a él. En realidad, en la cúpula de la Armada decidieron aprovechar el montaje del “héroe” para recuperar terreno en la sociedad. “La Marina tiene la cara de Astiz, hagamos que tenga la de Tarapow”, se escuchó decir cerca del comandante Jorge Godoy. Y así fue. Claro que hacia adentro nada es lo que parece.

Allende el Atlántico

El 10 de abril, a las 20.25, una columna de humo alertó sobre un foco de incendio en el rompehielos. Tarapow recuerda: “Salí corriendo dos cubiertas hacia arriba. Otra gente iba hacia otros lugares. Salgo corriendo al puente y como no recibía información en el puente de comando, digo me voy al cuarto de control de máquinas que está ocho cubiertas más abajo y cuando abandonaba el puente veo en el tablero del puente tres o cuatro lucecitas que confirmaban que había un incendio”. Peritos navales consultados por este diario consideraron que la función del capitán es ordenar las tareas de extinción y no involucrarse en forma directa teniendo en cuenta el riesgo que implica quedarse sin conducción.

El incendio se produjo al romperse un caño de combustible en el motor 2 de la sala de máquinas. Aquí los cuestionamientos apuntan a que en ese lugar tendría que haber habido una guardia permanente. “El Irízar es un buque de 1975, por la tecnología de la época eran buques alarmizados que permitían un control centralizado pero no desatendido. Después del ’87 aparecen los buques con guardia desatendida que son automatizados y permiten navegar sin personal de guardia”, repiten peritos navales que critican la decisión de la Justicia Federal de Rawson, Chubut, que llamó a peritos policiales para estudiar las características del siniestro.

El capitán que carga sobre su destino llamarse Guillermo por el almirante Brown, fundador de la Armada; Alejandro por Alejandro Magno, y Nelson por el almirante británico que derrotó a Napoleón en Trafalgar, tiene como mérito que los 240 tripulantes y pasajeros del Irízar salvaron la vida. Sin embargo su conducta dista de ser inmune a cuestionamientos. Su permanencia en cubierta a pesar de haber recibido la orden de sus superiores, desde el comandante antártico Alejandro Losada y el propio Godoy, de dejar el barco cuando ya toda la gente estaba en las balsas resulta incomprensible.

“Mi comandante (el capitán de navío Losada) me pide que baje. Yo le digo que voy a seguir el destino de mi buque hasta las últimas consecuencias. Se produce una situación donde él se me cuelga del cuello. Yo había visto la intención, entonces me había puesto detrás de una barandilla. Se vuelve a producir una segunda forcejeada. Le digo: ‘Señor, mire, yo voy a continuar aquí en el buque, si algo me llega a suceder salve mi buen nombre y honor’. El me dice: ‘Vos tenés que salvar tu buen nombre y honor’. Hay momentos en la vida en que el rol está por encima de la persona. En ese momento me dice: ‘Venga un abrazo’, me da una trompada. Cuando me da la trompada, le digo –así sonriendo– ‘me pidió un abrazo y me da una trompada’. Pero nunca hubo una falta de respeto, simplemente que quería que él me comprendiera en el momento que estaba viviendo.”

–Siendo una estructura jerárquica, ¿desobedecer una orden implicó sanción?

–Una orden es “desembarque”. A mí lo que me dijeron fue “habiendo cumplido –el mensaje de los tres almirantes–, ejercido el comando en plenitud, decisiones extremas, de peligrar su vida le ordeno abandonar el buque”. Yo evalué bien, de hecho estoy vivo.

Losada pidió el retiro tras el incidente. Tarapow dice que su misión era salvar las vidas y los bienes. Los críticos señalan que las vidas ya estaban a salvo y si quería evitar mayores daños fue un error entonces evacuar también a la cuadrilla de control de averías, especializada en sofocar incendios. Era evidente que él solo no podía hacer nada.

Cuando llegó a Puerto Belgrano, Tarapow le dijo a Godoy que le entregaba el barco con apenas un 15 por ciento de daño. Ahora, la reparación se calcula en 140 millones de dólares. El capitán devenido fugaz político descree que la magnitud del daño haya sido de esa magnitud.

Hijo de una familia de marinos –uno de sus hermanos fue designado segundo comandante del Irízar–, Tarapow está convencido de haber llegado a la cumbre. Parte de la sociedad se lo hizo creer por un ratito.

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Imagen: Arnaldo Pampillon
 
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