Domingo, 4 de noviembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › CABANCHIK, FILOSOFO Y SENADOR ELECTO
Hasta hace poco desconocido, el doctor en Filosofía Samuel Cabanchik resultó electo senador por la Capital por la Coalición Cívica de Carrió. Sus planes para la Cámara alta, su visión de la política y del gobierno nacional.
Samuel Cabanchik era hasta hace poco un desconocido que a partir del 10 de diciembre recorrerá los pasillos del Senado. Personaje poco común para el mundillo político, gusta reflexionar con voz pausada y palabras difíciles sobre cuestiones existenciales. Es que sus orígenes no se encuentran en la política partidaria tradicional sino en la academia. Pero Cabanchik se jacta de su procedencia y analiza con frialdad meticulosa la descomposición del sistema de partidos, la relación entre intelectualidad y política y busca mostrar convicción cuando se lo interroga por el difícil escenario que le espera en el Congreso. Experto en filosofía contemporánea, admirador de Ludwig Wittgenstein y de Jean-Paul Sartre, de manera un poco imprevista Cabanchik ganó la segunda banca en la Cámara alta luego de la buena elección que la Coalición Cívica (CC) de Elisa Carrió realizó en la Capital Federal el domingo pasado.
–Se suele decir que el mundo intelectual está escindido de la esfera de la política real. ¿Coincide con esta afirmación?
–Por supuesto. En la Argentina ha habido desde los ’90 un repliegue de los intelectuales sobre sus propios cotos. Pienso que esto se explica por el desencanto profundo que significó la salida traumática del gobierno de Alfonsín. El menemismo es un momento de ruptura de la academia y la política que ahora puede estar superándose. En el mundo en general creo que hay un compromiso menos temeroso del intelectual con la cosa pública. Llámase Savater en España o Chomsky en Estados Unidos, que adoptan compromisos radicales. Me parece que a los argentinos nos hace falta audacia y compromiso.
–¿Cuál sería la solución?
–Un camino es que los partidos abran sus estructuras a los intelectuales. Otra es la propia audacia y decisión de los implicados. Pero el problema es de todavía más profundo. Si yo comparo la militancia estudiantil universitaria de los ’70 y la de hoy dan ganas de llorar. En aquel entonces había un proyecto, un contenido. Si bien había violencia y ruptura, existía una praxis que estaba asociada con la esperanza y la fantasía. La praxis actual sólo es de ruptura. No encuentro los contenidos de la renovación de las instituciones, de un programa político abarcativo. Los encuentro aislados del conjunto de la sociedad. Es por eso que hay que recrear diálogo político serio, donde los actores se reconozcan los unos a los otros. Hay que desterrar la violencia entre nosotros. Por eso es significativo que Carrió encabece un movimiento por la paz, como dijo que iba a hacer. Hay que superar la violencia, sin desconocer que forma parte de la condición humana como Freud enseñó, pero justamente por reconocerlo hay que buscar que no nos arrastre.
–¿Por qué optó por meterse en la política partidaria?
–La filosofía, tal como la estudio y la ejerzo, es una manera de practicar la vida. Algunos filósofos pueden encontrar su satisfacción en la ética, otros en la estética y muchos otros también en la política. Yo de alguna manera he ido encontrando esos énfasis en distintos momentos de mi vida. Hoy, para mí, la política real es una dimensión práctica en la que yo le doy un contenido y un valor al ejercicio del pensamiento.
–¿Cuáles serán las líneas que piensa trabajar desde el Senado?
–En lo inmediato, estoy ávido de conocer cuál es el contenido exacto de la reforma que va a proponer el Poder Ejecutivo para la ley de educación superior. Luego, me interesan temas como el ingreso universal para la niñez y la ancianidad. Ya resulta inadmisible que siga habiendo chicos sin acceso ni a lo básico para poder desarrollar su infancia en plenitud. También quiero apuntalar al aumento del presupuesto en ciencia, tecnología e innovación, excluyendo de ese rubro lo que sea innovación empresarial exclusivamente, ya que se debe incentivar el desarrollo tecnológico en el campo de la ciencia aplicada. Debemos llegar al 1,5 por ciento del presupuesto lo antes posible.
–En el Congreso, la CC será minoría. ¿Qué estrategia piensan llevar adelante?
–Espero que la mayoría oficialista, que es muy importante en ambas cámaras, esté abierta al diálogo y a la construcción con las minorías. Hay que comprender que no puede haber un sistema realmente democrático si no hay opciones alternativas de gobierno. Para el Ejecutivo, la oposición debe ser esencial y no tiene que pretender cooptarla o destruirla, ya que, por ejemplo, una expresión tan popular como la nuestra hace a su parte de verdad. Particularmente, espero que el oficialismo entienda que nuestra participación, con más de 4,5 millones de votos, es significativa en la sociedad y que no siga diciendo que los porteños son una isla o que se trata del gorilaje.
–Es probable que al asumir se reconfigure el mapa de aliados dentro del Congreso. Se habla, por ejemplo, de que los dos senadores por Tierra del Fuego del ARI no conformarían un bloque con los de la CC de Capital...
–Aspiramos a que exista un solo bloque y vamos a seguir trabajando para eso.
–¿Qué piensa del Gobierno?
–Le reconozco algunas cosas bien hechas. Personalmente me entusiasmó bastante en sus primeros años, sobre todo por las expectativas generadas en torno de una transformación de la política de la mano de la famosa transversalidad. Pero después, en 2005, cuando le ganó la interna a Eduardo Duhalde, yo no entendí cuál pudo haber sido la motivación para negar su propia idea y proyecto quedándose con la vieja estructura del menemismo y el duhaldismo. Desde ahí, en mi opinión, fue más de lo mismo. Pero no sólo eso, fue también más de lo mismo porque otra vez hubo casos de corrupción, una tendencia tremenda al hegemonismo, la falta de respeto a la división de poderes, la concentración en el Ejecutivo mediante los decretos de necesidad y urgencia, los hechos en el Consejo de la Magistratura, el no favorecer una coparticipación federal que impida el uso de la caja de un modo político grotesco... Todos esos rasgos hacen que el entusiasmo por la política de los derechos humanos, el intento de una transversalidad en función de algo nuevo y la renovación de la Corte Suprema fuera traicionado. Hoy llegamos a una situación en la que el kirchnerismo no representa ningún cambio ni la construcción de la nueva política.
–¿Cómo cree que continuarán las cosas con Cristina Kirchner?
–La voluntad popular mayoritaria eligió eso. Espero que no haya sido un error y ojalá que domine en la nueva gestión el mensaje de “en la democracia ganamos todos”, de “superar todos los odios” y que no se vuelva al peronismo-antiperonismo.
–Usted hace hincapié en el agotamiento del actual bipartidismo y habla de renovación política. ¿Cómo considera que se recompone el sistema de representación?
–Creo que el peronismo y el radicalismo, como expresiones del bipartidismo, están agotados. Ambos dieron lo mejor y lo peor de sí y no están en condiciones de seguir siendo la fuente proteica de política para el país. El radicalismo perdió completamente la relación con aquello que era su rasgo distintivo: la inclusión de las clases medias y una apertura democrática-republicana. Una vez satisfechas estas demandas y sin tener nada que ofrecer en tanto partido, se fue desmembrando y se fue asimilando a prácticas que traicionaron su ideario original. El peronismo, por su parte, se ha convertido poco a poco en una máquina de captación, concentración y mantenimiento del poder que claudicó las banderas de la justicia social con Menem. Con el actual gobierno vemos un intento de recuperarlas, pero las presiones a las que está sometido interna y externamente no se lo permiten. Hoy necesitamos un partido que integre la potencia de la UCR con su republicanismo, ética y democracia con la justicia social peronista. Aspiro a que la CC sea esa síntesis.
–La Concertación Plural de la que habla el oficialismo dice buscar lo mismo...
–Ojalá este triunfo sea interpretado como el de una concertación real y plural y no como una nueva Alianza. Fíjese las fricciones internas que hay entre Cristina y Julio Cobos. Sinceramente, hoy en día yo no veo cuál es la concertación. Lo que tenemos es una Alianza envejecida con más chances que la anterior sólo porque cuenta con un importante núcleo peronista activo expresado en los sindicatos. Pero eso está claro que no va a ser ninguna renovación.
Entrevista: Diego González.
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