EL PAíS

Entropía en el campo

 Por Mario Wainfeld

Cual si fuera el precio de las commodities, se redujeron el número de cortes, de manifestantes, de adhesiones políticas. Fue palpable la menor aquiescencia de la opinión pública. Y los damnificados directos por la lesividad de la acción directa de los ruralistas se pusieron más firmes que un año atrás. La paciencia colectiva no es la misma, la legitimidad de la protesta agropecuaria tampoco.

El acto en Armstrong fue un soliloquio de un sector de la Federación Agraria. La Sociedad Rural se cortó por su lado. Adláteres de Eduardo Buzzi anunciaron que Víctor De Gennaro estaría entre los oradores, no hubo tal. Nostálgicos de las muchedumbres de Rosario o el Monumento de los Españoles, los organizadores se jactaron de haber juntado a 15.000 personas, cifra voluntarista que excede la suma de las estimaciones que hicieron las crónicas de Clarín y La Nación.

La lesividad se mantuvo con su lógica taimada: el paro no es total, los que reclaman siguen trabajando tranqueras adentro. De cualquier modo, estaba cantado el fin del paro y, aun, de las bravatas de Alfredo De Angeli. No hay plafond para el despliegue, a la vez prepotente y exitoso, de 2008.

La cúpula de la Mesa de Enlace redobla su apuesta al debate parlamentario. Hallazgo en técnicas democráticas: el quórum se procura prepeando. Los 108 diputados del abanico opositor de centro derecha son un piso estimable pero duro de elastizar en alza. Las patronales del agro afirman que el SI habrá de sumarse. Pero en el susodicho bloque no quieren ser llevados a la rastra por un colectivo de derecha. Una ley votada excluyendo al oficialismo, con alto impacto fiscal, no los expresa ideológicamente y los desdibuja políticamente. Los diputados del SI querrían un proyecto con efecto fiscal neutro, con un vasto apoyo legislativo, lo que equivale a incrementar la carga para los grandes productores. Más allá de las palabras de Buzzi, eso cavaría la lápida de la unidad en la acción de los ruralistas.

A todo esto, con mucho diente apretado, está tendida la mesa de los martes en el Ministerio de la Producción. Nuevas bajas de retenciones para productos regionales (hay patria más allá de la soja) podrían ser las medidas de la semana. El cuadro general, más vale, dificulta avances en el diálogo.

Corre la cuenta regresiva para que los líderes ruralistas se postulen como candidatos en las elecciones. “Por abajo” hay unos cuantos, por arriba Mario Llambías es el que pinta más cercano. Entre tanto, da la impresión de que la radicalización del conflicto los distancia de otros estamentos sociales.

La pareja presidencial cargó en sus discursos contra los ruralistas. Es patente que, a su ver, eso les da identidad. Para la mirada del cronista, la cinchada no es un juego de suma cero en el que un rival gana lo que pierde el otro. Más bien es un caso de entropía, la energía se disipa para todos. Las patronales del agro no tienen razón, eso no la deriva al oficialismo. La demanda de acuerdos, de limitar la beligerancia es muy grande y la falta de solución del entredicho damnifica al Gobierno. Curioso que no se piense así, cuando la gran oferta de campaña del kirchnerismo (tal como se expresa en nota aparte) es la de garante de la gobernabilidad.

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