Domingo, 16 de agosto de 2009 | Hoy
¿El fallo sobre estudios de ADN para determinar la identidad de posibles hijos de desaparecidos cierra definitivamente la puerta a la extracción compulsiva de sangre?
–Sí, la cierra. Igual no creo que sea una medida necesaria ya.
–¿Y si por alguna razón fracasan los métodos alternativos? Abuelas de Plaza de Mayo ha denunciado procedimientos fraguados.
–Se insistirá, ADN siempre en algún lado vas a dejar, aunque sea cuando te tomás un café. Técnicamente esto es cada vez más fácil. Y se ahorra el espectáculo de obligar a alguien a sacarse sangre.
–¿Cómo explica la importancia de este fallo?
–Para hacer los estudios genéticos no hace falta tocar físicamente a la persona. A su vez, no se deja desprotegida a la familia biológica. Lorenzetti y yo hicimos una reserva en la que planteamos que el análisis debería tener como único fin el conocimiento de la verdad y que eso se ponga en conocimiento de la familia de los desaparecidos. No debería haber efectos penales ni civiles a menos que la persona lo acepte.
–Si no tiene consecuencias penales sobre los apropiadores, ¿cómo se garantizaría el deber del Estado de investigar los crímenes de lesa humanidad?
–Lo lamento por el Estado. ¿Cómo va a venir a cumplir con su deber a costa de la víctima después de treinta años? La víctima, que bien puede decir “el Estado me viene a joder la vida después de treinta años, cuando además me afanó antes”.
–Sus colegas no se pronunciaron sobre las consecuencias penales ni civiles de determinar la identidad de un hijo de desaparecidos.
–No, pero si alguna víctima plantea el tema, van a tener que definirse.
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