Domingo, 7 de febrero de 2010 | Hoy
EL PAíS › JACQUES FREDJ, DIRECTOR DEL MEMORIAL DE LA SHOA DE PARIS
El organizador del encuentro en Francia habla sobre cómo los crímenes pueden ser específicos pero se relacionan entre sí.
Por Eduardo Febbro
–Cuál es su impresión de estos días de reflexión y testimonio en torno de la Shoá y los genocidios del siglo XX.
–Estamos en un momento interesante de la memoria de la Shoá porque comienza a arraigarse en las conciencias. Habrán hecho falta muchos años para que esta historia sea verdaderamente integrada en la historia de Europa. Ahora esa historia también se está integrando en otros continentes que no la vivieron. La dificultad con la que se enfrentaron los magistrados argentinos durante estos días consistió en que tenían que entender cómo, a partir de un acontecimiento específico, se podía reflexionar desde la Shoá a través de una historia nacional, marcada por actos graves, pero siempre respetando cada acontecimiento histórico. Lo que está en juego no es la comparación entre la Shoáh y lo que ocurrió en la Argentina. Sin embargo, no debemos tener miedo de comparar los genocidios. Lo esencial es reconstituir el contexto y hacer que la especificidad histórica de cada hecho sea entendida. A partir de esto hay toda una reflexión sobre la instauración de una justicia internacional, de un proceso judicial, que puede ser útil frente a todos los crímenes.
–¿De dónde nace la persistencia en querer ignorar un hecho tan inmenso como la Shoá u otros crímenes semejantes?
–Creo que lamentablemente el hombre no aprende nada o aprende muy poco de las situaciones históricas. Después de la Primera Guerra Mundial Europa estaba tetanizada por el pacifismo, llegamos a la Segunda Guerra Mundial y pensamos que habíamos tocado el fondo. Muchos deportados trajeron el mensaje “nunca más”. Pero el “nunca más” no existió jamás”. A través de la Shoá está el paroxismo de lo peor que el hombre es capaz de construir. Hay aquí varios elementos fundamentales. Es la especie humana la que debe sacar las consecuencias de lo ocurrido. Si queremos que un crimen como el de la Shoá no se reproduzca es necesario recordar la historia, contar de nuevo, sin cesar nunca.
–¿Qué memoria debemos desarrollar? ¿La culpa, el castigo?
–Lo más fundamental está en que nuestra memoria se arraigue en la historia. No debemos estar permanentemente en el recuerdo o en la emoción, aunque ambas son indispensables, sino en la enseñanza de la historia. Debemos transmitir los hechos históricos. Esa es la mejor manera de sensibilizar las conciencias y de que se comprendan los mecanismos. ¿Qué tipo de memoria? No hay memoria culpable. La Shoá originó un proceso jurídico internacional que permitió que los aliados amenazaran a los criminales de guerra diciéndoles “cualquiera sea el resultado de la guerra ustedes rendirán cuentas”. Creo que es fundamental que esa idea siga existiendo. La humanidad no debe comportarse como se comportan los verdugos. Los verdugos no deben dormir tranquilos, saben que un día u otro rendirán cuentas ante la especie humana. Esa idea es fundamental y debe ser aplicada en todos los casos, en todos los genocidios, en todas las situaciones. No se trata de culpabilidad, ni de punición, ni de venganza. Se trata de justicia. Cuando se viola la ley a esa escala, los verdugos deben ir ante los tribunales democráticos. En la Shoá, la dificultad radicó en que los juicios se extendieron durante 50, 60 años. Por eso, los útiles de justicia internacional que se implementaron después de la Shoá pueden ser utilizados ante los intentos de genocidio.
–Usted comentó recién que no debemos tener miedo de comparar los genocidios. ¿Cuál sería la convergencia entre los crímenes cometidos en la Argentina y la Shoá?
–La comparación histórica sirve para mostrar la dificultad en el vocabulario, la dificultad de la comprensión de los acontecimientos históricos. En 2010, por ejemplo, estamos confrontados a un verdadero problema de terminología, de mezcla de términos y hechos. Es fundamental comparar para poder definir correctamente los crímenes. La comparación permite comprender las situaciones y ello no le quita nada a la naturaleza de un crimen. Que se trate de un genocidio, de un crimen contra la humanidad o un crimen de guerra, eso no disminuye la naturaleza del crimen pero permite que cada acontecimiento conserve su especificidad. Esa es la dificultad que tenemos hoy. La palabra gueto, racismo, genocidio son utilizadas en todo el mundo de forma incorrecta. El otro día escuché en la radio que alguien hablaba del “genocidio de los pescados”. Estamos permanentemente confrontados a un problema de terminología y, por consiguiente, de relativización y de trivialidad Si hoy dejamos pensar que todo está en todo, en uno u otro momento todos los crímenes serán relegados al mismo plano y, así, formarán parte de las catástrofes que produjo la humanidad, y ello sin ninguna especificidad ni particularidad.
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