Sábado, 30 de octubre de 2010 | Hoy
Cristina: me atrevo a tutearte porque así lo hacemos en casa cuando comentamos algo de vos. Cuando te apoyamos, cuando nos encantamos con tus discursos, cuando nos alegramos con algún proyecto, cuando te acompañamos. Hoy te escribo porque no sé cómo tramitar esta tristeza de otra manera y porque quisiera que en estas líneas sientas que una ciudadana común te está acompañando en este momento tremendo. Imagino el dolor infinito que sentirás en este instante. Yo también voy a extrañar a Néstor. Es raro, porque no es de mi familia, no es mi amigo, sin embargo lo siento cercano: creo que porque me ayudó a ser un poco menos tonta, a tomar partido. Gracias a él pude ver cómo se bajaba el cuadro de Videla, cómo se negociaba la deuda para que mi hijita de 4 años no pague con su futuro, cómo se enfrentaba al poder mediático del cual escuchamos tantas mentiras, cómo a mi mamá le daban su merecida jubilación por haber sido tan buena ama de casa, cómo los ideales de igualdad dejaban de ser un discurso y se empezaban a concretar, cómo las Madres y las Abuelas empezaban a ser escuchadas y así tener el lugar que siempre merecieron... Hubo sobre todo una cosa de la que siempre le voy a estar agradecida: me involucró como ciudadana, tuve conciencia. Y vi cómo mis padres y mis amigos también lo hacían. Su insolencia nos hizo fuertes, dejó aflorar nuestros ideales (tan dormidos, tan quietos) y actuarlos. No te pido fuerza: te ofrezco mi brazo, mi brazo argentino, desde mi humilde lugar, desde mi trabajo, desde lo cotidiano, con mis acciones, para sostener con vos el estandarte que él dejó en nosotros y que sé que vos sostenés. Te quiero acompañar, Cristina. Estoy dispuesta. Por mi hija, por mi familia, por mis amigos, por mis compatriotas. Te respeto y te aprecio.
Claudia Mascheroni
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