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Durante toda mi vida, me dijeron “los más grandes” que luchaban para que sus hijos vieran el cambio; esa generación... la de mis viejos, que me enseñaron a pensar, a pensarme, a dudar, es la generación del dolor, del miedo, de la culpa de los culpicidios y los culpicidas; esa generación, o parte de ella, lucha para que sus hijos puedan ver “la Argentina que nos merecemos” y nosotros, respaldados en ellos, tenemos el derecho y el deber de no quedarnos con los brazos cruzados.

El protagonismo que han adoptado los jóvenes durante las últimas jornadas me generaron una sensación de compañía, de coraje, la palabra fuerza tantas veces repetida hacia nuestra Presidenta ha removido las debilidades de muchos que nos creíamos solos en una lucha tan pero tan de todos.

Estoy convencida de que ese “fuerza” incansable, desgarrado, ese “fuerza” con aire de súplica, de “quedate”, ha reanimado no sólo a Cristina Fernández sino también a todos los que apoyamos un proyecto de país.

Hoy se mostró un pueblo descubierto, un pueblo donde no eran las banderas políticas las que marcaban el paso, un pueblo que abrazaba, que gritaba, que lloraba, pero también reía y cantaba, porque se sentía Pueblo.

Necesitamos dejar de quejarnos, no dejemos que el miedo al éxito nos invada y aprovechemos el pasado de un buen líder, acompañando activamente lo que está por venir, sintiéndonos como hoy, parte de la historia.

Melisa Bevcar