Sábado, 30 de octubre de 2010 | Hoy
Fuiste una sorpresa, carajo. La gente no podía esperar mucho de vos, un desconocido desgarbado que agarraba el país en medio de una sucesión de despropósitos. Donde la ausencia de valores no era precisamente la menor de las guadañas que invariablemente nos cortaban las piernas.
En un país donde los presidentes se habían arrodillado ante clarines, milicos, sotanas, fondos monetarios, estados separados, estados unidos, o habían sido alegre y desembozadamente corruptos, frívolos y obsecuentes de cuanto polo de poder se les cruzara, pocas fichas de esperanza nos quedaban por apostar. Peor todavía: los políticos cobardes, represores o vendepaíses eran ya una certeza, una triste costumbre del civismo. Nos habíamos acostumbrado al espanto y tal vez no esperábamos otra cosa. Nos habían dicho que no era posible. Y entonces apareciste vos.
Por eso, Néstor, sería tan triste que vos y Cristina fueran lo que son hasta ahora: una anomalía en la historia. Que los continuaran grises escribanos del poder, hombrecitos minúsculos, temerosos de Dios y de la Sociedad Rural, olvidados de los débiles, alineados automáticamente a la bajeza. Porque un verdadero líder no crea seguidores: crea más líderes.
Un presidente, como vos, que descuelga (mejor: manda descolgar, y manda al jefe del Ejército) el rostro de un torturador, asesino y ladrón de bebés no puede ser excepcional. Tiene que ser la norma. Me imagino a Macri, a Duhalde, a Carrió, a Cobos (¡Cobos!) reponiendo el cuadro de Videla, ellos mismos, con sus manos serviles, con sus semisonrisas tenebrosas.
Por eso hay que clonarte, Néstor. Hay que crear dos, tres, muchos Néstor Kirchner. Todos tenemos que ser vos, porque si somos vos, no vamos a dejar que se cuelgue ese cuadro de nuevo. Ni que gobierne el que más tiene contra el que menos tiene. Ni que algún patán cortoplacista nos empeñe la risa.
Si lo que hiciste fue algo inédito, y Cristina te continúa y extiende, después de Cristina (y habrá Cristina para rato) el que venga tiene que hacernos olvidar que un día hubo una singularidad, una extravagancia de la historia. Que los dirigentes del futuro tengan tu entrañable transparencia, tus huevos, tus ganas de construir una Argentina por fin justa, libre, soberana. No nos merecemos que nos lideren tibios, advenedizos sin corazón, traidores al bien común, cínicos, enamorados de lo que ya fue y ya pasó, o simplemente salamines.
Néstor, querido Néstor: yo confío en que, yo espero que, visto lo visto, hayamos aprendido que vos fuiste posible, y que nos merecemos otro vos.
Raúl Cristián Aguirre
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