Los títulos y los análisis previos hablan del fracaso e incluso de la paliza que hoy sufriría el kirchnerismo. Ninguna variación en más o en menos respecto de las cifras de las primarias de agosto modificará esta lectura, que no se basa en el análisis de los hechos sino en los deseos de quienes los interpretan y en su decisión de incidir en el curso de los acontecimientos posteriores. La retorsión más sofisticada de este razonamiento fue una columna publicada por Clarín según la cual esta noche el oficialismo intentaría presentar la derrota como una muestra de fortaleza por seguir siendo la primera fuerza nacional. El dato central, inamovible y falso, es que se tratará de una derrota. Luego sigue una serie de conjeturas sobre quién será el candidato para seguir en el poder” (de lo cual no se ofrece la menor precisión, porque ese debate no existe). Se trata, precisamente, de instalarlo, como si fuera una urgencia, algo coherente con la idea de fin de ciclo. Esto se completa con la afirmación de que el kirchnerismo no tiene herederos, como si fuera un muerto y hubiera llegado el momento de abrir la sucesión.