Miércoles, 23 de diciembre de 2015 | Hoy
Por Raúl Kollmann
Uno de los datos más llamativos de lo ocurrido con el memorándum es el silencio de Estados Unidos. Cuando el gobierno de Mauricio Macri anunció que desistiría de la apelación, haciendo caer así el acuerdo con Irán, la cancillería de Israel hizo conocer su satisfacción. Sin embargo, Washington mantuvo silencio, no hubo ni una mínima señal de aprobación.
En su momento, tampoco Estados Unidos objetó el memorándum, entre otras cosas porque –ahora se sabe– ya estaba negociando con Irán el acuerdo que finalmente se firmó en Viena en julio. El diagnóstico que llegó del Departamento de Estado es que el Memorándum –auspiciado y elogiado por Interpol– no estaba mal, pero que la Argentina no tenía el peso internacional para hacerlo cumplir. Actualmente, Estados Unidos e Irán están trabajando casi como aliados en el principal foco de conflicto mundial: la crisis de Siria. Teherán está sentado a la mesa de negociaciones, básicamente porque representa a la corriente chiita del Islam, enfrentada a los sunitas del Estado Islámico. Las relaciones entre Washington y Teherán tienden a normalizarse y ya se habla, no sólo de la reapertura de la embajada norteamericana en la capital de Irán, sino de inmensas inversiones y negocios. No parece casual, en ese marco, que la canciller argentina, Susana Malcorra, haya adelantado que el gobierno de Macri no tendría inconvenientes en vender trigo a Irán. La frase produjo reacciones en Jerusalén y tímidos reproches de la DAIA y la AMIA.
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