Al cumplirse treinta años del asesinato y desaparición durante la última dictadura militar del escritor, periodista y militante popular Rodolfo Walsh, el gobernador bonaerense Felipe Solá inauguró una escultura en un emotivo homenaje. Hubo algunos incidentes con militantes de derechos humanos que se acercaron por fuera de la convocatoria.

“Rodolfo se encontró con lo que pasaba en el país ocasionalmente en el ’56 y empezó a hacer periodismo de investigación. A partir de ese momento ya no cejó en su compromiso. El, que tenía una enorme capacidad de escribir ficción, se encontró con la realidad del país y no la eludió”, afirmó Solá en su intervención, y luego agregó “que los derechos humanos nunca sean una causa minoritaria”.

La obra es un busto de Walsh en relieve, donde se destacaban los típicos anteojos que usaba el escritor. Está ubicada en la plaza San Martín, donde confluyen las calles 6 y 54, frente al Club de Ajedrez, donde Walsh escuchó la historia del “fusilado que vive”, que culminó en el libro de investigación periodística Operación Masacre.

Antes de comenzar el homenaje, se acercó una pequeña columna de manifestantes de Hijos y de la agrupación Justicia YA!, con pancartas que pedían por la aparición con vida de Jorge Julio López, el testigo clave en el caso Etchecolatz, que sigue desaparecido desde hace seis meses. Al llegar Solá, se abalanzaron a los gritos sobre él para que los escuchara, hecho que irritó a algunos militantes de la JP Evita, que intentaron sacarlos como fuera.

Los opositores se apartaron, desplegaron una bandera blanca con la leyenda “Solá, jefe del Gatillo Fácil” y esperaron en silencio hasta que el gobernador tomara la palabra. Mientras éste descubría la escultura junto a Adelina de Alaye, madre de Plaza de Mayo platense, arremetieron con cánticos pidiendo explicaciones por López. Ahí comenzó una guerra de cantos con los seguidores del mandatario, hasta que todo terminó en una trifulca, después de la que los cuestionadores decidieron retirarse.