Martes, 11 de septiembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Sandra Russo
Desde que muy al principio del gobierno de su marido Cristina Kirchner bajó bruscamente el perfil empinado que había tenido en los últimos años (y que compartió, en otras épocas, con Elisa Carrió y Alicia Castro), comenzó un juego mediático que en épocas electorales ha sido sin duda recargado por los operadores de la derecha en los medios. No significa esto que a Cristina Kirchner la trate bien la izquierda, sino que la izquierda carece, entre muchas otras cosas, de operadores en los medios.
(Un parrafito entre paréntesis: demasiado a menudo se señalan los errores políticos de la izquierda; y demasiado a menudo se olvida que la derecha, además de poseer el capital económico, pelea desde hace siglos también por la acumulación del capital simbólico.)
Hace poco, en las coberturas del acto de lanzamiento en el Luna Park, uno de los diarios líderes publicó una magnífica foto: de la candidata sólo se veía el primerísimo plano, y fuera de foco, el taco del zapato. Atrás, sí en foco y con sus caras nítidamente atentas, la escuchaba todo el gabinete.
La foto es magnífica porque resume metonímicamente, a través de un taco alto demasiado cerca del ojo que ve, el carácter que la edición del diario le atribuye a Cristina Kirchner. Cualquier banco de imágenes podría comprarla para que en otra parte del mundo se ilustren con esa foto artículos sobre el creciente poder femenino en el área pública, sobre el miedo de las mujeres a hablar en público, sobre el cambio de los roles masculino y femenino, o sobre los niños que crecen con mucamas porque sus madres de dedican a actividades full time, como la política.
Sin embargo, esa foto sobre todo dice que la mujer del Presidente, que se presenta como candidata, tiene una imagen tan fuerte entre la gente que para ilustrar una nota sobre su lanzamiento un editor puede darse el lujo de mandar una foto en la que no se vea a la protagonista, sino solamente su taco.
Ahora bien: la fortaleza y el carácter, ¿cómo se leen hoy en la Argentina? ¿Hay una sola mirada sobre esos atributos o hay miradas contrapuestas? ¿Bajo la fortaleza y el carácter no subyacen acaso todos los demás atributos que pueden hacer de alguien un buen político? ¿No son la fortaleza y el carácter los únicos anticuerpos posibles contra la tentación del poder? Si alguien considerara de sí mismo que no tiene fortaleza o carácter, ¿sería honesto que se presentase como candidato político?
Y sin embargo, en los meandros de sentido que van formando corrientes de opinión y lugares comunes, hay una mirada sobre la candidata Cristina Kirchner que se basa en una relectura de la fortaleza y el carácter, y desvían sus gestos y su valoración hacia ese otro reino semántico, ese complejo reino semántico de la palabra “autoritario”.
Por otra parte, en otras consideraciones generales acerca de las miradas activas sobre la figura de la candidata, miradas en todos los casos cinceladas con adjetivos que usan los dirigentes de la oposición para referirse a ella o los columnistas de los diarios, una de las predominantes es la que se dirige hacia “la debilidad” de Cristina por el shopping, o la cantidad de rimmel que se pone (aflojó, ¿vieron?), o “su pasión” por las carteras, de las que ha llegado a usar una de marca inconfesable: Vuitton (hay que tener ganas de usar una de ésas originales, que valen miles de miles, aunque más de una nos hemos conformado alguna vez con atesorar un portatarjetas con ese logotipo de ultraluxe).
Bien: no nos ha salido la candidata, en materia de imagen, como les salen a los españoles, por ejemplo, sean de derecha o izquierda: las primeras damas españolas se permiten pelo corto y taco bajo, espectáculo que una primera dama argentina jamás nos ha proporcionado. El taco alto o el taco bajo son dos fetiches femeninos que hablan de cosas diferentes y en tonos distintos. Estéticamente, nuestras primeras damas respetan los cánones de elegancia burgueses, mientras aquel saco cruzado abierto y los mocasines de Néstor Kirchner encontraron la ruta para, en su momento, escandalizar al burgués.
De todos modos, como es absurdo no creer que la candidata tiene pensamiento prolífico propio, es de esperar que esté previsto que lo dé a conocer de alguna manera más blanda que hasta ahora, que hable, que se comunique. Es una excelente oradora pública, qué duda cabe después de haberla escuchado en el Senado. Pero es aquella senadora la que debe emerger como candidata, aquella mujer con acceso público normal, sin mamparas de Gobierno que la protejan. No la estarían protegiendo. La estarían privando de un chispazo que sólo puede lograr un candidato cuando deja abierta la posibilidad de la conexión popular. Y confía en ella.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.