Jueves, 20 de diciembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › LA COMPLICADA RELACION DEL KIRCHNERISMO CON LA IGLESIA CATOLICA
Es probable que ayer haya sido el mejor momento de la relación entre el gobierno K y la Iglesia en los últimos cuatro años y medio. El conflicto con la curia se centró en la remoción del obispo castrense Antonio Baseotto, luego de que éste opinase que el ministro de Salud Ginés González García debía ser arrojado al mar con peso en el cuello por su posición a favor de la despenalización del aborto. Y se profundizó cuando el kirchnerismo identificó al cardenal Jorge Bergoglio detrás de algunas movidas de la oposición. Los obispos tomaron auspiciosamente que Cristina Fernández de Kirchner que en un reportaje a Página/12 se mostró en contra del aborto. También tomaron nota de la designación en Salud de Graciela Ocaña, quien está lejos de compartir las posiciones de Ginés.
En el principio fue una relación fría, pero cordial. Hasta que llegó Baseotto. Ginés había planteado, también en una entrevista con este diario, que estaba a favor de la despenalización del aborto. “Pienso que hay que despenalizar el aborto. Si ello hubiera ocurrido, muchas de esas mamás que no concurren al médico se salvarían”, razonó.
En febrero de 2005, Baseotto sostuvo sobre el ministro que “los que escandalizan a los pequeños merecen que les cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar”. La frase remitió a los vuelos de la muerte de la dictadura. Kirchner pidió al Vaticano que lo removieran, pero en lugar de eso fue confirmado en el cargo. En marzo de 2005 el presidente lo removió del cargo de obispo castrense y le quitó su sueldo de cinco mil pesos. Sin embargo, el Vaticano no lo retiró: Baseotto siguió dando misa e impartiendo sus ideas hasta mayo de este año, cuando el papa Benedicto XVI le aceptó su renuncia por haber cumplido la edad para jubilarse.
En mayo de 2005, Kirchner trasladó el Tedéum del 25 de Mayo a Santiago del Estero para evitar la Catedral Metropolitana, donde oficia Bergoglio. En noviembre, le respondieron con un documento del Episcopado en el que criticaron la “visión parcial” sobre los setenta. “¿Dónde estaban los obispos cuando acá desaparecían chicos?”, les devolvió Kirchner.
El primer intento de recomposición llegó en 2006 cuando Kirchner asistió nuevamente al Tedéum capitalino. Allí Bergoglio le cuestionó, bajo el manto esquivo de sus homilías, la “manipulación, el amedrentamiento y la prepotencia”. Los intentos continuaron en un encuentro entre Kirchner y Bergoglio en el homenaje a los curas palotinos asesinados por la dictadura. Fue en abril de 2006. Pero no funcionó. No se hablarían en los siguientes dos años.
Además, en la Casa Rosada empezaron a dejar trascender sus sospechas de la presencia de Bergoglio tras cada hecho político que los desfavorecía. Primero señalaron su mano detrás de la candidatura del obispo emérito de Puerto Iguazú Joaquín Piña, algo que el propio obispo se ocupó de desmentir. Desde el kirchnerismo, se ocuparon de describir la elección misionera como una arremetida de la Iglesia, hasta que sufrieron una derrota con su apoyo a la reelección indefinida de Carlos Rovira.
Luego vieron la sombra del cardenal en el acuerdo entre el jefe de Gobierno Jorge Telerman y la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. Incluso recordaron una carta que Bergoglio envió a los sectores jurásicos que organizaron los actos en Plaza San Martín en las que recordaron a las “víctimas de la subversión”.
Hubo en el medio algunos intentos de distensión que no llegaron a fructificar. Uno de ellos fue el encuentro de Kirchner con Piña, que fue desvirtuado cuando la Iglesia desconoció al obispo emérito como un interlocutor válido. La Iglesia volvió a poner el grito en el cielo cuando se aprobó el protocolo de Cedaw, que las organizaciones católicas consideraron “abortista”.
La distensión de las relaciones entre los Kirchner y la Iglesia recién llegó después de la victoria de Cristina Fernández de Kirchner y su resuelto pronunciamiento contra la despenalización del aborto. Bergoglio le mandó entonces a la Presidenta una carta para saludarla por su triunfo en las elecciones y luego le solicitó una audiencia. Cristina Fernández y Néstor Kirchner recibieron previamente al secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. Desde allí, las buenas ondas con los purpurados continúan, junto con las recomendaciones de no avanzar en las leyes que la Santa Madre no quiere.
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