ESPECTáCULOS

“Cortázar, Dalí, The Beatles y el Che Guevara eran un solo corazón”

Por C. K.

–Al escuchar el pirata del Teatro del Globo sorprende oír a un grupo con un estilo casi plenamente formado, aunque era sólo su segunda actuación en Capital. ¿Hubo mucho ensayo previo?
–Lógicamente, hubo bastante ensayo. Tocar en los ensayos formaba parte de la “química natural” de Almendra, porque esas reuniones eran nuestra fuente de felicidad... bueno... por lo menos lo era para mí.
–Cuando formaron Almendra, ¿hubo conversaciones en torno de lo que podría llamarse un manifiesto estético del grupo?
–Había, o sea, hay un manifiesto. En lo personal, sólo he tratado de seguirlo. El proyecto de música llamado Almendra, sobre todo en ese estado germinal, en el Teatro del Globo, aporta la evidencia de un intento para poner en claro esos manifiestos, que permanecen en las letras y en los tonos. Habíamos conversado millones de horas acerca de esto y aquello, literatura o política, o un disco de bossa que conseguía Rodolfo, o Del Guercio que nos deleitaba poniéndonos el último disco del Modern Jazz Quartet. Había muchas ocasiones en las que nos quedábamos discutiendo algún arreglo de uno de nuestros temas nuevos, o para hacernos una idea de alguna de las primeras propuestas que aparecían y debíamos decidir. Inevitablemente había polémicas, y no siempre estábamos solos... para la cabeza de algunos familiares y amigos podíamos resultar equivocados.
–¿Cuáles podría mencionar, al menos en su caso, como las principales influencias musicales en el momento de la formación de Almendra?
–Para nosotros Cortázar o The Beatles o Dalí o Che Guevara eran un solo corazón... sobre todo era la creatividad en la música lo que nos daba el entusiasmo de intentar. También nos fascinábamos con Los Shakers y Los Gatos, y por supuesto Astor Piazzolla (gracias a su genio, y con suerte para la evolución de la música en general, en aquella época su trabajo lucía menos signo de ruptura que el que para mí es ahora). Siempre se entraba en teorías estéticas, de toda la maroma, luego nos reuníamos en las horas en las que se podía ensayar... y tocábamos.
–La sala de ensayo de la calle Arribeños fue fundamental en la gestación del grupo. ¿Cuáles son sus recuerdos de lo que allí sucedía?
–Cuando hablo de ensayos hablo de reuniones en Arribeños, con la familia de mi casa, y todos teníamos un lugar allí. ¡Mis viejos son santos! “Arribeños” es la misma casa que ahora se modificó, en la que naturalmente era una locura tocar con volumen, pero era el único sitio para tocar que teníamos. Muchas veces también nos reuníamos en lo de Emilio, en Montañeses, para cantar con acústicas, hacer temas de The Byrds, discutir un asunto, o simplemente boludear y tomar unas cervezas.
–¿Cuál era su relación con los otros grupos del rock argentino?
–En la época del Teatro del Globo, yo era admirador de todos los enormes talentos surgidos como Los Abuelos de la Nada, Moris, Manal... todos muy geniales. Almendra era un aporte más.
–Un rasgo poco común para los grupos de la época era la presencia de varios cantantes, ya que también había temas donde la voz líder era asumida por Emilio o Edelmiro.
–Cada cual era su propio autor, obviamente, y la banda en pleno debía servirle a cada uno como base para su propia experimentación. Eso era intocable. A mí me encantaba hacer las partes que me encargaba Edy y así zafar de la voz principal.
–¿Qué sensaciones le produce –al margen de la precariedad técnica de la grabación– escuchar al Almendra de 1969, a la luz de todo lo que vino después, tanto en su carrera como en la música en general?
–Pareciera estar marcada para siempre. “Voy a conquistar a las naranjas... voy a ser las flores y las sillas...” comienza diciendo una letra, es increíble lo vigente que está en el pop en castellano una frase tan inocente como ésa. Luego agrega: “Voy a hacer poner el sol temprano,las estrellas se pondrán contentas...” Hay una búsqueda poética que por momentos no repara en redundancias, también admitámoslo, pero esas partes son las menos de un todo coherente de lirismo y emoción.
–En el Globo tocaron varios temas que quedarían inéditos. ¿Cuáles fueron los motivos, no alcanzaban a grabar todo lo que producían?
–Bueno, era la Argentina que todos conocimos. No era cuestión de grabar y grabar, porque aunque el material era exuberante las condiciones mínimas para hacerlo eran muy difíciles de obtener. Los sellos eran absolutamente dominantes. Es más, había quienes, aun valorando la movida, creían que iba a ser una moda pasajera. Se equivocaron.
–Entre los inéditos está Chocolate, una canción hermosa. ¿Podría contar cuál fue la inspiración para este tema?
–Esa canción la hice junto a mi novia de aquel entonces, Cris, quien me ayudó con la letra. Estábamos muy enamorados, podíamos pensar casi igual. Se nota la influencia de las lecturas de Cronopios, de Julio Cortázar, y por sobre todo, los 19 años.
–En 1969 pasan una cantidad increíble de cosas para Almendra, discos, presentaciones, difusión... ¿cuáles son sus recuerdos de ese año?
–No me acuerdo de nada, excepto de la sensación de entrar en el vértigo de crecer, como nos pasa a todos en esa etapa de la vida.

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