SOCIEDAD › EN TARTAGAL CALCULAN QUE LA LIMPIEZA DE LA CIUDAD ARRASADA POR EL ALUD LLEVARá DOS SEMANAS

La difícil tarea de sacar el barro de las casas

Algunos pobladores ya comenzaron a regresar a sus casas, aunque la mayoría sigue trabajando para rescatar lo que les quedó. “La situación comienza a estabilizarse”, señaló un ministro provincial.

Los vecinos de Tartagal que duermen en los centros de evacuados no se resignan a perder lo que les queda. Algunos ya están de vuelta en sus casas, aunque siguen yendo a los refugios en busca de la ración de alimento diaria que cocina y reparte el Ejército; otros van y vienen en el día para recuperar lo que se salvó del alud. “De alguna forma, la situación comienza a estabilizarse”, afirmó a este diario el ministro de Desarrollo Humano salteño, el contador Claudio Mastrandrea. El barro, seco y lleno de restos vegetales, es removido por los bomberos voluntarios, los operarios de organismos provinciales y municipales y los propios vecinos. “Lo que más necesitan no son palas, sino baldes. Es la única forma de sacar el lodo”, sentenció alguien de la comitiva que ayer acompañó al ministro Mastrandrea durante su recorrido por la zona.

Debajo del alud que azotó a esta ciudad salteña el lunes pasado todavía quedan casas, muebles y tal vez los cuerpos sin vida de dos mujeres, Rosa y Modesta Rivero (madre e hija, respectivamente). Son las únicas en la lista de desaparecidos y es uno de los motivos de las tareas de rastrillaje a lo largo del río. El otro motivo, indicó Gustavo Taul, de Defensa Civil, es “despejar el cauce del río para impedir que rebase de nuevo”. Para este ingeniero, la tarea de limpieza que incluye hasta la avenida principal de Tartagal podría finalizar en dos semanas, “aunque no se va a poder remover todo”. Muchas casas van a quedar inhabitables.

Mientras tanto, los camiones que cargan la tierra y la depositan en zonas más bajas siguen entrando y saliendo. “Hay una montaña de troncos que estamos cortando con motosierras porque al menos se pueden usar como leña. Son los árboles arrancados que se fueron juntando sobre el puente vial hasta sobrepasarlo y destruirlo”, recordó Taul. Ese puente de hierro, de 50 metros de largo, está siendo cortado con sopletes y es retirado por tramos con una grúa hidráulica con capacidad para sostener 70 toneladas. “Esta es una de las tareas más urgentes, porque está apoyado sobre el puente carretero, que es uno de los principales accesos a Tartagal (la avenida Packman) y está siendo reforzado con piedras y cemento”, explicó el ingeniero.

Se prevé nuevas lluvias para este fin de semana, aunque el cese del alerta meteorológico trajo cierta tranquilidad a la ciudad, donde se estima, oficialmente, que hay 800 evacuados y al menos cien autoevacuados. El número de damnificados se eleva a diez mil. Entre los planes a futuro, se deslizó la idea de armar un campamento en un predio del Ejército o alquilar casas en la zona. “Lo que va a llevar un tiempo es relevar seriamente quiénes son las personas que se quedaron sin casa para otorgar las viviendas que prometió la Presidenta”, se sinceró el ministro Mastrandrea. El reparto de víveres a cargo de la Cruz Roja se hace en los principales centros de evacuados: las escuelas Islas Malvinas, Divina Misericordia, Uriburu, de Frontera y la sede de Cáritas y de la Gendarmería.

Más allá del agua y el alimento, la ropa se volvió una de las necesidades vitales para los damnificados, que andan con lo puesto. Es lo que le pasa a Marta Quispe, una maestra que hace guardia en su casa y relató desesperada: “No pude salvar nada, ni mi dormitorio, ni el colchón ni la cama ni la ropa. También perdí todo mi material de trabajo. Anoche dormimos en sillas, no tengo un lugar seco para tirarme y nos turnamos para permanecer acá, hemos permanecido para custodiar lo poco que nos queda. Por ejemplo, anoche quedó mi hijo sólo y alguien entró al fondo de mi casa, no sé con qué intenciones”. El Ministerio de Educación salteño ya postergó los exámenes en escuelas y colegios de Tartagal, al tiempo que analiza la posibilidad de suspender el inicio del ciclo lectivo debido a la situación de emergencia.

En los barrios humildes como Santa María o Villa Saavedra, los vecinos exigen que se recontruyan las cloacas y la red de agua potable. “Para ir al baño nos tenemos que turnar y caminar tres kilómetros”, lamentó Ramón Rojas, otro de los vecinos que hace guardia en su casa, rodeado de las palas mecánicas enviadas por las autoridades municipales, provinciales y nacionales. En los refugios, los médicos ya atendieron varios casos de diarrea y ayer se inició una campaña de vacunación contra la hepatitis A, con las miras puestas en reducir el riesgo de contagio de enfermedades hidrotrasmisibles, y contra el tétanos.

Para hacer más llevadera la espera en los centros de evacuados, el secretario de Deportes provincial, Francisco Palópoli, viajó a Tartagal con un grupo de profesores de educación física para entretener a niños y jóvenes. “Es lo mínimo que podemos hacer para hacerles el día más corto.” También un equipo de psicólogos atiende y contiene a los evacuados, que al igual que el resto de los pobladores recibieron una buena noticia ayer: el gobierno de Salta obligó a las empresas privadas de agua y de energía eléctrica a no facturar los servicios del mes de febrero.

El intendente de este “rincón de la Patria”, como definió a Tartagal ayer la Presidenta, se envalentonó tras la visita de la mandataria. “Necesito urgente pavimentar cien cuadras, tener accesos al puente nuevo que se construye sobre el río Tartagal y necesito que todos los barrios tengan agua y cloacas. Necesito construir 10 mil núcleos húmedos. O sea que 200 millones no nos alcanzaría”, exclamó. Y siguió: “Yo le dije a la Presidenta: 500 casas para mí son un grano de arena en el desierto”.

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El barro, seco y lleno de restos vegetales, es removido por bomberos, operarios y los propios vecinos.
Imagen: Télam
 
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