SOCIEDAD › MARCHAS POR EL USO NO PUNIDO DE LA MARIHUANA EN BUENOS AIRES Y EN EL INTERIOR

Al Congreso, por la legalización

Ayer se realizaron 200 concentraciones pidiendo el fin de las leyes que reprimen el cultivo y consumo en todo el mundo, quince de las cuales fueron en el país. La del Congreso fue la mayor, y de las más alegres.

 Por Carlos Rodríguez

La avenida de Mayo, tal vez la más apegada –por historia y tradición– a los festejos del Bicentenario, fue ayer testigo, desde la Casa de Gobierno hasta el Congreso, de una marcha multitudinaria, tal vez la más importante en número y en visibilidad de las que se han hecho hasta ahora en la ciudad de Buenos Aires, para reclamar que las leyes y la fuerza pública dejen de “detener, discriminar y maltratar” a los usuarios de marihuana. “Autocultivo, autocultivo”, fue la consigna que levantaron miles de hombres, mujeres y jóvenes, familias enteras en muchos casos, alineados detrás de un cartel cargado de ironía: “La marihuana causa paranoia, confusión, manía persecutoria y pérdida total del contacto con la realidad, en las personas que nunca la fumaron”. Desde un escenario minúsculo montado frente al Congreso nacional, varios oradores pidieron que se firme la ley que despenalice de una vez el consumo y la tenencia personal y que la norma sea “clara, muy clara”, para que no tenga “segundas interpretaciones” por parte algunos jueces.

“Basta de cárcel por marihuana. Sí al cultivo. Basta de narcos”, decía una de las tantas pancartas levantadas por los manifestantes. “Acá hay trabajadores, amas de casa, estudiantes. Estamos aquí reunidos para reclamar un derecho. No somos ladrones ni asesinos”, dijo uno de los oradores espontáneos. La afirmación de que allí había familias se confirmaba en la plaza del Congreso. Un hombre de 45 años, con la barba y la cintura plenas, luciendo un look con cierto aire hippie, defendía el derecho a fumar marihuana en compañía de sus dos hijos. “Vine con ellos, acá están, son mayores de edad, tienen derecho a elegir. No son enfermos, no son violentos. No lo somos ninguno de nosotros. Sólo nos gusta fumarnos un porro, sin ofender a nadie.”

La Marcha Mundial por la Marihuana se realiza desde 1999 en más de 200 ciudades del mundo. Este año, en la Argentina se realizaron 15 concentraciones incluyendo la de Buenos Aires, coordinadas por la revista THC, bajo el lema de que se respeten “los derechos de los usuarios medicinales y las libertades individuales” de los consumidores, que se impulse “la promoción de políticas de salud, prevención y reducción de daños” para que consuman cualquier tipo de droga y, sobre todo, que se sancione “una nueva ley más humana, justa y eficaz”. Los convocantes y los participantes en general recordaron que la Corte Suprema de Justicia “ya la declaró inconstitucional a la ley vigente y ahora le toca al Congreso”. El abogado Albino José Estefanolo, rodeado de periodistas y manifestantes, bregó en favor del “inmediato envío al Congreso (por parte del oficialismo) de una nueva ley de drogas. Este es el momento. Se nota una mayor madurez. Sólo basta mencionar que uno de los miembros de la Corte Suprema, Carlos Fayt, que en 1986 había fallado a favor de la condena de un consumidor de Rosario, hoy, 23 años después, ha cambiado su voto en ese punto. Es importante que eso ocurra. Por eso, el tema se tiene que tratar en el Congreso cuanto antes”.

Una mujer con una remera con la imagen de la Pantera Rosa, rodeada de inocentes hojas de marihuana, pedía información sobre un tema para ella crucial: “Yo consumo desde hace muchos años, pero nunca se lo inculqué a mi hijo, que hoy tiene 17. El tiene su libertad y yo sé que fuma, igual que yo, aunque no lo aliento a hacerlo ni le inculco nada. ¿Puedo yo socializar este tipo de consumo abiertamente, hoy, con mi hijo, o tengo que esperar a que sea mayor de edad?”. Estefanolo le aconseja que se abstenga de “alentarlo” hasta que sea adulto. En la plaza del Congreso, muchos admitían ser “debutantes” en la marcha pública y tenían la misma alegría que se nota, en las marchas gays, cuando la gente encuentra espacio para decir “soy lo que soy”, sin joder a nadie y sin que lo jodan.

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Un “fino” gigante para protestar contra las prohibiciones vigentes al consumo.
Imagen: Marisela Mengochea
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