Domingo, 11 de mayo de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › LA HISTORIA DE JUAN CARLOS GONZALIA, QUE A LOS 94 ESTA TERMINANDO EL SECUNDARIO
Fue gastronómico, gendarme, albañil, imprentero. Pero nunca pudo terminar el secundario. Ahora, se incorporó al plan FinEs, un programa nacional para que puedan retomar los estudios aquellos que alguna vez debieron dejarlo. Su historia, sus ganas de entrar a la universidad.
“Decidí empezar la secundaria porque quiero terminarla. En los años ’40 estuve en una escuela industrial, pero me fui a trabajar a la construcción, tendría treinta y pico largos. Desde muy chico trabajé y nunca pude retomar los estudios porque no tenía tiempo. Hace dos años estuve sin hacer nada hasta que me enteré del FinEs en el diario. Yo decía ‘por qué no me habré enterado antes’. En aquel tiempo tenía un entusiasmo enorme, ahora me es más difícil. Cuando vos tenés la mente sana es más fácil estudiar, pero si Dios quiere la voy a terminar.” A Juan Carlos Gonzalía, sus 94 años le harán más complicado el estudio, pero no le sacaron para nada su vitalidad. Camina por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora con energía y sin pausas, y charla de su vida atolondrado como cualquiera de los pibes que andan cargados de cuadernos y sueños por los pasillos. Con ese ánimo, el año pasado decidió volver al secundario, gracias al plan FinEs (Finalización de Estudios Secundarios) que se dicta en la casa de estudios y permite terminar en forma gratuita la escuela media a aquellas personas que, por distintos motivos, la abandonaron o no tuvieron la posibilidad de empezarla. “Que hagan entrar a la gente mayor para que arranque o termine una carrera es muy importante”, comenta a Página/12.
El FinEs es un programa del Ministerio de Educación de la Nación que comenzó en 2008, en el marco de la sanción de la obligatoriedad del nivel secundario en todo el país, y consiste en una cursada de tres años, con clases cuatrimestrales de alrededor de 15 horas semanales. Los ingresantes sólo deben ser mayores de 18 años y haber dejado sus estudios por lo menos hace dos años. “Si bien es cierto que es más reducida la cantidad de tiempo que un secundario tradicional, está destinado a adultos que tienen otras necesidades: una salida laboral, ingresar a una universidad, estudiar porque es una consigna pendiente en sus vidas, tienen una familia. Pero la intensidad y los conocimientos mínimos requeridos están a la orden del día. Se eligen materias y contenidos elementales para conseguir un conocimiento apropiado”, sostiene Jorge Tognolotti, director de Unite (Universidad para la Tercera Edad), un proyecto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora donde se encuentra inserto el FinEs.
En el caso de Juan Carlos, el alumno más grande que cursa el FinEs, los problemas para terminar sus estudios se dieron cuando llegó a Buenos Aires desde su Chascomús natal a los 18 años para trabajar. “Soy un agradecido a mí país porque toda mi vida trabajé. A los 21 años salí de la colimba y encontré un trabajo en un restaurante. Después me metí en la Gendarmería y estuve cinco años y siete meses. Salía a las seis de la tarde y me iba a trabajar de mozo a la confitería de la vuelta. Si tenía que cocinar lo hacía también, hacía cualquier cosa”, relata, sin dar respiro. “De la Gendarmería pasé a la escuela industrial, hice tres años y me fui a trabajar a la construcción en Villa Ballester, San Martín, toda esa zona. Me iba todos los días a la mañana y llegaba a la noche, no había forma de estudiar; tenía familia, además”.
“Cuando vino el Proceso, como éramos peronistas, no nos dejaron trabajar más. Entonces, el ingeniero de una empresa me hizo entrar al banco Polaco y después pasé al BIR (Banco de Intercambio Regional), me llevaron para manejar la imprenta. En el ’77, José Trozzo se mandó un discurso contra la política militar cuando estaba Martínez de Hoz y le bajaron la persiana. Yo aproveché, me jubilé a los 60 y me puse una imprenta hasta hace cinco años, que la vendí. Trabajaba muy bien, pero me pasaba todo el día en el taller. Cuando la vendí, me aburría mucho y dije ‘voy a terminar la secundaria’. Es un capricho que tengo; estoy en segundo año”, cuenta.
Con respecto a las motivaciones que llevan a adultos mayores a retomar sus estudios, Tognolotti señala que “la principal es que quieren conocer. La mayoría tiene una lógica diferente de generaciones de hace 30 años, a nivel trabajo. Son generaciones del rock, del vaquero y la computadora, con hijos grandes y una mirada del mundo donde todo conocimiento que ofrezcas lo incorporan. Pretenden achicar las brechas que existen, sobre todo en informática y tecnología. También hay una necesidad de reconocimiento, de estar con sus pares. En el fondo, hay un sentido de sentirse útiles y que la jubilación no los lleve a estar solos en sus casas y a cuidar a sus nietos como mayor actividad”.
Juan Carlos lo deja en claro cuando habla de Historia, la materia que más lo apasiona: “Cuando leo libros, descubro que no es tan real que Fulano era un fenómeno, que el otro era muy bueno. No es así, todos tenemos fallas en la vida. Por eso me interesa la historia, saber mucho más. Una de las cosas que a mí me duele y más siento es que hay que revisar la historia argentina, hay que sacar muchos nombres de calles, hace falta un gobierno que les dé manija a esas cosas. Rivadavia conmigo no tendría una calle, Lavalle o Sarmiento tampoco. Han hecho cosas pero también tienen las malas”. “Yo soy rosista a muerte, soy de Quiroga. Leo mucho, tengo una biblioteca en casa con libros de todo tipo. Ahora estoy leyendo Contra Mitre y me fascina”, agrega, para después insistir varias veces en que “a mí me gustaría una entrevista con la Presidenta. Hay cosas muy importantes para hablar y revisar en la historia argentina. Además, le contaría de tiempos pasados. Hay muchísimas cosas que yo cambiaría en este país con la edad que tengo y con lo que he visto en mi vida.”
Juan Carlos ya piensa en el momento en que termine el nivel medio: quiere entrar a una carrera de grado. “Si hubiera terminado la secundaria antes, yo hubiera sido mucho mejor, pero a mí no me sorprendió nada el estudio ahora. Mi único problema es el inglés. Me cuesta porque lo escribís de una forma, pero lo pronunciás de otra. Con los ingleses no me entiendo, con las inglesas podría ser, pero en general no los entiendo”, dice y lanza una carcajada. “Me vino bien aprender muchas cosas. Los profesores que tenemos son todos muy buenos, te brindan su amistad y confianza, y si te equivocás, te corrigen como en todos lados. La idea es terminar el secundario y después veré. Va a depender todo de mi salud. Si veo que apruebo, voy a contratar a un profesor para que me prepare para poder rendir y entrar en Historia. Con voluntad, vamos a llegar.”
Informe: Gonzalo Olaberría.
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