SOCIEDAD › LOS ADULTOS MAYORES QUE ESTUDIAN IDIOMAS

Una cuenta pendiente

A las chicas del CUI, como se denominan ellas, no les cuesta nada estudiar; es más, se divierten. Desde hace unos 15 años que la mayoría cursa inglés en la institución. Al principio la idea era retomar los estudios que por distintas razones en algún momento de su vida abandonaron, pero ahora lo hacen para perfeccionar el idioma y seguir viéndose. Porque todo este curso de mujeres, que tienen desde 50 hasta 80 años, coincide en que una de las claves para seguir asistiendo a las clases, además de la curiosidad y el trabajo, es el grupo humano que se formó. “Creo que venimos de muchos años porque tenemos un incentivo: aprender el idioma pero también socializar. Algunas por ahí faltamos un cuatrimestre pero volvemos al siguiente, es como una familia”, cuenta Stella Barrionuevo, una de las alumnas, de 71 años. Angelina Luchessa, de 74, también estudiante, coincide en que “hemos encontrado un grupo de pertenencia muy importante, no solamente acá en la clase. Afuera nos reunimos y seguimos charlando”. La unión se siente en la charla que mantiene Página/12 con el curso en la sede que tiene el Centro Universitario de Idiomas (CUI) en Junín 224. Todas comentan qué las motivó a volver a arrancar inglés y se complementan para hablar sobre las clases y opinar de la profesora o sobre la importancia del estudio en sus vidas. A veces, por el entusiasmo, hablan juntas y las ideas se entrecruzan, caóticas. Por eso, Barrionuevo y Luchessa toman la palabra en representación.

El Centro Universitario de Idiomas es una institución educativa que surgió hace 20 años para el aprendizaje de distintos idiomas. Depende de la Facultad de Agronomía de la UBA y en la actualidad ofrece 23 lenguas extranjeras en clases que se dividen por ciclos y niveles. En el caso de este grupo de unas 20 personas, las propias alumnas crearon una instancia de posgrado que no existía hasta ese momento. “No existía este curso. Terminamos el nivel 14, el último, y hablamos con la dirección. Nos dijeron ‘qué quieren’ y les pedimos seguir un eterno curso de mantenimiento. Tuvimos la suerte de tener a Nora de profe y seguimos. Hicimos un grupo de amistad con eje en ella y un gusto impresionante para leer y no solamente aprender inglés, sino para abrirnos la cabeza”, relata Angelina.

Stella explica que “no sólo es el aprendizaje, lo que hacemos acá es también una especie de taller literario. Leemos mucho teatro, novelas clásicas, cuentos cortos, y se hace un análisis de todo. No sólo es la parte literaria en inglés, sino que se piensa en qué momento está situado socialmente, en qué país, qué pasó desde ese momento allí, la historia que estamos leyendo, los simbolismos. Ese es el espíritu de la lectura”.

El director del centro, Roberto Villarruel, señala a este diario que “hubo un incremento en el número de alumnos mayores de 60 años porque están más activos. Hay una tendencia que no sólo se da en los idiomas, sino en líneas generales, incluso en el mundo laboral, donde se toma gente de 40 o más. Antes, para el imaginario eran jubilados; hoy es gente en plena actividad intelectual que tiene ganas de trabajar”. “Por lo que se ve, el idioma es un lugar donde la gente mayor viene por una necesidad laboral, una cuenta pendiente o para seguir practicándolo. Muchos vienen a estudiar los idiomas de sus raíces, como el hebreo o el napolitano. El italiano y el francés tienen una demanda que sólo se explica así, porque no los exige el mercado laboral. También existen casos que eligen idiomas exigentes como el chino, el ruso o los arábigos, por el tema de los ideogramas, que exigen un trabajo intelectual mayor. Cifrar un carácter chino implica desde escribirlo hasta entender su significado, eso requiere ejercitación”, detalla Villarruel, a la vez que remarca que el inglés es una de la lenguas más elegidas por los más mayores.

“Cuando uno aprende inglés te sentís ciudadana del mundo porque todos lo hablan en cualquier lugar”, sostiene Stella, que aprendió el idioma en su infancia pero después lo dejó por mucho tiempo: “Cuando me tocó vivir en Alemania, lo retomé para entender, pero no lo hice intensamente. Aprendí bastante de alemán”. El caso de Angelina es parecido: “Empecé de chica y hasta me recibí de traductora pública, después no lo usé más. Cuando me jubilé dije ‘voy a empezar de nuevo’”. Angelina también hizo chino y ahora estudia francés en el CUI, mientras lleva la administración del consorcio donde vive y colabora en una organización sin fines de lucro que hace encuadernaciones. “Me encantan los idiomas, aprendés a conocer lo desconocido, la cultura de otros países”, aclara.

La profesora de la clase desde hace diez años, Nora Braschi, comenta que “tenemos un libro base en el que se hacen las actividades, pero también se discuten las noticias del día y se aprende vocabulario. Vemos DVD, escuchamos audios, hacemos mucha conversación sobre temas específicos. Y no tiene exámenes pero sí una evaluación continua con la entrega de trabajos prácticos, la participación en clase. Los vamos monitoreando”. Para Braschi, “es impresionante cómo (los alumnos) desean aprender y quieren desafíos. Estamos continuamente pensando e inventando actividades. Se trabaja mucho y son muy agradecidos”.

“Nora se preocupa porque aprendamos y nosotros por cumplirle. Es un muy buen feedback. Todos trabajamos muchísimo y se hacen más interesantes las clases”, dice Stella, mientras, de fondo, el resto de las compañeras presentes, entre risas, acusan a la profesora de “hacer preguntas insidiosas” con respecto a los libros y admiten hacerle bromas del estilo “con qué nos vas a pegar hoy”, debido a su exigencia. “También hemos hecho muy buena conexión con chicos estudiantes. Llegamos a ir a estudiar a la casa de uno de ellos. Poníamos música clásica y estudiábamos. Nosotros les decíamos a los jóvenes que nos enseñan a agilizar la cabeza porque en la mecánica de los ejercicios tenés que estar al día, y los jóvenes nos decían que nosotras les enseñábamos la disciplina de venir todas las clases y cumplir.”

En este sentido, Villarruel explica que “una característica del CUI es que es abierto a la comunidad, siempre trabajamos sobre la diversidad existente en el aula. Tenemos un porcentaje importante de personas mayores, pero también alumnos de distintas franjas sociales y muchos latinoamericanos. Toda esa diversidad hay que manejarla”. “Lo que intentamos hacer es buscar temas que sean atractivos para todos. Nuestro programa prioriza la integración del grupo y la comunicación oral, por lo que la dinámica de la clase implica trabajar con el compañero en temas de discusión; eso ayuda. El objetivo es que la gente pueda hablar de sí mismo, opinar y expresarse en otro idioma, integrado con el otro”, confía el director.

Debido al aumento de inscriptos mayores de 50, el CUI abrió talleres temáticos en donde, a partir de temas como la literatura, ecología o política, alumnos avanzados buscan mantener su nivel. Villarruel comenta que “son temas que se van proponiendo de acuerdo al espíritu de época o al profesor. Ahora vamos a encarar con la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación el tema de violencia de género, trabajando la difusión de todas las herramientas que hay para estos casos. La idea es poder ampliar la oferta de estos talleres”.

Angelina, Stella y todas las chicas del CUI avisan que van a seguir cursando todo lo que puedan. Stella lo resume: “Mientras haya literatura, vamos a seguir cursando. Libros no faltan, ganas tampoco”.

Informe: G. O.

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Imagen: Rafael Yohai
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