Domingo, 14 de junio de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Washington Uranga
La importantísima manifestación ciudadana que se concretó en torno a la convocatoria Ni una menos, para hacer un llamado frente a la violencia contra las mujeres, no podría ser y no puede entenderse sino como un resultado más de los tiempos democráticos que vive la Argentina. Un hecho de las características vistas, al margen de consignas partidarias pero claramente impregnado de valor político por las demandas que se plantearon, es también el fruto de una sociedad que crece en valores y en conciencia de sus derechos. Verlo de otra manera sería no solo miope, sino un absurdo desconocimiento de aquello que como sociedad –diversa, compleja y por momentos contradictoria– hemos construido. Tiene que ser entonces un motivo de satisfacción política, social, cultural, ciudadana.
Lamentablemente nos hemos acostumbrado a no valorar o a subestimar los logros que tenemos como sociedad y como comunidad política. Por el contrario, nos obstinamos en subrayar “lo mal que nos va” en esto o en aquello. Muchos menos frecuente es, aún en los diálogos cotidianos, destacar “lo bueno que resultó” esto o aquello, o “todo lo que avanzamos y crecimos” en tal o cual materia.
“Ni una menos” tuvo el enorme mérito del grupo de mujeres inicialmente convocantes que supieron leer no sólo la problemática sino la sensibilidad a flor de piel en una sociedad dispuesta a afrontar el tema. Fue luego la construcción del hecho político cultural de la manifestación, de quienes se congregaron y pusieron su cuerpo para encarnar la demanda. Fue un hecho diverso, plural y sumamente significativo al mismo tiempo. Fue un hecho colectivo, más allá de intereses o banderías particulares, razón por la que nadie en particular pudo apropiarse o sacar provecho.
Fue, en definitiva, un hecho ciudadano en toda su dimensión que puede leerse como un producto legítimo y valioso de la democracia que tenemos y que seguimos construyendo. Es necesario valorarlo de esta manera y percibir toda la importancia que tiene por esta misma razón. La sociedad argentina que tiene todavía muchas demandas insatisfechas y por las que hay que luchar encuentra caminos para hacerse oír, para participar de manera por demás genuina y claramente democrática.
He aquí entonces un fruto de la democracia, una manifestación de madurez ciudadana y un acontecimiento que puede servir de ejemplo para transitar hacia la concreción plena de otros derechos que también necesitamos seguir conquistando. Y, por supuesto, para valorar la democracia que tenemos de la cual todas y todos somos garantes no solo en las formas, sino también en sus principios y contenidos.
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