Viernes, 29 de septiembre de 2006 | Hoy
Algunos ya optaron porque no se fume dentro del local. Otros prefirieron esperar “para ver qué pasa desde el domingo”, porque todavía no tienen muy claro qué medidas tomar. Y algunos pocos, tal vez los más precavidos, ya le dijeron chau al pucho desde hace rato, con el único objetivo de ir acostumbrando a la clientela para el día “D”. Eso sí, todos los responsables de los bares, cafés, confiterías y pizzerías de la ciudad coinciden en un temor: que las ventas bajen a raíz de que los fumadores se nieguen a entrar a un bar donde no se pueda prender un cigarrillo. Mientras tanto, en algunos comercios ya se observan pequeños pero llamativos cartelitos donde se puede leer la frase que pronto estará en cada una de las mesas de los restaurantes y afines de la ciudad: “Prohibido fumar”.
“Hace unos dos meses que ya no se fuma acá”, cuenta Héctor, encargado provisorio de una sucursal de la cadena de pizzerías La Continental, en la esquina de Callao y Perón. “¿Ves los cartelitos? –pregunta, mientras señala las mesas del local, donde está el mensaje que reza Es prioridad de la empresa la salud–. Bueno, los pusimos ahí y la gente no se enoja. Por ahora, las ventas no bajaron, pero habrá que ver.” “Los clientes se acostumbran, por eso lo hicimos”, asegura.
“Acá vamos a respetar la ley. Si bien se podría hacer algo para los fumadores, porque el local tiene poco más de 100 metros, es como tener el ‘Cono del Silencio’ dentro de la pizzería”, explica Eduardo, encargado de una de las sucursales de Los Inmortales, ubicada sobre avenida Corrientes, a metros de Uruguay. Para el responsable del comercio, “el baño se va a llenar de gente que no puede aguantar no tener un cigarrillo en la mano”.
La recorrida de este diario por las calles porteñas continuó por el clásico Bar Ramos, en Montevideo y Corrientes. Marcos, el encargado, está en su lugar: la caja registradora. Vestido de camisa blanca y corbata dice: “Esperá que ya te atiendo”, y se disculpa ante los mozos que van y vienen esperando el vuelto de los clientes. “Es todo un tema esto de que no se pueda fumar –empieza a contar–. Por ahora no se hizo nada acá. El dueño ya lo dispuso así (la prohibición de fumar) desde que nos enteramos sobre la ley.”
“Lo que vamos a hacer es poner cartelitos que digan que no se puede fumar –explica relajado, apoyando su brazo sobre un costado de la barra–. Hay que avisar a los mozos para que ‘inviten’ a los clientes a que apaguen los puchos en caso de que alguien lo prenda; si se niega o se complica la situación, llamaremos a la policía, porque la multa la pagamos nosotros”, se queja, y continúa su relato. “El local está abierto las 24 horas. Viene mucha gente a la noche a tomar whisky y a fumar, cigarrillos o habanos. Y toda esa gente se va a perder. El laburo va a bajar, seguro.” “Se va a complicar llegar a fin de mes. Ahora vamos a los ponchazos. Seguro que el primer mes –en el que rija la prohibición– no va a pasar nada. La cosa viene después, cuando haya que pagar los sueldos y los impuestos.”
A él, como a otros tantos responsables de bares porteños, la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (Ahrcc) les envió un sobre tamaño carta, con la explicación de la flamante ley y con algunas recomendaciones sobre cómo tratar a la clientela después del domingo.
Para Luis María Peña, presidente de la Ahrcc, “no están claras la ley ni la reglamentación ni cómo se deben realizar las modificaciones del local”. “Tenemos unos seis mil comercios adheridos, y en ninguno se ha hecho nada. Los dueños están preocupados porque no saben qué va a pasar –destaca–. No están los detalles técnicos sobre las modificaciones ni los temas estéticos y cómo se va a sentir el que está ahí dentro (el sector cerrado que podrán tener las confiterías de más 100 metros cuadrados, si desean tener un sector para fumadores).”
“También hay que ver hasta dónde va a ser adecuado el control de la norma. Cada comerciante debería tener la libertad de elección sobre si quiere elegir un local para fumadores o no”, agrega Peña. Lo cierto es que ninguno de los locales visitados por este diario tiene previsto realizar alguna modificación como para que los fumadores tengan su propio lugar, aislados del resto, al menos por el momento.
La pizzería Rex, ubicada sobre Corrientes, a metros de Pellegrini, es un amplio local, tiene más de 100 metros cuadrados y un sector para no fumadores sobre uno de los laterales. “Acá hay un sector para fumadores y no fumadores, pero no está dividido ni con extractores como indica la nueva ley”, asegura Javier, el encargado. “Si la ley dice que no se puede fumar, no se fumará –se resigna–. Si los empleados queremos fumar, lo haremos atrás o en la calle.” Y la queja, esa que era esperable pero que hasta esta parte del tour porteño no había aparecido, hizo su entrada: “Hay que hacer una inversión y la cosa no está para eso. Poner un cubículo y extractores es plata, como todo. Todavía no sé qué va a pasar”, admite.
Donde no se fuma desde el 12 de diciembre pasado es en los McDonald’s. “No importa si la sucursal es grande o pequeña. La empresa dispuso que no se fume dentro del comercio”, aclara Romina Ramírez, la encargada del local de Corrientes 1267. En City Corner, un pequeño café de Lavalle y Florida, no se fuma desde hace cinco meses. “Lo que pasa es que el lugar es muy chiquito. Antes se podía fumar sólo en la barra, porque arriba hay extractores de aire; pero ahora ni en la barra ni en el salón”, indica Ariel, responsable del comercio. “Perdimos muchos clientes –reconoce–, pero vienen otros que no fuman.”
Entre algunos comerciantes ya corren recomendaciones a tomar –como las enviadas por Ahrcc– en caso de que un cliente, empedernido adicto al tabaco que prende un cigarrillo tras la cena o el almuerzo o con el café, no se quiera retirar, o aún peor, el tema se torne pesado. “Apice (Asociación de Propietarios de Pizzerías, Casas de Empanadas y Afines) nos manda unos folletos donde dice cómo va a ser la ley y recomendaciones para el personal”, explica, mientras uno de los empleados esconde su medio cigarrillo encendido.
Informe: Luciano Zampa.
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