Domingo, 5 de agosto de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › REPORTAJE A DOS CURAS DE LAS VILLAS 3, 20 Y 24
Pertenecen al Equipo de Sacerdotes para las Villas, que publicó un lúcido documento sobre el tema señalando el peligro de las erradicaciones y las urbanizaciones. Explican por qué no hay que imponer soluciones sin hablar con los habitantes y hasta dónde juegan en el tema los miedos y fantasías de “los de afuera”.
Por Alejandra Dandan
El cura Carlos Mugica todavía está presente en los barrios más pobres de Buenos Aires. Su imagen asoma en grandes afiches en galpones o capillas villeras, dando a esos espacios religiosos algo de resistencia. Quizá de eso se trate el documento que dio a conocer en las últimas semanas el Equipo de sacerdotes para las villas de emergencia de la ciudad, un grupo de curas católicos que dejaron los altares para salir a terciar en público en el debate sobre el destino de los barrios. Página/12 habló con dos de ellos sobre por qué se oponen a las urbanizaciones y las erradicaciones, únicas dos opciones que planteó la clase política en los últimos meses.
José María Di Paola lleva casi veinte años pisando las vías muertas de un trazado ferroviario en desuso en Barracas, que hace unos cincuenta años va dando fisonomía, sustento y hasta suelos a las casas de la villa 20 y 24. La villa ahora tiene unos treinta mil pobladores, una de las más numerosas de la ciudad. El padre José María es un histórico, y es “el padre Pepe” para la gente del barrio.
Antes del último ballottage porteño, con los curas del Equipo de Sacerdotes para las Villas escribió un documento muy duro sobre la situación habitacional en esos barrios. Sobre lo que sucede con las casas, con los planes de recuperación y con las especulaciones que se abrieron luego de que los candidatos plantearan opciones como las de urbanizarlos o erradicarlos, como explicó Mauricio Macri para el caso de la Villa 31. Luego del segundo turno, el documento de los curas se hizo público. Mandaron copias al correo colectivo del Congreso y a sus jefes políticos en el Arzobispado porteño. El cardenal Jorge Bergoglio no les dijo nada, pero de algún modo parece haber autorizado que se lo reproduzca en la publicación oficial del Arzobispado.
El padre Pepe y el cura Gustavo Carrara, de la Villa 3 y del barrio Ramón Carrillo, no hablan de Mauricio Macri o Daniel Filmus directamente, pero sugieren lecturas y posiciones políticas. Ambos hablan del documento de esa Iglesia de los pobres, de por qué decidieron hacerlo, de un proyecto alternativo como la “integración” y de los fantasmas de la clase media donde la idea de esa “integración” aterra. “Sirve la crisis de 2001 para entender”, dice Carrara, de lentes, el más joven de los dos. “Esa sensación que tuvo la clase media del ‘Ahora viene por nosotros’ de la crisiss es la sensación que tienen los pobres de manera permanente.”
–¿En qué momento decidieron publicar el documento?
Pepe: –El documento es más bien una continuidad de lo que piensa el Equipo de Sacerdotes desde la época de Mugica a esta parte. A más de treinta años, nosotros creemos que hay una historia en cada villa, una cultura y una identidad que hay que respetar. Ya se había hablado de erradicación con la dictadura militar, cuando el Equipo de curas tuvo una actitud bastante fuerte. Luego se habló de urbanización, y eso pareció un adelanto, pero igual es unilateral, decimos en el documento, porque es una especie de colonización del otro desde el lugar del poder.
Carrara: –Es como que a las villas las vemos como un objeto, a quien tenemos que ayudar y no de quien podemos aprender.
–Ustedes hablan de la “cultura villera”, ¿qué es lo que quieren decir?
P.: –Hablamos de integración urbana, que nos parece clave. Es como cuando un equipo se integra, y todos los jugadores juegan en el mismo equipo. En la ciudad de Buenos Aires la villa, tiene mucho para ofrecer, por eso hablamos de integración urbana. Hoy un vecino de cualquier barrio añora el momento en el que se juntaba en la puerta de su casa, en la calle con los vecinos para compartir las Navidades, el mate o un partido de fútbol. Acá eso pasa. La gente de la villa tiene mucho para decirle a la ciudad, y también quiere el progreso, la infraestructura y no la pobreza.
–¿Cómo imaginan que puede ser plasmado?
P.: –Dicen que una calle debería medir tantos metros, pero el otro día yo estaba en el centro y apenas podía entrar en una vereda. Una calle acá adentro ya tiene sus dimensiones, entonces querer poner una calle enorme en un lugar donde ya hay un trazado que hizo la misma gente no tiene sentido. Los que quieren cambiarla muchas veces son los mismos que después vienen maravillados de Europa por una calle pequeña que vieron por ahí. Por eso decimos que antes de tomar decisiones, en las que opinen técnicos desde una maqueta, hay que hablar con la gente, ni siquiera con los curas. Nosotros hablamos porque vivimos acá, y somos testigos de sus logros. Y ese camino sólo se hace escuchando.
–¿Ustedes creen que no se los escucha?
P.: –Nosotros no pensamos que sea algo sólo ideológico, que uno pueda relacionarlo con un sector o con otro. Son muchos los factores que hacen que se conozca mucho la cultura de la villa, uno de los factores es la prensa amarilla que siempre ha rescatado lo negativo, la violencia, la inseguridad, las drogas. Eso va formando una opinión, pero eso no es lo único porque también hay quienes se acercan con buena disposición, pero se equivocan cuando hablan y si no prestan atención a esto causan daños importantes.
–¿Por ejemplo?
P.: –Esto de pensar barrios sin consultarle a la gente. Hubo una experiencia que tuvimos ya con barrios nuevos, casas pintaditas todas iguales; no fueron un progreso para la gente. En los barrios hay clubes, colegios, parroquias. La gente le puso mucho cariño a eso de hacer su casa durante años, con esfuerzo.
C.: –Lo que nosotros decimos es que, muchas veces, quien padece la inseguridad es la propia gente de la villa. Es tan inseguro sentir que tu casa existe o no existe, es como estar en jaque permanente.
–Las villas tienen fronteras ante la ciudad. ¿Ese cierre permite que en el interior de la villa crezcan los negocios ilegales?
C.: –No sé si es tan así, no sé si los que mueven la plata de la droga viven en la villa, o no se pueda llegar y acceder a esos lugares. Los que más sufren son los pibes por la pasta base que está haciendo estragos, pero es otro tema. Acá nosotros tenemos ciertas cosas parecidas al Gran Buenos Aires, y este concepto de integración urbana también puede servir para pensar justamente la relación entre la Ciudad y el conurbano porque parecería que hablamos de dos mundos diferentes, y no lo son. Si la ciudad avanza en un concepto así puede mostrar un camino para muchos otros.
–¿Por qué publicaron el documento después del segundo turno?
P.: –Primero pensamos que era un aporte. En el documento están muchas de las cosas que siempre hablamos entre nosotros, y en las elecciones nos dijimos: ahora que hay elecciones, sería bueno entregárselas a cualquiera de los dos.
–Macri habló de urbanización en general y erradicación de la villa 31. ¿Escucharon a uno u otro candidato hablar de las propuestas?
P.: –Lo que vimos es que nunca antes se preguntó en una elección tanto sobre el tema de las villas. A nosotros lo que nos llamó la atención fue que era un tema particularmente importante.
–¿Tienen alguna hipótesis sobre las razones?
P.: –Está el tema de instalar en la opinión pública la idea de que la villa es inseguridad, drogas, violencia. Habría que tomar esos días, pero si uno lo analiza, en casi todas las entrevistas les preguntaron “¿qué hacer con las villas?” Ante eso, dijimos: “Bueno, vamos a dar nuestra voz”.
–¿A quién le dieron el documento?
P.: –Hablamos con los que ellos nos designaron. Gente de las primeras líneas, en cada uno de los lugares. Estaban bien dispuestos, y quizá de tantas opiniones que se oían quisimos dar la nuestra porque no nos parecían correctas. Urbanizar o erradicar, y no aparecía el concepto de integración urbana donde aparece el respeto por el otro. Si a cualquiera de esas personas usted los pone a vivir acá durante un mes, le van a decir que se van encantados.
C.: –Las propuestas políticas venían de un mismo modo cultural; aunque pulseen unas con otras, venían de un mismo modelo cultural.
–¿Cuál sería?
C.: –En este caso, de la cultura moderna con sus valores y disvalores. Con sus vertientes más de derecha o de izquierda, por donde lo mire, está mirando otra cultura que es la cultura popular. A nuestro juicio no difiere una u otra mirada de lo que hay que hacer con la villa. Hay matices. Por eso nosotros proponemos escuchar. Tratar de entender los valores, y eso lleva tiempo. Yo soy nuevo, pero hay sacerdotes de treinta años que con el tiempo entendieron por dónde va la cosa.
–El equipo de Macri empezó a trabajar en villas. Ustedes volvieron a hablar con ellos después de las elecciones.
P.: –Lo que ahora procuramos es esto: el camino de escuchar, no estamos de acuerdo con los desalojos ni con la palabra de erradicación, lo dijimos con dos documentos distintos y esto va dirigido a todos: Estado, Ciudad, cualquiera que tenga la posibilidad de poner buena voluntad.
–¿Bergoglio supo que publicarían este documento?
P.: –Somos un equipo reconocido; le enviamos el documento a Bergoglio, como a otros. Lo leyó y de hecho está publicado en el boletín oficial del Arzobispado. No esperamos su aprobación para sacarlo, fue un hecho, un fruto de nuestra vida en las villas.
C.: –Con los legisladores cometimos un error porque algunos no lo leyeron y ni sabían que les había llegado el correo porque lo mandamos a la dirección colectiva.
–En el documento ustedes hablan de desalojos.
P.: –Hablamos en general, y en el último párrafo de la villa 31. Decimos que acá no hay políticas de viviendas, pero sí políticas de desalojo. La villa ya es un barrio. Uno puede decir que es muy caro, pero si es así no es un problema de los pobres porque no lo tasaron los pobres. Debería haber un aprovechamiento de los terrenos de la ciudad, no sólo pensar un gran parque sino también en función del problema de hábitat y poblacional. Y eso de que la gente viene de lejos, y bueno porque no hay oportunidades ni de vivir en el campo ni en los países limítrofes y así como un argentino pensó en 2001 irse a España o Italia y se ha ido a tratar de progresar, ¿por qué no pueden venir acá paraguayos, un boliviano o peruanos con su familia?
C.: –De esta forma aterriza la idea del Mercosur, si no queda en el aire porque el Mercosur lo hicieron primero los pobres.
–¿Cuál fue el legado de Mugica en estos temas?
P.: –Para nosotros es un mártir, el que dio su sangre por esta causa, es la causa de los pobres y por eso se transforma en un líder espiritual. Junto a él, hubo otros sacerdotes en cada villa como el cura De la Sierra, que estuvo también acá, enfrentó a las topadoras en el ’76 y era un español combativo. Yo creo que el hecho de que los pobres puedan vivir en Buenos Aires es lo que hizo de Mugica hasta ahora algo que defendemos todos nosotros porque pareciera que los pobres pueden vivir extramuros y por eso volvemos a la integración. Si no, acuérdese de que en el año ’78 querían limpiar la ciudad para que no se vean los pobres en el Mundial. Si ya pasamos por una experiencia así, por qué no podemos aprender.
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