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El autor de la masacre de Giles terminó con reclusión perpetua

Un tribunal condenó a la máxima pena a Luis Iribarren. Había matado a casi toda su familia en 1986. Y a una tía en 1995, cuando se descubrió la masacre anterior.

Luis Iribarren tenía 21 años cuando mató a casi toda su familia. Sus padres y sus dos hermanos menores fueron asesinados en 1986 y sus cuerpos, ocultados en un terreno cercano a la vivienda que habitaban en San Andrés de Giles. Ayer, la Justicia lo condenó a reclusión perpetua por este hecho y por el homicidio de su tía abuela, cometido en 1995, momento en que se descubrieron las cuatro muertes anteriores. La Sala III de la Cámara de Apelaciones de Mercedes tomó esta decisión en base a las pericias que permitieron determinar que el acusado era “plenamente consciente” de sus actos y que planeó en detalle cómo llevar a cabo los crímenes.
Luis Iribarren tiene ahora 37 años y cinco muertes encima. En una noche lluviosa de julio de 1986 comenzó la tragedia. “Todos se sentaron a la mesa para cenar menos yo, porque había discutido con mi papá –había contado Iribarren al juez de instrucción Eduardo Costía–. Entonces, salí a la puerta a fumar y pensar como hasta las tres de la madrugada”. Luego volvió a entrar en la casa y se dirigió a su habitación. “Maldito el momento en el que entré, ahí vi la carabina”, había relatado.
Los detalles del crimen son escalofriantes. “Entré a la pieza en la que dormían mis padres y mi hermana, y disparé dos o tres tiros”, había recordado Iribarren. El paso siguiente fue ingresar a su propio cuarto y
meterle un balazo en la cabeza a su hermano menor. “Como quedó con los ojos abiertos, me senté en la cama, le cerré los ojos y le dije: ‘Negro, ¿por qué te hice esto si yo te quería’?”, le había comentado también al magistrado de primera instancia. Luis Juan Iribarren, de 49 años; Marta Langebbein, de 42, Marcelo, de 15, y María Cecilia (9), fueron sepultados en una fosa común a 40 metros de la vivienda.
Los motivos del múltiple asesinato son aún más impresionantes. “Todos se habían puesto en contra mío, vivíamos en un clima de tensión y distanciamiento”, había declarado Iribarren. Sin embargo, el historial de muerte no se detuvo allí. Nueve años más tarde, Alcira Iribarren, tía abuela del condenado, también fue asesinada de dos hachazos en la cabeza. “Quería ayudarla a terminar con su sufrimiento y procedí a asfixiarla pero como no pude busqué otra forma –puntualizó–. Recorrí la casa y encontré el hacha (...) y le pegué dos golpes en la cabeza”. La mujer, de 63 años, padecía cáncer y de acuerdo con el condenado “no soportaba más el dolor”.
Unos días después, la policía encontró –en la casa de San Andrés de Giles, donde vivían ambos– el cadáver de Alcira. El testimonio demasiado tranquilo de Luis Iribarren llamó la atención de los investigadores, que finalmente terminaron escuchando la confesión del joven, que reconoció haber cometido además los anteriores cuatro crímenes. En el juicio que empezó a desarrollarse el 12 de agosto pasado en los tribunales de Mercedes, el acusado sólo se limitó a tomar algunas notas y prefirió mantenerse en silencio.
La Sala III de la Cámara de Apelaciones de Mercedes consideró a partir del informe de ocho peritos que el acusado era “plenamente consciente” de sus actos, por lo que le otorgaron reclusión perpetua, la máxima pena prevista por el Código Penal. Con esta resolución, los jueces Mario Bruno, Francisco Lilo y Héctor Barreneche desestimaron un pedido de nulidad de todo lo actuado durante la instrucción que había sido solicitado por la defensora oficial Susana Pérez y argumentado en presuntas presiones policiales que no pudieron ser demostradas.

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Luis Iribarren ahora tiene 37 años. Tenía apenas 21 cuando mató a buena parte de su familia.
 
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