Domingo, 5 de mayo de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › LA HISTORIA DE MARíA ELINA MéNDEZ
Por Soledad Vallejos
María Elina Méndez, una de las artistas de Mar Dulce, dice que su camino fue un poco particular: “Me hice lugar a través de las tiendas y por hacer productos ilustrados, a partir de eso llegué a la galería”, después de años de trabajar en el taller de pintura de telón de un teatro lírico. Con libros publicados en Argentina y Francia, Méndez llevó sus dibujos de lirismo inquietante y un poco victoriano a todo cuanto se le ocurrió: láminas, joyas, prendas, cuadernos. También había empezado de manera casual, a instancias de una amiga argentina residente en Londres que vive de vender bijouterie modelada en cerámica. “Me dijo ‘si yo puedo, vos tenés que poder’.” Con unos calendarios dibujados terminó por pisar la galería; le pidieron todos los originales; los vendió todos como obras. “Generar un producto fue la puerta de entrada”, dice, y explica que aunque ahora se aboca a producir obra, mantiene su web y tienda online (mariaelinamendez.com) porque, de modos diversos y hasta misteriosos, sirve para hacerse conocer con colegas y nuevos públicos.
Hay un gusto por tener “todo tuneado, a tu estilo”. Ahora “no tenés cualquier remera, sino la dibujada por tal, que vos elegiste. Es como una necesidad de tenerlo todo más personalizado. Creo que va por ese lado: todo tiene un valor extra”, arriesga. “Mi público es más de chicas que de varones, y a veces me sorprendo: una chica en un negocio escuchó quién era yo y me dijo ‘soy tu fan’. Acá casi no vendo prints, que suelen comprarme de afuera.” El espacio de la galería le parece distinto: “Me permite experimentar más, y una galería te va acompañando”. Entre tanto, la permanencia en el arte va fortaleciendo un nombre y ayudando a alimentar el oficio. Para un artista dedicado a la ilustración no es menor, porque “el mundo editorial recibe gente que está trabajando en el oficio”.
Pero además, mientras van al encuentro de los públicos, los ilustradores vernáculos también se descubren a sí mismos como públicos. Especializados, eso sí. Por ejemplo, Méndez, casada con Turdera, y amiga de artistas, ilustradores, diseñadores, historietistas, cuenta que “la mayoría de las personas que conocemos tienen su pequeña colección. Artistas o diseñadores, gente que le gusta la decoración. Tienen su pequeña colección de obras en pequeño formato”, porque también es un modo de intercambio. Y los intercambios, regalos, canjes, préstamos, terminan generando mapas de circulación, como el que podría leerse en una pared de la casa de Méndez y Turdera: enteramente jalonada de obra contemporánea.
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