Domingo, 21 de junio de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › EL LUGAR DE LAS MUJERES
Por Sonia Santoro
Marcela Lagarde propuso “dejar de centrar en el modelo tradicional nuestras necesidades amatorias, diversificar nuestro universo amoroso. ¿Por qué? Este orden social patriarcal en el que vivimos es un orden de monogamia para las mujeres y de poligamia para los hombres”. También “separar el erotismo del amor”. Cuando se le dijo que en eso le podemos pedir consejo a los hombres, planteó que no: “Porque ellos lo hacen desde el poder del dominio. No se trata de volvernos como los hombres. Ellos son así porque están en la supremacía de género. Supremacía en un mundo geográficamente construido con un sujeto en el centro. Nosotras estamos en la periferia”.
Otro de los temas del conversatorio fue la necesidad de independencia económica de las mujeres. Lagarde recupera una palabra mexicana muy linda, itacate –un bultito que las mujeres campesinas llevan encima, con comida y dinero, cosas fundamentales para su vida– para simbolizar la base que necesitamos las mujeres para ser autónomas: “Nos convocan a la fusión y ahí perdemos todo. Acá la propuesta es la de ser autónoma con esas personas que nos importan mucho. Ser independientes y sobre todo tener autonomía para costearnos la vida. Tener nuestro propio dinero. Nuestros propios bienes, nuestras propias cuentas de banco, la tarjeta titular, no ser la subsidiaria tarjeta de quién sabe quien. O sea, tener todo y no sentir orfandad. No sientan orfandad cuando tengan una chequera. ¡Es sólo una chequera! Pero da empoderamiento, no solo porque yo me crea más potente, sino porque soy más potente”.
También habló de la maternidad y el rol que las mujeres le dan a los hombres en las relaciones afectivas: “Las mujeres tenemos que hacer una reflexión propia sobre las maternidades. Y ya cuando hayamos vislumbrado algo –que es un asunto nuestro, que no es una cuestión biológica, que tenemos derecho a decidir, todo esto de la construcción de la autonomía sexual y maternal de las mujeres– esa es una prioridad en la relación con los hombres. Porque entonces los hombres quedarán colocados en el lugar que pueden tener, no en el espacio obligatorio que tienen en la paternidad patriarcal. Que aunque estén ausentes, están. Aunque no existan, aunque no contribuyan, no den dinero, no cuiden en las enfermedades, son el padre. Nosotras necesitamos cambiarlo, no para decir somos todo. Sino pensar en nuevos modelos de convivencia y cuidados distintos, con solidaridad y con responsabilidad”.
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