Lía Jelín cuenta que a la obra la conoció en Brasil, adonde había viajado tras fracasar con un espectáculo “que ensayamos unos siete meses y no lo pudimos llevar a cabo”. Llegó a Río de Janeiro para despejar la cabeza y ahí conoció a Domingos de Oliveira, que venía de hacer Confesiones de Adolescentes, “una obra que empezó en un teatro under y terminó en un estadio”. A partir de ese éxito, Oliveira decidió hacer Confesiones de Mujeres de 30, con anécdotas reales de mujeres brasileñas. Pero no duró más de dos meses en cartel por falta de público. “Domingos de Oliveira prácticamente me regaló Confesiones. Me dio un video. Y la traje a Buenos Aires. Acá le encontré el esqueleto, el contenido inconsciente de la obra. El stand up en ese momento no se usaba. Las obras son tres actrices a las que les va muy mal con los hombres son todos fracasos. Pero lo que me parece el encuentro más importante fue descubrir el aquí y el ahora: porque cuentan sus historias y parece que nada las alterara, pero a partir de su propio relato, el recuerdo las afecta, como si entraran en un túnel del tiempo”, dice Jelín.