DEPORTES › OPINION

Una ilusión restablecida

 Por Pablo Vignone

La preparación de la Selección Argentina discurre normalmente a lo largo de dos exigencias paralelas: la necesidad de hacer coincidir el extremo de rendimiento del conjunto con la máxima competencia –en general, el Mundial cada cuatro años– y la obligación de defender en cada presentación el prestigio del fútbol nacional. Preparación como sinónimo de ensamblado, cuando la semántica acude en ayuda del entrenador y le recuerda que “entrenar” es precisamente eso, elegir las piezas, armar la máquina futbolística con la que sueña y cuidar de que pueda rendir a pleno a partir de las reglas que traza la historia del fútbol argentino y que fundaron aquel prestigio. En ese sentido, esta presentación del seleccionado ahora entrenado por Diego Maradona ha sabido cumplir con el paso inicial de esta nueva etapa.

A Marcelo Bielsa le ocurrió haber llegado con su proceso al pico máximo un año antes de lo necesario; en cambio, Maradona no corre ese riesgo, a lo sumo puede faltarle tiempo para dotar de la madurez ideal a la preparación de su conjunto. Pero no arrancó nada mal, en todo caso. Se puede discutir el tenor de la diferencia de un conjunto a otro a lo largo de los 90 minutos, pero eso no cambia el resultado final ni, tampoco, la evidencia de que éste es recién el primer partido serio, por los puntos, en ésta etapa. Por eso es atractivo que la siguiente prueba sea Bolivia, en La Paz, con complicaciones adicionales. El listón sube de a poco y eso es lo mejor que le acontece a este proceso de preparación.

Se puede argumentar también que jugar de contragolpe como local en el estadio de River frente a un rival menos que tibio, como hizo la Argentina de a ratos, va a contramano con el lustrado del prestigio. El drama sería si el equipo intentase ganar el Mundial jugando de esa manera. Porque entonces no sería fiel con la segunda premisa. Además, no hay que perder de vista que el partido se terminó a los 50 minutos y los restantes 40 parecieron un entrenamiento. No se pueden extrapolar conclusiones terminantes de ello. La Argentina respetó su ADN futbolero. No volvió loco a nadie, pero tampoco quedó en deuda.

El técnico está en su derecho de dedicarse a la experimentación, como hizo con el fondo, o los tres delanteros sin un armador definido. Le habrán gustado los encuentros entre Messi y Verón del final y quizá quiera profundizar esa línea. Lo mejor de todo es que restableció una ilusión. Esto apenas empieza.

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