¿Por qué le ganó Brasil a Croacia? Porque los verdeamarelhos hicie-ron un gol y los de la lindísima cami-seta de mantel, ninguno. Dejemos el mereciómetro a un lado. No hubo palos recurrentes ni afano ni injusti-cias flagrantes. ¿Entonces? Ahí apa-rece el argumento de “el peso de las individualidades”. Brasil tiene varias “individualidades” y una de ellas –Kaká– embocó a los balcánicos con un bello sablazo de afuera del área. Después –se dice–, Brasil apeló al “oficio” para manejar el partido. Y le alcanzó con esas dos cosas para ganar, se dice. Hay un equívoco en eso de las “individualidades”, definido como un aparente plus que tienen algunos de los mejores conjuntos. Es decir: primero, en términos lógicos, estarían las “colectividades” compartidas por todos: el equipo, el funcionamiento, la planificación táctica, la disposición anímica. Después, si te toca en suerte, tendrás algunas “individualidades” que en ciertas circunstancias de paridad a nivel de “colectividades” son las que, literalmente, “desnivelan”. Parecen lógicos tanto el esquema como la descripción. Sin embargo... Creo que no es así. En principio, las “individualidades” son simplemente el nombre moderno del “jugador”, algo que ya no se usa ni se cultiva porque nadie puede apropiárselo. Y que a veces en principio ni se elige, porque el director técnico de turno enfatiza las “colectividades”, aquello que puede controlar y de lo que jactarse: el esquema, las pelotas paradas, los movimientos... Después, si se ha previsto convocar a alguno, se suele condimentar el masacote con alguna “individualidad”. Hasta que todo se pudre por ineficacia o aburrimiento y es necesario poner todos los “jugadores” que haya, porque –y ahí está la cuestión– en realidad, pese al verso, no hay “colectividades” previas sin jugadores. Es alrededor de y con los jugadores que se hacen los equipos y no con esquemas previos a rellenar con cualquier cosa.

Feliz el que tenga jugadores. Desgraciado el que no los use.